"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 29 de junio de 2018
ROLANDO REVAGLIATTI
“Victim”
A la
luz del día más claro
nos
interceptan
y en la
noche
En la
propia casa
nos
interceptan
y en
las casas ajenas
En las
calles, en el trabajo
en las
bibliotecas nos interceptan
y en
los bares
Solos,
acompañados por las esposas
rodeados
por los amigos
o
abandonados por los amigos
nos
interceptan
A la
luz del día más claro
nos
anulan los victimarios
en una
celda.
En alusión a la película “VICTIM” (“VÍCTIMA”)
de Basil Dearden.
JUAN GREGORIO REGINO
A María Sabina
María
Sabina:
Tú eres
el alma de la sierra.
Diosa
de los cinco guardianes.
Vuela
tu espíritu
en las
tupidas montañas
que
arrullaste con cánticos
de
mujer sabia.
Mujer
principal.
Mujer
autoridad del trueno.
Mujer
guía.
Mujer
sendero del arriero.
Quiero
hablarte en el lenguaje del viento,
porque
es necesario que sepas:
que
mudo ha quedado el cerro,
que
huérfana has dejado a la semilla
y que
ya se marchita la flor.
Esa
flor herencia de tu estirpe,
la
musa, la poesía,
el canto
y la sabiduría.
Esa
flor diáfana como tu alma,
pura
como tu espíritu,
sabia
como tu ingenio,
soberbia
como tu pueblo.
Esa que
marcha ahora
en el
desnudo cielo.
En la
corriente brava
de los
lejanos mares.
Esa,
invoca tu espíritu,
tu
oración, tu palabra
tu
canto y tu nombre.
¡Sabia
María Sabina!
JORGE CHIESA
14
Soñar con un plato de comida y una cama
luego de un trabajo pesado
es todo lo que pido.
Dormir en el interior de un iglú,
junto al calor de los rescoldos.
Pasar una temporada aprendiendo de los esquimales
que viven en casas idénticas y encienden un único fuego.
De: “Un invierno ruso”
Soñar con un plato de comida y una cama
luego de un trabajo pesado
es todo lo que pido.
Dormir en el interior de un iglú,
junto al calor de los rescoldos.
Pasar una temporada aprendiendo de los esquimales
que viven en casas idénticas y encienden un único fuego.
De: “Un invierno ruso”
FRANCISCO MARTINOVICH
Vivos
la
gente tiene más hambre
la
gente tiene más frío
y poco
alimentan
promesas
de hojaldre
y poco
calientan
las
aguas del río
que va
hacia la muerte.
RAMÓN MARTÍNEZ LÓPEZ
Eternidad en la ausencia
Tú no
sabes,
pero yo
alguna vez lo he visto:
hace
parte de las cosas
que
cuando se están yendo
parece
que se quedan.
Andrea
Cote
Siempre
quisiste ser lluvia,
prolongación
de nube,
rocío
mismo
sobre
la verde hierba.
Yo, en
cambio, solo anhelaba ser camino
bajo
tus pies descalzos,
regazo
de tierra
para tu
cuerpo herido.
Siempre
quisiste ser río sin cauce,
sueño
impío y sobresaltado,
brizna
suelta de sueño
sobre
los tejados.
Yo,
sólo mano en tu cintura,
susurro
en tu oído,
Secuencias
de piel sobre el invierno
caricia
en tu espalda,
beso en
tu ombligo.
Imposible
abrazarnos:
Yo,
ceniza; Tú, agua.
Fragmento
de ti.
Sendero
no transitado.
Maldita
verdad la nuestra:
siempre
te estás yendo
aunque
parece que te quedas.
Sí.
Siempre quisiste ser lluvia.
Yo, al
menos, seré el camino
bañado
por tus aguas.
VÍCTOR A. JIMÉNEZ JÓDAR
La chica del vestido rojo
En el
cruce de calles
de
Plaza Damasqueros,
en la
terraza en cuesta,
junto a
la escalinata
que se
alza al Realejo,
sobre
un sillar de piedra
te
sientas en la esquina.
Yo
estoy sentado justo
enfrente,
acompañado
de unos
cuantos amigos,
en la
puerta de un bar.
Te
enciendes un cigarro
sentada
en el bordillo,
la
espalda en la pared.
Disimulado
miro
el
vestido que llevas
rojo a
lunares blancos.
La
sonrisa profunda
y
triste. La mirada
fija en
el horizonte.
La
melena morena,
esparcida
en los hombros.
¡En
flor la primavera
persiste
en tu hermosura!
Cierto
aire sencillo
se
acumula en tu ausencia.
Parece
que te yergues
vívida
ante la bruma,
valiente
en la discordia.
Tu
imagen se resuelve
revelación
pagana
y te
adentras conclusa,
locuaz
en el misterio.
El caso
es que hace un rato
me he
cruzado contigo.
Caminando
ibas cerca
de
donde caminaba,
de
manifestación,
junto a
los anarquistas.
Durante
unos segundos
me he
fijado en tu porte.
Ibas
radiante como
esta
revolución
que
inminente se forja.
Conversabas
alegre,
perspicaz
y atrevida.
Ahora,
el voluble azar,
ha
estimado volver
a
encontrarnos ajenos
uno del
otro.
Tú,
allí sentada.
Yo,
aquí en el bar.
Aunque
no te conozco
he
creído conocerte
desde
toda la vida
y he
querido escribir
el
testimonio
de tu
figura.
Justo
en ese momento
un
fotógrafo pasa,
y al
quedarse prendado
de tan
intensa imagen,
te
pregunta si puede
hacerte
algunas fotos.
Asientes
ruborosa.
No
posas. Sin embargo,
intuyo
que te encanta.
Pareces
ser consciente
de la
atención secreta
-simbólica
en la tarde-
que
despierta la estampa.
Se
despide el fotógrafo
agradeciendo
el gesto.
Al rato
llega un chico,
os
besáis sonrientes
y os
vais por la ciudad.
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