miércoles, 26 de marzo de 2014

EMILIO PRADOS

 


Tránsitos

 

¡Qué bien te siento bajar!
¡Qué despacio vas entrando,
caliente, viva, en mi cuerpo,
desde ti misma manando
igual que una fuente, ardiendo!

Contigo por ti has llegado
escondida bajo el viento,
-desnuda en él-, y en mis párpados
terminas, doble tu vuelo.
¡Qué caliente estás! Tu brazo
temblando arde ya en mi pecho.

Entera te has derramado
por mis ojos. Ya estás dentro
de mi carne, bajo el árbol
de mis pulsos, en su sombra
bajo el sueño:
¡Entera dentro del sueño!
¡Qué certera en mi descanso
dominas al fin tu reino!

…Pero yo me salvo, salto,
libre fuera de mí, escapo
por mi sangre, me liberto,
y a ti filtrándome mágico,
vuelvo a dejarte en el viento
otra vez sola, buscando
nueva prisión a tu cuerpo.

 

 

JOSÉ ZORRILLA Y MORAL


 



En vuestro álbum escribir
Me ordena Vos un ser
De quién me ordenó vivir
Dios cautivo hasta morir
Por amor y por deber.
Mas dignaos advertir
Que para haceros servir
No era tanto menester,
Pues me honráis Vos con querer
Lo que a mí me honra cumplir.

 

Su sola presentación
Por sólo ser de quién es,
Da a este álbum pasa y razón;
Y pues prez da y galardón
Él donde va, venga pues;
Yo sé que mi obligación
Es poner mi corazón
Y mi pluma a vuestros pies;
Y lo están... sin interés,
Sin plazo y sin condición.

 

Más de este álbum, ¡ay de mí!
Hay que miniar el papel
Con una gota turquí
De la sangre de una hurí
Recogida en un clavel,
Y tomando por pincel
El pico de un colibrí,
Que no iba más que miel;
En vuestro álbum, Isabel,
No se escribe más que así.

 

Quisiera así escribir yo:
Pero así, ¿cómo y con qué?
La que por Vos me le dio
En mis manos le dejó
Me dijo "escribe" -y se fue.
Le he de escribir, ¿cómo no?
Mas, señora, os juro a fe,
Que desde que a mí llegó
No sé lo que me pasó
Que lo que es de mí no sé.

 

Le miro y vuelvo a mirar,
Le hojeo y vuelvo a hojear;
Una hoja de la otra en pos
Me detengo a contemplar;
Una busco en que firmar
Y se me pasa entre dos.
¡Ay! Vuestro álbum es el mar
En donde me arroja Dios
Mi pensamiento a buscar...
Y yo no hablo más que a Vos.

 

Busco una idea a través
Del ondulaje en que van
Y vienen, como una mies
Sobre quien los vientos dan,
Las mías; pero mi afán
Perdido e inútil es:
Mis pensamientos están
Todos con Vos. ¿Qué trae, pues,
Vuestro álbum? ¿Es talismán
Que os echa almas a los pies?

 

De vuestra cámara real
Trae el perfume sutil:
Vuestros labios de coral
Con vuestro aliento vital
Le han dado nardos de abril
El olor primaveral,
Y en su canto marginal
De vuestra mano gentil
Se adivina la señal
De los dedos de marfil.

 

Eso trae, y eso al traer,
Trae de mi alma al interior
De la esperanza el albor,
La luz al amanecer,
La prez de vuestro favor,
Al vapor de vuestro ser,
No como de una mujer
Sino como el de una flor:
La flor que planta el deber
Y que cultiva el honor.

 

Trae además para mí
Vuestro álbum más alta prez
Que ambiciona la altivez
De mi ingenio baladí:
Jamás fue par el neblí
Con el águila; y buen juez
De mí mismo, si esta vez
Hasta estas hojas subí,
Mirad que me alzó hasta aquí
Vuestra regia esplendidez.

 

Aquí os voy, pues, a poner
Un cantar, no por llenar
Un deber, no por saber
Que, el álbum al registrar,
Por mis versos vais, al leer,
Vuestros ojos a pasar;
Y si logro yo el placer
De que os logren agradar,
¡Qué honrados se van a ver
Los versos de mi cantar!

 

Más, ¿por qué anheláis señora,
Tener aquí un vil montón
De versos míos, ahora
Que mi vieja musa llora,
Y a la puerta del panteón,
La vejez me desvigora,
Del mundo me desamora,
Me amilana el corazón
Y tiene a mi guzla mora
Descordada en un rincón?

 

¿Cómo ya hasta Vuestra Alteza
Elevar podrá un cantar
Un viejo, de quien ya empieza
A desvariar la cabeza
Y la lengua a balbucear,
Y que vacila y tropieza
Al escribir y al andar?
Imposible: mi torpeza
De este papel la limpieza
No se atreve a emborronar.

 

Vuestra Alteza me perdone:
Para mí es sólo el sonrojo
De no poder vuestro antojo
Cumplir, mas la edad me abone.
Llegar a viejo supone
Cambiar de ser; no es mancilla;
Mas dejar de ser, humilla;
Y pues lo que fue ya no es,
Sólo pone a vuestros pies
Lo que fue José Zorrilla.

 

 

LUZ MARÍA JIMÉNEZ FARO


 
Para Contar Cualquier Historia…


Para contar cualquier historia vieja. Para que el tiempo reconozca que sangre, o grito, o verso es vida. Para decir tu nombre y no caer en un proyecto de monotonía. Para que las flores de Baudelaire encuentren esa capacidad de asombro y abrir al hombre a una memoria compartida. Para que las palabras que evitan desangrarse pierdan esa solemnidad de pompas de jabón. Para que este dolor de piedra y ala que se alza desde el pecho hasta la luna encuentre la cicatriz precisa. Para que este miedo con percusión oscura de campanas se seque al sol. Para que esto y aquello no se nos vuelva añicos, debemos usar algo la locura.
Detesto a las abejas desde niña porque jamás poseerán los mares.

JOSÉ HIERRO


 

Vida


Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo,
supe que todo no era más que nada.



Grito: '¡todo!', y el eco dice '¡nada!'.
Grito '¡nada'!, y el eco dice '¡todo!'.
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.


No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada).


Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

PEDRO SALINAS SERRANO




¡Cómo me dejas que te piense!

 

¡Cómo me dejas que te piense!
Pensar en ti no lo hago solo, yo.
Pensar en ti es tenerte,
Como el desnudo cuerpo ante los besos,
Toda ante mí, entregada.
Siento cómo te das a mi memoria,
Cómo te rindes al pensar ardiente,
Tu gran consentimiento en la distancia.
Y más que consentir, más que entregarte,
Me ayudas, vienes hasta mí, me enseñas
Recuerdos en escorzo, me haces señas
Con las delicias, vivas, del pasado,
Invitándome.
Me dices desde allá
Que hagamos lo que quiero
Unirnos al pensarte.
Y entramos por el beso que me abres,
Y pensamos en ti, los dos, yo solo.

 

MIGUEL DE UNAMUNO


 

La luna y la rosa

 

En el silencio estrellado
La Luna daba a la rosa
Y el aroma de la noche
Le henchía ?sedienta boca?
El paladar del espíritu,
Que adurmiendo su congoja
Se abría al cielo nocturno
De Dios y su Madre toda...
Toda cabellos tranquilos,
La Luna, tranquila y sola,
Acariciaba a la Tierra
Con sus cabellos de rosa
Silvestre, blanca, escondida...
La Tierra, desde sus rocas,
Exhalaba sus entrañas
Fundidas de amor, su aroma...
Entre las zarzas, su nido,
Era otra luna la rosa,
Toda cabellos cuajados
En la cuna, su corola;
Las cabelleras mejidas
De la Luna y de la rosa
Y en el crisol de la noche
Fundidas en una sola...
En el silencio estrellado
La Luna daba a la rosa
Mientras la rosa se daba
A la Luna, quieta y sola.