Las cuatro mujeres de Shakespeare
Julieta
ocupa una esquina de mi lienzo,
sus
labios sangran rojo: remordimiento.
Lady
Macbeth aparece, su capa negra bloquea la luz,
su piel
es oscura: remordimiento.
Ofelia
va de espaldas murmurando murmurando de espaldas.
Desdémona
se acuesta, de lado, lentamente.
Ahora
todas están dentro del lienzo.
El
decorado es un bosque
que
va de verde claro a verde, de verde a verde oscuro, a oscuro.
Las
cuatro mujeres están muertas, diferentes gradaciones de la muerte.
Por
la noche se mueven hacia adelante, pupilas dilatadas.
Cuatro
botellas de elíxires, abiertas. El agua se derrama.
Ofelia
es un lirio de agua, y también Desdémona.
Julieta
era un lirio de agua hasta que se convirtió en Lady Macbeth,
y
ahora es otra flor.
Se
mueven en el sueño y los recuerdos se deslavan.
Leí
a Shakespeare por primera vez en la secundaria,
y
sólo recordaba a sus personajes por vivos o por muertos,
por
inocentes o culpables.
Ahora
todos aparecen frente a mí, en esta hora,
sus
ojos se convierten en uno enorme, en una boca que me dice…
algo.
Por
la mañana, el agua se acorta, entra la luz
por
la ventana cuadrada hacia mi lienzo de un bosque
donde
el pasto se desdobla como una alfombra.
De
ahí sale Cleopatra, sonríe radiante
como
si nada hubiera pasado.
Pero
entonces me arrepiento de pasar la noche con la historia
de
esas mujeres. A algunas las amé, odié a otras.
Ahora
pongo una capa de pintura neutral.
Julieta
es rosa claro, resalta los colores brillantes de Romeo.
Lady
Macbeth es fuerte, y protege a Macbeth de las balas.
Ofelia
es una hoja de loto
que
hace más natural el oscuro de Hamlet.
No
importa el color de Desdémona: ella será estrangulada.
Son
más de cuatro, y menos que cuatro
personajes.
Son menores, inferiores, significativas sólo
por
los problemas que causan. Pecadoras. Chivos expiatorios.
Frágiles
o violentas, todas morirán.
Están
muertas.
La
muerte es el color básico.
Shakespeare
nunca fue original. Volvía a contar historias
y
leyendas como si fueran historia.
Los
enemigos, la familia o el estado, o los golpes de estado—
la
mujer siempre tiene que ser la causa de ellos,
o
estar disfrazada.
La
muerte falsa de Julieta provoca la muerte verdadera de Romeo.
La
falsa traición de Desdémona causa la verdadera traición de Otelo.
A
Lady Macbeth, ¿de qué se le puede culpar?
Detrás
de todas las crueldades y las muertes
tiene
que haber una mujer. La belleza de las maldades.
Ofelia
baila, en trance
balbuceando
los estúpidos versos de Hamlet. ¿Ser, o no ser
chivo
expiatorio?
Al
final se cae, leve como el pelaje de un chivo, hacia el agua.
Y yo
estoy mezclando mi pintura con agua,
que
es más fresca que el aceite.
Se
han formado en la plaza, con sus propios cuerpos;
aparece
Helena desde la guerra de Troya, desaparece
y
vuelve a aparecer.
Luego
un árbol crece en el pasto al centro de la pintura
donde
Eva le entrega a Adán una manzana. Después de eso,
todas
las faltas y las culpas de la manzana se vuelven de ella.
Versión de Sergio Cruz,
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