no fui a recoger a mi hijo
no fui
a recoger a mi hijo
como en
el kínder
luego
de hacer su lonchera
o a su
espera en el merendero
velando
que nadie lo molestara
cual
primigenio padre ansioso
que
necesita estar al frente de la verja
para
verlo salir a salvo
estar
ahí por si lo enfrenta un coloso
que lo
hará llorar
que se
burlará de sus músculos débiles
o de su
vocecita de niña
no fui
a reclamar a mi hijo
como
cuando lo visitaba en el camerino
de su
primera obra de teatro
o por
su estreno en el cuerpo de bailarines
sabiendo
que sufría
disimulando
entre la canasta de frutas
alguna
rosa escondida por su madre
aquellas
que solo él disfrutaba en secreto
para
evitar el acoso
la
frustración
los
miramientos y la humillación tosca
de
tantos desentendidos
no fui
a identificar a mi hijo
como en
el desfile de la primera comunión
encubriendo
su amistad con algún monaguillo
ocultando
sus vestimentas coloridas
la
maleta de maquillaje estrambótico
las
pelucas, los sombreros y las estolas
las
lentejuelas y los tacones en piel
no fui
a cargar a mi hijo muerto
cual
escultórica Pietà de Vaticano
no me
atreví
no fui
a su cuerpo
no fui
a su rostro
ni a
sus pestañas llorosas ante el dolor de los disparos
no fui
a sus brazos temblorosos en la ausencia de mi bendición
ni al
hueco de cuello moribundo
al que
le falta mi corona de flores
no vi
sus labios pronunciando un lamento
no
recité junto a su oreja el ángel de la guarda
no dije
amén con él
no me
retorcí ante su falta de pulso
ante su
pestañear agónico
frente
a su ultimo respiro
no
quise estar ahí
no lo
busqué en la morgue
no lo
saqué de aquella nevera morada
no lo
recogí para besar su frente
no lo
enterré
tiene
culpa la vergüenza
tiene
culpa aquella discoteca
tiene
culpa el asesino
tengo
culpa yo
y en el
fondo
no fui
por el deseo de pensarlo aún vivo…
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