No poder entender la ausencia
Me
acuerdo cuando la señora Ángela me contó
que
cada vez que me iba a clases
dabas
vueltas por mi pieza
y me
buscabas, llorando.
Me dio
ternura,
como se
enternecen los adultos
de las
penas de los niños,
sin
tomarlas en serio.
Ahora
entiendo qué se siente
dar
vueltas por la casa y que,
por más
que se lo llame y se llore,
el ser
amado
no
aparezca.
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