domingo, 13 de junio de 2021


 

EUGENIO MONTEJO

 


  

Solo la tierra

 

 

Por todos los astros lleva el sueño
pero sólo en la tierra despertamos.

Dormidos flotamos en el éter,
nos arrastran las naves invisibles
hacia mundos remotos
pero sólo en la tierra abren los párpados.

La tierra amada día tras día,
maravillosa, errante,
que trae el sol al hombre de tan lejos
y lo prodiga en nuestras casas.

Siempre seré fiel a la noche
y al fuego de todas sus estrellas
pero miradas desde aquí,
no podría irme, no sé habitar otro paisaje.
Ni con la muerte dejaría
que mis cenizas salgan de sus campos.
La tierra es el único planeta
que prefiere los hombres a los ángeles.

Más que el silencio de la tumba
temo la hora de resurrección:
demasiado terrible
es despertar mañana en otra parte.

 

 

JOAO MAIMONA

 

 

  

La noche de las paredes

 


Se llevó la mano a la parte posterior de la mañana.

Mujeres propagación de la alegría de ventanas

en los oídos en las que no extinguen las alegrías.

 

Entre los dientes de la mar se encendió brazos.

 

Los días estaban saliendo en el espejo Barge.

Hubo una lluvia de barcos como el día a toser.

Y los barcos de lluvia llegaron colchones,

camas, sillas, rebaños de carreteras perdidas

donde cantaron los cascos de los soldados

para pintar la medianoche del corazón.

 

Eran los barcos que guardan las paredes

la noche que la mano escuchó de nuevo

Se encuentra entre los dientes de la mar. 

 

ROSSANA ARELLANO HASSON

 

 

 

Fantasías extrañas…

 

 

Ocurren tantas versiones sobre un tema, que todo se divide, incluso tu capacidad de observación.

A mi modo de ver, las “costumbres de los pueblos” ¿no vienen acaso de los diversos campos de la ciencia? en gran medida estudiosos y sabios, adaptan sus conocimientos, como los propios misterios del alma humana.¿De dónde vienen las normas? ¿Do está la verdad? ¿La muerte es acaso una fantasía?¿Se debería hacer hincapié , en que muerte&vida son el todo? ¿Queda en el exilio lo religioso? En tiempos difíciles, el hombre busca fortaleza, en creencias o supersticiones provenientes de fuentes extrañas, que se infiltran e hilvanan entre miles y miles de palabras.

¿Cuál es la realidad palpable hoy en día? Personas que no pueden abrazar de buena gana a sus hijos, padres, madres, esposos, amigos, etc… La tierra con sus preciosos cultivos, espera… Todo mundo camina titubeante, la imaginación alcanza lo profético. “La Gran Peste” de la era, avanza dando órdenes, sin embargo el espíritu consciente se levanta, por su fidelidad a las generaciones futuras y avanza para enseñar al hombre, a tomar distancia de las cosas que dañan y abrazar las que lo fortalecen. Seguir la “Rutina” de tus propias normas, escuchar y entender hasta que se acabe la envidia y el hambre de poder.

El Hombre se ha visto disminuido y se expresa con impotencia al percatarse que “La noche no termina en su propio sueño” y la puerta de su casa, no ha sido aún marcada.

 

 

 

SALVADOR NÉLIDA

 

 

  

Domingo



En la quietud
de la mañana,
qué podría decirse
que no esté referido
por el aire o la luz,
por este manso
deambular vegetal:
pétalo y rama.


Exacto itinerario
de la sangre,
la primavera
crispa sus vaivenes
y aroma, sed,
verdor frutal
quemado entre campanas,
aquí son, por sí solos,
el domingo.


De: "Las fábulas insomnes"

 

 

 

 

JORGE VALDÉS

 

  


Aquel ahora

 


Las posibilidades de volverte a encontrar
eran remotas. Una entre un billón. Y habiendo
infinitos lugares dispersos por los números
de un cálculo improbable, quién imaginaría
que te iba a ver en esa cantina, transformándote
en luz de aquel entonces feliz, o eso quisieron
creer años atrás aquellos dos que fuimos.

Estabas allí, tú de pronto y sin aviso
previo, con una tímida sonrisa, recargada
en el hombro de un tipo de aspecto deleznable
que podría haber sido yo. No reconociste
mi rostro entre la gente del bar. Aunque tal vez,
supongo, pretendías saber adónde y cuándo
miraste mis facciones, en qué sitio más joven
hiciste un alto, bajo qué extrañas circunstancias
coincidiste con alguien que se me parecía
de lejos. Pero no recordaste, si acaso
lo intentabas, a quien le prometiste un sueño
que no ibas a cumplir, cuando nos despedimos
tras una ventanilla. De vuelta en este ahora,
tu cara era la misma donde vi el resplandor
del ángelus y el tacto de un crepúsculo gris
y hermético. Llevabas rubor en las mejillas
y el cabello más negro que alguna vez tocaron
mis manos por el valle lunar de tu cintura.

La bienaventuranza fue nuestra compañera
de viaje a las estrellas tan próximas al hambre
de nuestros corazones y su dolor difuso.
Era la edad del bronce pulido de tus pechos.
Las noches fueron lentas palabras inaudibles
del mundo que brotaba sin encajes. Bebíamos
la vida entre los versos de una poeta árabe
y bailaba desnuda la luz en la terraza.

Tú entonces te encendías y el viento iba contigo
por algún callejón a sórdidas tabernas,
levantando tu falda minúscula, mostrándome
las rutas que de súbito me alzaban al misterio.
Sin duda eras feliz de forma ingobernable.
También lo fui. Lo fuimos. Te dije, lo recuerdo
como si fuera ayer, que un dios haría suyos
los rasgos de tu nombre y el vino tu sabor
de almendra y paraíso. Sigues igual, incluso
me has parecido más hermosa, quizá menos
alegre que la imagen que de ti conservé
todo este tiempo en vano. Detrás de tu mirada
no encontré el resplandor de aquella chica insomne,
sino una palidez ceniza de rescoldos
que aún parecen guardar el vértigo del fuego.
No puedo asegurarlo. Y ya tan poco importa.

 

JAVIER GARCÍA RODRÍGUEZ

 

 

 

Instrucciones para abrir este libro

 

 

Para abrir este libro
hace falta la llave de la lluvia:
cógela con las manos y no temas
si te mojas con agua o con palabras.

Hace falta la clave del enigma,
el código secreto, el número
que abre de par en par
–de dos en dos se hacen mejor las cosas–
la caja fuerte donde está el misterio.

Hace falta también la contraseña
que ablanda el disco duro,
que permite el acceso
a la escondida cueva del tesoro.

Hace falta la frase misteriosa
que separa las aguas de los mares,
conocer el oculto mecanismo
que cierra las pirámides.

Para abrir este libro
hacen falta las manos y el deseo
de querer que sea nuevo el viejo mundo.

 

 

De: “Mi vida es un poema”