domingo, 18 de noviembre de 2018


ALEYDA QUEVEDO ROJAS





Mantras



Todos los enfermos dicen
antes de…
No más falsedades
una segunda oportunidad
corre entre el agua de la virtud
es banda sonora de latidos
crujir de tripas
saliva densa arrastrándose por la garganta
una pedregosa tos antes de…
oooooommmmmm
oooooommmmmmmmmm
om.



BENJAMÍN VALDIVIA




  
El sol no pide alabanzas



El sol no pide alabanzas por
alumbrar este deseo demasiado.
Ni la lluvia nos exige celebraciones
cuando humedece tu alegría y tu cabello
sobre otras partes del mundo.
Pero yo alabo al sol,
yo celebro la lluvia,
el canto del aire arracimado de armonías
que sólo saben ser cuando se escucha
reír tu edad satisfactoria
mientras te besa mi percepción oscura.
Las cosas son de tierra o fuego
una reverencial corona de sueño natural.
Sobre ellas, junto a ellas, conduces
el rango superior del carruaje de tu cuerpo.
Alabo y celebro el festival de las cosas,
su alegría tan casi semejante a mi alegría
bajo el sol o la lluvia.
Las migajas del tiempo se dan para los otros:
que repartan mendrugos con tristeza,
codicia, senectud interior o pesimismos.
Nosotros recorremos la ruta de lo nuevo,
la parsimonia de un secreto
que se asoma a la luz.


De: “Hablar en lenguas”



TAMARA ORELLANA VALDIVIESO





No poder entender la ausencia



Me acuerdo cuando la señora Ángela me contó
que cada vez que me iba a clases
dabas vueltas por mi pieza
y me buscabas, llorando.
Me dio ternura,
como se enternecen los adultos
de las penas de los niños,
sin tomarlas en serio.

Ahora entiendo qué se siente
dar vueltas por la casa y que,
por más que se lo llame y se llore,
el ser amado
no aparezca.



YOLANDA ARROYO





no fui a recoger a mi hijo



no fui a recoger a mi hijo
como en el kínder
luego de hacer su lonchera
o a su espera en el merendero
velando que nadie lo molestara
cual primigenio padre ansioso
que necesita estar al frente de la verja
para verlo salir a salvo
estar ahí por si lo enfrenta un coloso
que lo hará llorar
que se burlará de sus músculos débiles
o de su vocecita de niña

no fui a reclamar a mi hijo
como cuando lo visitaba en el camerino
de su primera obra de teatro
o por su estreno en el cuerpo de bailarines
sabiendo que sufría
disimulando entre la canasta de frutas
alguna rosa escondida por su madre
aquellas que solo él disfrutaba en secreto
para evitar el acoso
la frustración
los miramientos y la humillación tosca
de tantos desentendidos

no fui a identificar a mi hijo
como en el desfile de la primera comunión
encubriendo su amistad con algún monaguillo
ocultando sus vestimentas coloridas
la maleta de maquillaje estrambótico
las pelucas, los sombreros y las estolas
las lentejuelas y los tacones en piel

no fui a cargar a mi hijo muerto
cual escultórica Pietà de Vaticano
no me atreví
no fui a su cuerpo
no fui a su rostro
ni a sus pestañas llorosas ante el dolor de los disparos
no fui a sus brazos temblorosos en la ausencia de mi bendición
ni al hueco de cuello moribundo
al que le falta mi corona de flores
no vi sus labios pronunciando un lamento
no recité junto a su oreja el ángel de la guarda
no dije amén con él
no me retorcí ante su falta de pulso
ante su pestañear agónico
frente a su ultimo respiro
no quise estar ahí
no lo busqué en la morgue
no lo saqué de aquella nevera morada
no lo recogí para besar su frente
no lo enterré
tiene culpa la vergüenza
tiene culpa  aquella discoteca
tiene culpa el asesino
tengo culpa yo
y en el fondo
no fui por el deseo de pensarlo aún vivo…



ALEJANDRA MACHUCA





Escalera al cielo



Escalar-te
a las ocho de la mañana
llevar conmigo ligas para atarme el pelo y tener el rostro libre
para rezarte de rodillas tocando la superficie de tu fuente santa
cantemus hymnum, quem cantabant sancti in camino ignis,
benedicentes Dominum
voy en mi camino hacia tu cumbre
espérame con el desayuno
yo que he transitado calles polvorientas para verte
en la oscuridad
detrás de la puerta
esperando-me
para bendecirme
Benedicite, sol et luna, Domino,
benedicite, stellæ cæli, Domino.
que la iluminación siempre sea otra
y tu centro sea con mi centro
tus órbitas me expandan
y tus rayos con los míos
tu universo contra el mío
hasta que la noche nos resguarde


MIGUEL RASH ISLA





Tus ojos



Estábamos a solas en el parque silente
la tarde en desmayadas medias tintas moría,
y era tal el encanto que en las cosas había
que daban como ganas de besar el ambiente.

Primavera llegaba y el retoño incipiente
-anuncio placentero de la flor- verdecía,
y el alma contagiada del milagro del día,
florecía lo mismo que el jardín renaciente.

Ella escrutaba el cielo con fijeza tan honda,
que el verdor transparente de sus ojos letales
tomó de pronto un verde sensitivo de fronda.

Yo la miré y ansioso de halagar sus antojos,
la dije ante los tiernos brotes primaverales:
-Esta vez ha empezado la estación en tus ojos.