"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 23 de marzo de 2016
ANA MARÍA JUANA ROJAS
7
Y
pasó la noche.
El
aroma de la tierra
húmeda
se asomó
en
mis manos.
Después,
me acarició
el
viento.
Caminé
sola.
Una
mariposa
en la
tarde
recordó
al girasol
en
las laderas.
Aquí
estoy.
Limpia
de besos
aquí
estoy,
sin
manchas, sin huellas
con
las manos perdidas
en la
lluvia.
CONCHA LAGOS
No
hilvanemos historias, no hace al caso,
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.
Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.
«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.
Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.
¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?
A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».
¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.
A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?
Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).
Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.
No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.
Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.
«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.
Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.
¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?
A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».
¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.
A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?
Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).
Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.
No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.
OMAR SANTOS
Insalvable.
Y no
habrá algún prodigio que ponga
de
rodilla a tus fantasmas,
ni la
certeza de tener privilegios
frente
a la retirada del arcángel.
Tu
flor alimentada en los laberintos
vendrá
a ser el reclamo perdurable,
la
paranoia que elige entre las piedras.
En el
espejo la rabia. En el camino
la
ansiedad última de proferir
por
los recovecos.
Te
llegará la noche para saldar viejas deudas,
para
deletrearle sus muros a la derrota.
Te
llegará ese fruto
por
si visitas los despeñaderos
del
poema,
Por
si te mojas bajo el árbol
de
las lamentaciones.
EUGENIO DE NORA
Yo,
muchacho aldeano, regresando
por mis años de fresca y verde senda,
traigo, para tu tiempo, la alegría
de aquella inagotable primavera.
por mis años de fresca y verde senda,
traigo, para tu tiempo, la alegría
de aquella inagotable primavera.
Para
tu boca traigo la caricia
de tantas flores de color que sueña;
para tus ojos en los que oscurece,
la estrella de la tarde triste y bella.
de tantas flores de color que sueña;
para tus ojos en los que oscurece,
la estrella de la tarde triste y bella.
Traigo
la voz del agua que ha pasado
en el silencio tibio de la hierba;
te traigo el cielo, corazón sonoro
con álamos de música y ribera.
en el silencio tibio de la hierba;
te traigo el cielo, corazón sonoro
con álamos de música y ribera.
Abre
tu alma. Mira el valle inmenso.
Nos ha correspondido esta riqueza.
es todo tuyo. el borde de la dicha
va más allá del tiempo y de la tierra.
Nos ha correspondido esta riqueza.
es todo tuyo. el borde de la dicha
va más allá del tiempo y de la tierra.
CONSTANTINO KAVAFIS
Cuanto puedas...
Cuanto puedas
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
por contacto excesivo
con el mundo que agita movedizas palabras.
No la envilezcas nunca
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de los rostros diarios
y al cabo te resulte un huésped importuno.
Cuanto puedas
Si imposible es hacer tu vida como quieres,
por lo menos esfuérzate
cuanto puedas en esto: no la envilezcas nunca
por contacto excesivo
con el mundo que agita movedizas palabras.
No la envilezcas nunca
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de los rostros diarios
y al cabo te resulte un huésped importuno.
Versión
de José Ángel Valente
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