martes, 3 de mayo de 2016


AMANTE ELEDIN


  

Peñalolén XI  
                           

  
Cuando tengo hambre
La Luna es una sopaipilla.

En algunas esquinas se amasa la vida
Y se transforma en una circunferencia perfecta
Desde donde el sol de las saciedades no escapa.

El hambre devora ese espacio trigado.
Sus dientes quedan marcados
En la curva perfecta de sus confines.

¡Ay! ¿A  dónde viene a parar el grano
La semilla del bien
Fundida en la hostia salada,
El peso del sudor,
            La herida de la tierra?

En algunas esquinas se levantan los altares
Donde la Luna crece una y otra vez
Y cae a los sartenes
          y a las ollas ignorantes.

Emerge del aceite turbulento,
Con un nuevo traje y a la espera,
Que bajen de la micro los hambrientos,
       Para hacerlos reír y volver al mundo.-


De “Peñalolén nacido de las profundidades”, 1996



CONCHA NIETO



  

Claro de luna



Me he detenido.

En la voz interior de la piedra,
en la piedra escrita en la mano,
en la edad que se teje y desteje en mi voz.

Con el tiempo acunando el acero,
con el rostro de nadie,

me he detenido.

En los despojos que salen de aquellos
que enfangan el agua
con la náusea callada y tan lejos
del aire...

me he detenido.

Y he mirado por encima del muro
la palabra escupida en la tierra

y luego y luego...

Cansada de abrocharme las mañanas
cansada de esta habitación oscura
cansada de esta hiel seca que cabecea
en la sangre, llena de sed, llena
de otros, dentro de mí, decapitada.

Vacía de todo,
con la savia muerta entre los brazos
he bajado los párpados a la sombra
y asida al filo de la navaja...

dispongo los nombres, la esperanza,
el sudor viscoso de la vida,
el final del beso, el vaho monstruoso
del amor y de su máscara deforme.

Sin cuerpo, sin texto.

Cansada de la ceremonia íntima y sagrada
de ser locura ártica que vivirá de la nieve.


ANGELAMARÍA DÁVILA MALAVÉ



  
Y asi voy...



Y así voy, como roca 
sonriéndome estática como en muecas de piedra.
Como un túnel gigante que ni siquiera guarda
la esperanza de un eco.
Inmóvil.
Mirándome en un río turbio de remolinos.
Sin dedos, y sin manos, sin ojos y sin pasos,
sin latidos, sin yo.
Toda de túnel y en espirales locos de suspiros.
Reseca...
Ya sin río. 
Ni tan siquiera río, ya sin charca,
derrotados los rumbos, sin riberas.
así estoy, desgajada,
sin raíces que prendan en la arena;
estática,
tratando de apresar mares extraños
y arroparlos de espera...
Ni eso queda.
Y sin ojos, sin dedos, sin manos, y sin pasos,
sin latidos, sin yo.
Toda de túnel.



MARÍA GERMANÁ MATTA




Súplica

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo
Raquel Lanseros



A veces conviene fustigar el interior
con una lanza
hacer cosquillas al caleidoscopio
de la insensibilidad

llamar a gritos
a los truenos
de la urgencia

humedecer los ojos
con la hierba silvestre
que se aferra
a la vida
e invocar al vestigio
para la renovación 
de los obstáculos

desterrar al insomnio
de su camisón de tinieblas
al pelo estrangulado
en la derrota

taponar con caricias
los agujeros ocultos
de la carne
y sus predicciones
de sequía

siempre hay música
tabaleándose al inicio
de cada estación
y una flor silvestre
para el tacto restringido
de tus manos

afuera en las calles
hay movimiento
multitudes que generan caos
pero también algún fragmento
de euforia en sus miradas

regar con gotas de lluvia
ese jardín oculto tan tuyo
e inventar una premisa
con violetas
y un grito que encienda
el terror de la ceniza.


ROSSANA ARELLANO





El vestíbulo



Me acaban de contar
que se mató Miguel,
tenía siete kilómetros de manga
de camisa de fuerza
y yo aquí,
en el vestíbulo
esperando mi turno
de no sufrir las cosas
que son tan radicales
en un mundo de cuerdos
que parecen autómatas.

Miguel... mi amigo Miguel,
el de la pieza once,
mañana pintaré
tu nombre en mi pared
del fondo,
donde tengo certeza
de tu nombre,
en nuestro umbral transparente
lejos de la garra del martirio
en el prohibido de los pasos.



ANA MUELA SOPEÑA




Huida




Ocultamos el mundo
en nuestras heridas personales.
Escondemos la grieta
de la soledad y el desamor
en el tumulto colectivo.
Siempre estamos huyendo
de nuestra desnudez.