lunes, 21 de diciembre de 2020

RUBÉN BAREIRO SAGUIER

 


 

 

Isla secreta

 


1

 

en medio de la tierra del mapa
hay una porción de tierra
enteramente rodeada de tierra por todos los costados
una isla debajo de la tierra
un isleo fogoso
o mejor
un escollo violento en las aguas mayores
una tierra de rabia silenciosa
balsa de tierra a la deriva
en una tempestad de tierra

 

 

2

 

la gente vive enterrada en el paraje
a menudo aterrada
desterrada siempre
la gente navega tierra a tierra
los niños comen tierra
y los hombres siguen comiendo tierra
fácilmente

 

 

3

 

tierra de pan llevar oscuro
en realidad tierra de mascar
tierra terregosa de tanto haber sido
tierra vegetal
y manca

 

 

4

 

tierra de tierra rodeada
luna seca
o a veces tarde mojada
de lágrima en creciente
tierra de nadie
o de pocos

 

 

5

 

sin embargo
por mucho que intentaron
no han conseguido echarte por tierra
aunque te sangre la piel de tierra roja
y el sol te saque heridas
de tierra inútilmente hermosa

 

 

6

 

tierra de tierra adentro
de tristeza adentro
tierra terrible
ni siquiera puedo poner tierra entre nosotros
o echarte tierra encima
porque me estás doliendo siempre
me estás sangrando a mares que no tuve

 

 

7

 

nada
silencio
hay cuervos
hay ortigas
osamentas
hay sequías largas
rogativas para que cesen
hay barro a veces
resbaladizo
no hay nieve
espinas en la lengua
pies en raigones
el calor prensa
isla de sol silencioso
isla de niebla.

 

SAMUEL BECKETT

 

  

 

Malacoda




tres veces vino
el hombre de las pompas fúnebres
impasible bajo el bombín de piel
para medir
¿no está acaso pagado para medir?
a este incorruptible en el vestíbulo
a este malebranca¹ que los lirios cubren hasta las rodillas
Malacoda con lirios hasta las rodillas
Malacoda² no obstante el experto terror
que felpa su perineo extingue su señal
suspirando hacia arriba por el aire pesado
¿debe ser así? debe ser debe ser
encuentra los crespones cógelos del jardín
escuchar puede ver pero no es necesario

sepultar en el féretro
con unos ayudantes ungulata³
encuentra los yerbajos reclama su atención
escuchar debe ver pero no es necesario

cubrir
estar seguro de cubrir cubrirlo todo por encima
tu escudo déjame coge tu azufre
vidrio canicular divino hermoseado
espera Scarmilion² espera espera
coloca este Huysum⁵ en la caja
y observa bien la imago⁴ eso es él
escuchar debe ver ella debe
todos a bordo todos l0s espíritus
a media asta sí sí

No

 

 

Versión de Jenaro Talens

NOTAS:
1.- malebranca: -alusión posible a dos fuentes distintas: 1˚ nombre de los demonios de la 5ª bolgia del Inferno dantesco, y 2˚ nombre del filósofo del s. XVII, Malebranche, sacerdote del Oratorio, formulador de una filosofía racionalista, unión del pensamiento de S. Agustín y del cartesianismo. Aunque por ambos lados -Dante y Descartes- se puede establecer una relación con Beckett, nos inclinamos por la 1ª solución, por razones fácilmente explicables con la nota siguiente.

2.- Malacoda y Scarmilion: -diablos dantescos, citados en Inf. XXI, 76, y 105, respectivamente.

3.- ungulata: -ungulados. En latín en el original.

4.- imago:  -imagen. En latín en el original.

5.- Huysum:  -Juan Van Huysum. Pintor holandés (1682-1749).

 

KARLA GÓMEZ

 

 


 

 

ACÁ ESTOY con mis cuatro paredes,
rodeada del mañana, del sol que
en otro país se marca en la espalda
de algún campesino,
estoy con el viento que te trae
en las hojas caídas, en un globo
perdido, en el pájaro que espera
sobre el cable,
estoy amaneciéndome en cada recuerdo,
en mi estatura de veinteañera
viendo el espejo pequeño
guardado en mi pecho como estampa,
borroso de mi sangre, de los ojos
que te buscaban justo al caer el día.

 

Estoy como si el recuerdo fuera ese mañana
que se desempolva, cuando la luz se va de los ojos,
y una se vuelve testigo
de su propio derrumbe y pese a eso, sobrevive.

 

Y los dormidos siempre mudos peces….

 

Yo vengo de soñar, de traspasar los ojos,
de caminar a oscuras, de repetirme.
Vengo con la palabra apenas naciente, con el rayo que aún no cae,
porque todo y nada sucede en el sueño
cuando nos toca la hora de ser peces mudos.

 

Se aprende a sobrevivir sobre un río que no existe,
tocar el agua que no existe
y caminarlo.

Los peces mudos
buscamos el camino en tinieblas,
pero nada encontramos,
no hay idioma para nosotros
ni palabras para donar.

 

Y deambulamos: pasamos
de sueño en sueño,
como si fuéramos la mitad de un soplo,
hasta que el sol llega
y nos desprende del árbol
y amanece y somos otros:

 

Seres que portan un traje y caminan rápido,
y olvidan la sombra en la maleta
y darle cuerda al reloj,
para que anochezca
y ser pez y mudo,
y mudarse de sí un rato.

 

FERNADO CHARRY LARA

 

  

  

Versos del anochecer

 

 

Cuando la nube del anochecer definitivamente se borra
oyes girar
leves árboles verdes por la espesura
de hojas que son lentas respiraciones amorosas.

El aire como vaga sucesión de montañas
que de noche confunden con su peso
tibias lámparas encendidas por no se sabe
qué mano dulce resbalada en la sombra.

Cuando a solas el anochecer te cerca
amor a la ventana de amante solitario
navega soñolienta la nube por la frente,
visos de luz, brisa, presencia insistente
que existe, ya sin cuerpo, desnuda en la memoria.

Cuando hacia el anochecer hubieras querido
en triste cansancio, ser otro,
ser una nueva imagen distinta de ti mismo,
volvería del tiempo pasado, su cielo,
la mariposa sonámbula que viva aletea
dentro del pecho, tuya, sin fin,
aunque en vano, callando, la destierres.

 

 

De: "Los adioses"

 

INGEBORG BACHMANN

 

 


 

Sombra rosas sombra

 


 

Bajo un cielo extraño
sombra rosas
sombra
sobre una tierra extraña
entre rosas y sombra
dentro de un agua extraña
mi sombra

 

 

De: "Invocación a la Osa Mayor"
Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García

 

 

 

WALLACE STEVENS

 

 

 

Domingo en la manaña

 



El gusto de la bata, y el café
Muy tarde y las naranjas en una silla al sol,
Y la verde libertad de un papagayo
Sobre un tapete confundido para disipar
El sagrado silencio del antiguo sacrificio
Ella sueña un poco, y siente la oscura
Intrusión de esa antigua catástrofe.
Como una agua tranquila entre las luces del agua
Las ácidas naranjas y las brillantes, verdes alas
Son como partes de fúnebre cortejo,
Serpenteando a través del agua, sin ruido.
El agua es anchurosa, sin ruido,
Aquietada por el paso de sus pies soñadores
Sobre los mares, hacia la silenciosa Palestina,
Reino de la sangre y el sepulcro.


II

¿Por qué habría de entregar, su bondad a los muertos?
¿Qué es la divinidad si sólo puede
Llegar en silenciosas sombras y en sueño?
¿Acaso no debe encontrar en el gusto por el sol,
En la ácida fruta y en las brillantes, verdes alas, o
En cualquier otro bálsamo o belleza de la tierra,
Cosas para ser celebradas como el pensamiento del cielo?
La Divinidad debe vivir dentro de sí misma:
Pasiones de la lluvia o estados de ánimo con la nieve
que cae;
Lamentos en soledad o en indómitos
Júbilos cuando reverdece el bosque; emociones
Borrascosas sobre húmedos caminos en noches de otoño;
Todos los placeres y todos los dolores, recordando
La rama del verano y el ramaje invernal.
Éstas son las medidas consagradas a su alma.


III

En las nubes tuvo Júpiter su nacimiento inhumano.
Ninguna madre lo amamantó, ninguna tierra grata dio
Señorío a su mítico pensamiento.
Actuó entre nosotros como un rey gruñón y
Magnificente actuaría entre sus siervos,
Hasta que nuestra sangre, mezclándose, virginal,
Con el cielo, trajo tal recompensa al deseo
Que los mismos siervos lo descubrieron en una estrella.
¿Fallará nuestra sangre? ¿O se convertirá en sangre
Del paraíso? ¿y se parecerá la tierra
Al paraíso que conocemos?
Será más amistoso el cielo que ahora,
Una parte de trabajo y una parte de pena,
Y cercano a la gloria el amor perdurable
No esta tristeza indiferente y que divide.


IV

Ella dice: "Soy feliz cuando los pájaros al despertar
Antes de emprender el vuelo, prueban la realidad
De los campos nublados con sus dulces preguntas;
Pero cuando los pájaros se han ido y no regresan ya a
Los tibios campos; ¿dónde queda entonces el paraíso?"
No ronda ninguna profecía,
Ni quimera antigua del sepulcro,
Ni el dorado subterráneo, ni isla
Melodiosa donde los espíritus regresan a su casa,
Ni visionario sur, ni borrosa palma
Remota, en la colina del cielo, que haya durado
Como dura el verde de abril, o que durará
Como su recuerdo de pájaros despiertos,
O su deseo por Junio y la tarde, tocada
Por la extenuación de las alas de la golondrina.


V

Ella dice: "Pero en la satisfacción aún siento
La necesidad de una imperecedera gloria"
La muerte es la madre de la belleza; por eso sólo de ella
Vendrá la satisfacción de nuestros sueños
Y nuestros deseos. Aunque esparce las hojas
De la extinción en nuestros senderos,
El sendero que tomó la doliente pena, los muchos senderos
Donde el triunfo hizo sonar su desvergonzada frase, o el
amor algo susurró
Movido por la ternura,
Ella hace que el sauce tirite en el sol
Por las doncellas que solían sentarse y contemplar
La hierba, abandonada a sus pies.
Ella hizo que los muchachos amontonaran ciruelas y peras
En un plato sucio. Las doncellas prueban
Y vagan con pasión entre las revueltas hojas.


VI

¿Nada cambia de la muerte en el paraíso?
¿Jamás cae el fruto maduro? ¿O acaso las ramas
Cuelgan siempre henchidas en ese cielo perfecto,
Inmutable, sin embargo tan semejante a nuestra perecedera
tierra,
Con ríos como los nuestros que buscan el mar
Que nunca hallan, los litorales que se alejan
Y que nunca tocan con inarticulada angustia?
¿Por qué plantar el peral en las márgenes de esos ríos
O perfumar las orillas con el aroma del ciruelo?
¡Ah, que vistan nuestros colores allá,
El sedoso tejido de nuestras tardes,
Y tocan la cuerda de nuestros insípidos laúdes!
La muerte es la madre de la belleza, mística,
En cuyo pecho ardiente divisamos
A nuestras madres terrenales que esperan, insomnes.


VII

Dócil y turbulento, un círculo de hombres
Cantará orgiástico en una mañana de verano
Su clamorosa devoción al sol,
No como un dios, sino como si fuera un dios,
Desnudo entre ellos, como una fuente salvaje.
Su canto será un cántico del paraíso,
Que sale de su sangre, en su retorno al cielo;
Y en su canto entrarán, voz tras voz,
El tempestuoso lago en donde su señora se deleita,
Los árboles, como serafines, las resonantes colinas,
Ese coro entre ellos que prolongan por mucho tiempo.
Conocerán muy bien la celeste compañía
De los hombres que perecen y el amanecer de un verano.
Y de dónde vienen y adónde irán
El rocío sobre sus pies lo dirá.


VIII

Ella escucha, sobre esa agua sin sonido,
Una voz que grita, "El sepulcro en Palestina
No es el pórtico de lánguidos espíritus.
Es el sepulcro de Jesús, donde él yace."
Vivimos en un antiguo caos del sol,
O en la vieja dependencia del día y la noche,
O en la soledad insular, sin tutela, libres,
De esa marea, ineludible.
El ciervo camina por nuestras montañas y la codorniz
Silva sobre nosotros sus espontáneos trinos;
Dulces bayas maduran en los campos sin cultivo
Y, en la soledad del cielo,
Al atardecer, fortuitas bandadas de palomas trazan
Ambiguas ondulaciones mientras se hunden,
En la oscuridad, con las alas extendidas.