"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 17 de enero de 2023
WHIGMAN MONTOYA DELER
Nudo
Gordiano
Atados
de pies y manos
un nudo en la garganta.
La pena, el hambre
o simplemente el amarre sobre nuestros pasos
en la colegiala: su cabeza y su cinta
o el nudo del kimono viril
devenido metal en la cintura espía
ese que te regula tras la puerta de tu casa
a la salida de tu patria o a la entrada.
Tantos nudos pueden ser tan intensos que desaten
pisemos los cordones
y no podamos agacharnos.
¡Tanto nudo gordiano debe ser cortado!
¡Tanta mano y poco filo!
Un Alejandro
da igual cómo se haga
pero uno grande
frente al que ató con astucia
a una isla
su lanza y su yugo
MARTA JAZMÍN GARCÍA
Elogio
de la lentitud
Ha
vuelto a confesar la herida:
el símbolo funesto
de una flecha
descansa inamovible
en la rigidez del arco.
CHRISTIANE DIMITRIADES
ese borde entre la piel y el vacío.
José
Lezama Lima
Las
palabras
Regresan
allí
donde
sólo
hay agua
y
pantano
En
este viraje
todavía
pretenden asirse de mis huesos
Nada
pueden nombrar
Desconocen
su propio significado
También
yo
comienzo
a sentir
los
tibios contornos de esta morada
Afuera
sobre
la superficie
toda
identidad queda abolida
Es
cosa de otros
RODOLFO HÄSLER
Permanece
insomne,
es
una lechuza,
su
ulular se pierde en la niebla,
una
postura incómoda,
un
resplandor de muerte
toca
en la puerta,
masa’
alkhayr dice,
entra
sin ser invitado,
toma
posesión,
se
instala dictando sentencia,
¿qué
has sacado en claro todo este tiempo?
No
puede engañar a la muerte
que
campa por las colinas,
esgrime
una guadaña,
se
acerca al zarzal cuajado de moras,
prueba
una
y
acelera el paso.
ALEYDA QUEVEDO ROJAS
Edith
Piaf
La
mujer
convierte
su voz
en agua
Suficiente
para salvarnos
a todas
del fuego.
De: “Algunas rosas verdes”
NUNO JÚDICE
Partida
En
verdad, todo el espacio es una línea en el centro del átomo
a la que se reduce cada hombre, en su esquina de soledad. El horizonte,
que nos parece inmenso en su dibujo matinal,
cabe en el fondo de un vaso, cuando bebemos el primer
café, donde los sueños de la noche se deshacen con un sabor
amargo a día de Invierno. Y las nubes bajan al nivel de los ojos,
para que las metamos en el dedal de una costura sin límites,
y su contorno sirva de encaje a la almohada del tedio. Entonces,
su ser escapará de esta caja vacía. Se llevará consigo el
horizonte y las nubes; y sólo si nos prendemos de un hilo de niebla
podremos seguir su camino, hasta ese borde de
acantilado que su cuerpo no atraviesa. Más allá está el mar
de la esencia, con sus mareas de inquietud y de
certeza, y el abismo de duda que se abre cuando la
tempestad nos amenaza. La existencia quedó atrás,
la vida, las cosas concretas, como los sentimientos y
las palabras que forman y transforman lo que somos. Sin embargo,
en esta frontera, ¿qué hacer con los caminos que se nos abren?
¿Cómo avanzar, sin barco ni rumbo, en dirección a qué
puerto? ¿Y qué nos espera al volver al sitio de
donde nadie debe partir sin llevar, en el bolsillo, la cita
confirmada, la dirección, la voz acogedora de un dios?
Versión de Blanca Luz Pulido
