"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 29 de enero de 2025
MONTSERRAT FERNÁNDEZ
me
cogió enamoradamente flaca
sorprendentemente envuelta en verano
artrósicamente casada y rubia
nunca
supuse nunca ya estarás
un
canalón suelta el agua de gotas
así fueron los días de tu ausencia
restando tu parte en aquel hotel
nuestro hogar de sombreros y ensaladas
yo
tildaba de amor nuestros espacios:
una rueda pinchada la fruta por comprar
quizá enfermo alguno de sus hijos
qué sé yo
me
sangran las encías cada vez
más flaca y más casada
De: “Duerme sobre mi espinazo”
KRISTÍN DIMITROVA
El sanatorio de la muerte ajena
La
casa enferma se ha puesto de pie
al
borde de todos los minutos
y
hacia abajo se ven las estrellas.
Por
la tarde la sala de rehabilitación está iluminada,
y
por la noche, algunas de las ventanas,
donde
en las horas de insomnio se recobran las noticias del día.
Los
periódicos son
cartas
del mundo de ayer y que hoy ha desaparecido
y no
hay modo de enterarte qué
ha
ocurrido realmente.
El
aire está limpio y entra por sí solo
en
los pulmones ocluidos.
Allí,
allí.
Allí
la gente se pasea con cosas implantadas
y a
cada pregunta responde
con
un «poco a poco». Envuelve la bata
alrededor
del cuerpo, ajena al mundo,
y
presta oídos a su corazón
que
cuenta
una
terrible historia ajena.
De: “En una de las paradas del tiempo”
Versión de Reynol Pérez Vázquez.
PAULA ARBONA
¿De qué sirve comprender?
¿De
qué sirve comprender
los ojos borrosos de los viejos?
Cierro los míos
y los campos siguen siendo verdes.
No dependen de mí.
Eso me entristece.
Intento explicarlo,
pero todo lo que digo se pierde en palabras.
¿Para qué sirve esta música tan lograda?
Nada más que para escribir.
Nada más que para ser
ausencia de ausencia.
Bienaventurados los nervios ópticos
que desatienden las leyes espectrales
que usan los dedos de Dios
para coser un ciervo,
una brizna de hierba
o la mente humana.
Cierran los ojos
y los campos siguen siendo verdes.
No les entristece.
BEATRIZ FERNÁNDEZ DE SEVILLA
A place to be
Oigo
tu corazón,
cargado
de latidos adolescentes.
Ensimismada,
escucho
bombear por tus arterias
tardes
de contrabando en el colegio,
canciones
del pasado que regresan
como
viejos amigos.
Conduces
bajo el sol de alguna playa
cuyo
nombre no importa
y
necesito
solo
las coordenadas de tu vientre
para
tocar a tientas las entrañas del mundo.
De: “Paraísos domésticos”
KAMANDA KAMA SYWOR
Los grillos
Liberación de tiempos antiguos
Esta
noche, entierro mis legados bajo los espejismos del desierto donde el grillo,
ese elocuente orador cuyos cantos vibran en las arenas y arbustos,
amontona
sus huevos alados.
Pronto
veré la verdad en una silueta de polvo que agita su horquilla
de
reminiscencias. ¡Los amores angustiantes son tabú para mí!
¡El
ideal
se
cubre con un sudario de penas invisible para los profanos!
¡Las
estaciones se liberan del tiempo! La luna llena en desorden sobre las dunas
está
amarga y pálida por no poder influir en las mareas de arena.
Este
es el gran misterio que nos sorprende a la edad en que las alas de los sueños
se
mezclan con las raíces del alma sin memoria.
Pero
si los fuertes vientos nos son familiares, el cielo en su furia no cesa
de
darnos sudores fríos. La vida paga sus deudas a la muerte.
Y
tal vez en un día de suprema reconciliación, le devuelva la eternidad que le ha
quitado.
De: L’espoir, source de vie.
MING DI
Las cuatro mujeres de Shakespeare
Julieta
ocupa una esquina de mi lienzo,
sus
labios sangran rojo: remordimiento.
Lady
Macbeth aparece, su capa negra bloquea la luz,
su piel
es oscura: remordimiento.
Ofelia
va de espaldas murmurando murmurando de espaldas.
Desdémona
se acuesta, de lado, lentamente.
Ahora
todas están dentro del lienzo.
El
decorado es un bosque
que
va de verde claro a verde, de verde a verde oscuro, a oscuro.
Las
cuatro mujeres están muertas, diferentes gradaciones de la muerte.
Por
la noche se mueven hacia adelante, pupilas dilatadas.
Cuatro
botellas de elíxires, abiertas. El agua se derrama.
Ofelia
es un lirio de agua, y también Desdémona.
Julieta
era un lirio de agua hasta que se convirtió en Lady Macbeth,
y
ahora es otra flor.
Se
mueven en el sueño y los recuerdos se deslavan.
Leí
a Shakespeare por primera vez en la secundaria,
y
sólo recordaba a sus personajes por vivos o por muertos,
por
inocentes o culpables.
Ahora
todos aparecen frente a mí, en esta hora,
sus
ojos se convierten en uno enorme, en una boca que me dice…
algo.
Por
la mañana, el agua se acorta, entra la luz
por
la ventana cuadrada hacia mi lienzo de un bosque
donde
el pasto se desdobla como una alfombra.
De
ahí sale Cleopatra, sonríe radiante
como
si nada hubiera pasado.
Pero
entonces me arrepiento de pasar la noche con la historia
de
esas mujeres. A algunas las amé, odié a otras.
Ahora
pongo una capa de pintura neutral.
Julieta
es rosa claro, resalta los colores brillantes de Romeo.
Lady
Macbeth es fuerte, y protege a Macbeth de las balas.
Ofelia
es una hoja de loto
que
hace más natural el oscuro de Hamlet.
No
importa el color de Desdémona: ella será estrangulada.
Son
más de cuatro, y menos que cuatro
personajes.
Son menores, inferiores, significativas sólo
por
los problemas que causan. Pecadoras. Chivos expiatorios.
Frágiles
o violentas, todas morirán.
Están
muertas.
La
muerte es el color básico.
Shakespeare
nunca fue original. Volvía a contar historias
y
leyendas como si fueran historia.
Los
enemigos, la familia o el estado, o los golpes de estado—
la
mujer siempre tiene que ser la causa de ellos,
o
estar disfrazada.
La
muerte falsa de Julieta provoca la muerte verdadera de Romeo.
La
falsa traición de Desdémona causa la verdadera traición de Otelo.
A
Lady Macbeth, ¿de qué se le puede culpar?
Detrás
de todas las crueldades y las muertes
tiene
que haber una mujer. La belleza de las maldades.
Ofelia
baila, en trance
balbuceando
los estúpidos versos de Hamlet. ¿Ser, o no ser
chivo
expiatorio?
Al
final se cae, leve como el pelaje de un chivo, hacia el agua.
Y yo
estoy mezclando mi pintura con agua,
que
es más fresca que el aceite.
Se
han formado en la plaza, con sus propios cuerpos;
aparece
Helena desde la guerra de Troya, desaparece
y
vuelve a aparecer.
Luego
un árbol crece en el pasto al centro de la pintura
donde
Eva le entrega a Adán una manzana. Después de eso,
todas
las faltas y las culpas de la manzana se vuelven de ella.
Versión de Sergio Cruz,