jueves, 23 de diciembre de 2021


 

LEWIS CARROLL

 


Un bote, bajo un cielo luminoso

 

 

Un bote, bajo un cielo luminoso,
navegaba moroso y soñoliento
en una tarde de julio…
Tres niñas, sentadas muy juntas,
escuchaban fascinadas un cuento
con ojos y oídos anhelantes…
Hace tiempo que palideció aquel cielo;
se apagaron y se fueron ecos y recuerdos;
los fríos otoñales mataron aquel julio.
Sin embargo, como un espectro,
Alicia aún vaga bajo el cielo,
invisible a los ojos despiertos.
Los niños, para oír un cuento,
se sentarán muy juntos
con ojos y oídos anhelantes.
En un mundo maravilloso viven,
soñando mientras pasan los días
y mueren los veranos,
navegando siempre río abajo,
demorándose en la luz dorada…
¿Qué es la vida, sino un sueño?

 

 

Nota: Lewis Carrol, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson

 

ERNEST DOWSON

 

 

 

Flos Lunae

 

 

Yo no cambiaría tus ojos fríos,
Ni alteraría la calma fuente del discurso
Con un arrebato de pasión o sorpresa.
Inalcanzable me resulta tu corazón:
E inalterables tus ojos fríos.

Yo no cambiaría tu mirada fría;
Ni tu sonrisa ni tus lágrimas poseería;
Aunque toda mi vida calle y muera,
El deseo sigue ahí, deseando sueños,
Y tus ojos fríos permanecen allí.

Yo no cambiaría tus ojos fríos;
No los cambiaría incluso si pudiese,
A quien mis rezos ascienden en el incienso,
¡Hija de sueños! ¡Mi luna nocturna!
Nunca borraría tus ojos fríos.

Yo no cambiaría tus ojos fríos,
Con tribulaciones del corazón humano:
Dentro de ellos mi espíritu yace,
Una cosa helada, sola, aislada;
Que jamás me atrevería a cambiar.

 

 

CHARLOTTE MEW

 

 

 

Junto al lecho

 

 

Alguien ha cerrado los ojos,
enderazado y plegado las manos movedizas,
cubriendo el pecho inquieto;
así, suavizado y acallado yaces
como un niño
que no será, otra vez,
interrogado o reprendido
pero ninguno de nosotros cree
que esto sea, para ti, descanso.

Así como el cerrar las ventanas
no nubla ni amortigua el azul del cielo
ni la pantalla puesta delante de la llama
somete su fuerza,
así, si acerco mi mejilla a la tuya,
tus labios grises, como la madrugada,
temblarían enrojeciendo,
irrumpiendo en la antigua y singular sonrisa
ante este fraude de muerte.

Porque toda la noche
no te has dirigido a nosotros
ni has hablado
ya es hora de que despiertes;
tus sueños no han sido profundos.

Yo, por ejemplo, he visto
sus hilos delgados y retorcidos
entubiarse y, de súbito, romperse.
¡Esto es sólo una piadosa ficción de sueño!

 

 

GEORGE ELIOT

 

 

Como un susurro cálido



Como un susurro cálido a través de las delgadas hojas del olivo
llegó a mí un sonido suave
para contarme al oído un secreto recién descubierto
en un claro de sol entre gavillas doradas.

Me dijo que dormía para mí durante el mediodía,
que podía llamarle alegría, podía llamarse regocijo;
«Ven aquí, muchacho», y me condujo
donde las alas azules descansaban sobre el maíz.

Me convencí de que el suave sonido susurraba la verdad,
me convencí de que aquel cielo pequeño me pertenecía,
me acerqué para agarrar la sustancia divina,
y vi cómo las alas azules se disolvían dentro del azul.

 

 

Nota: George Eliot, seudónimo de Mary Ann Evans

 

 

ANNE BRONTË

  

 

Si esto es todo

 

 

¡Dios mío! Si esto es todo
lo que la vida puede ofrecerme,
si sobre el dolor de mi frente no caerá
una gota refrescante de tu rocío;

si no existe una luz más brillante que los pálidos
destellos que emite la lámpara de la esperanza;
y con la felicidad completa solo puedo soñar
y despertar agotada de tristeza;

si el consuelo de la amistad está condenado a decaer,
cuando el resto de alegrías nos abandonan,
y el amor debe mantenerse a tanta distancia,
mientras me veo obligada a seguir vagando,

vagando y esforzándome sin ganancia,
esclava de la voluntad de otros,
tantas veces necesitada de cuidados, dolorida,
cuidados y dolores desatendidos y olvidados,

entristecida por la visión del vicio y la maldad,
impotente para sofocar
con la corriente silenciosa de mi interior
los torbellinos del torrente exterior,

mientras toda la bondad que prodigaría
y los buenos sentimientos que anhelo repartir
se retiran a las profundidades de mi corazón
para macerarse de amargura;

si las nubes van a prescindir para siempre
de la mirada gloriosa del sol
y debo sufrir una plaga invernal
que retrasará el regreso del verano;

si la vida se llena de precauciones,
llámame enseguida a tu lado;
o dame la fuerza necesaria para soportar
mi carga de miseria.

 

 

 

 

THOMAS HARDY

 


El gamo ante la casa solitaria

 

 

Afuera, en las tinieblas, alguien mira
a través del cristal de la ventana
desde la blanca sábana aterida.
Afuera, en las tinieblas alguien mira
cómo, en vela, aguardamos la mañana
junto a la lumbre de la chimenea.
No alcanzamos a ver esos dos ojos
que nos contemplan desde la intemperie
y reproducen los destellos rojos
del fuego. No advertimos esos ojos,
ojos maravillados, rutilantes,
y sus pasos furtivos, vacilantes.