domingo, 21 de marzo de 2021




 

VIOLETA PUJOLS

 


 

El grito del perdón




Un fantasma
me ronda
pero ya no duele.

Recorre los espacios
de la memoria
que un día
lloró, gritó,
maldijo en silencio.

Una memoria que se asqueó
echando culpas
a una inocente.

Hoy ese fantasma
cabalga en la memoria
que perdona.


 

ANGÉLICA SANTA OLAYA

 


 

 

 

Este suspiro

quiere volar a ti.

Prepara el labio

 

 

MANUEL SOSA

 

 

 

Arte obediente

 

 

Enumerando derrotas: así también confirmamos
que alguna espontaneidad sobrevive
fuera de las murallas, donde todo es rastro
de tiza y de sangre, y alaridos.
Un evasor más, como nosotros, entra y sale
abrazando pliegos olorosos, su tinta tan fresca
que mancha la piel; pasa sin reconocernos
y se pierde en la planicie, sin mirar atrás.
Ha dejado esa fragancia, señal de que sabe desmarcarse
y aquietarse a la vez.
Un evasor más, a quien dejan regresar
porque sabe guardar silencio y recoger la ceniza.
Leemos sus derrotas en un registro que permanece
intacto, el novicio que sigue escribiendo
como novicio, el tiempo detenido
en el mismo libro que insiste en ofrecer.
Yo intuyo otra derrota más, dejada afuera
por desconocimiento: haber callado
obstinadamente para no contaminar su arte
hecho de palabras ambiguas, y no saber
qué hacer con tanta mudez y tanto ingenio
cifrados por la obediencia.

 


LUCY IAQ

 

  

 

Escenas



Amplio espacio
mutilado de espanto
Estallido que sesga 
la quietud cotidiana
(no da tiempo al pensamiento)
La realización cobra vidas
Y hay un fin y un comienzo.
Son las horas que parten...
Ulular de sirenas 
cortan el aire
Desbordantes sinrazones.
Enajenadas manos
aletean sobre la certeza
inmóvil...
Destrucción y pavor.
Alaridos mortales,
Impotencias. Lápidas y muros
vociferando horrores.
Epitafios: «Aquí yace...».
Se desangran números y letras
desde el mármol
Y fluyen, sin detenimiento,
gotas demandantes de justiciero acto.
Es la guerra de siempre.
La de los andenes.
La de las torres gemelas.
La sin contra atacantes.
La sin refugiados.
La sin fronteras.
(Desde aquellas orillas. Y desde éstas)
«La guerra de ideas»
¿Comienzo de otras?
¿Fines? Escenas.

 

Lucy Iaq es el seudónimo literario de Lucía Giaquinto,

JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALAN

  

 

Los sedientos



Vagando va por el erial ingrato,
detrás de veinte cabras,
la desgarrada muchachuela virgen,
una broncínea enflaquecida estatua.
Tiene apretadas las morenas carnes,
tiene ceñuda y soñolienta el alma,
cerrado y sordo el corazón de piedra,
secos los labios, dura la mirada...
Sin verla ni sentirla
la estéril vida arrastra
encima de unas tierras siempre grises,
debajo de unas nubes siempre pardas.
Come pan negro, enmohecido y duro,
bebe en los charcos pestilentes aguas,
se alberga en un cubil, viste guiñapos,
y se acuesta en un lecho de retamas.
No sueña cuando duerme,
no piensa cuando vela desvelada;
si sufre, nunca llora;
si goza, nunca canta,
y vive sin terrores ni deleites,
que no la dicen nada
ni los fragores de las noches negras,
ni los silencios de las noches diáfanas,
ni el rebullir del convecino sapo,
ni los aullidos de la loba flaca
que yerra sola venteando carne
de chivos y de cabras.
Nunca sintió las alboradas tristes,
nunca sintió las bellas alboradas,
ni el ascender solemne de los días
ni la caída de las tardes mansas,
ni el canto de los pájaros,
ni el ruido de las aguas,
ni las nostalgia del rumor del mundo,
ni los silencios que el erial encalman.
Su padre fue el pecado,
su madre, la desgracia,
y otra pareja infame
de carne estéril y de infames almas,
la robó de la cuna de los huérfanos
con hórrida codicia calculada.
El mirar de sus ojos ofendidos
por el erial resbala
como el osado pensamiento humano
que osa escrutar los reinos de la nada.
Ciegos los ojos, sordos los oídos,
la lengua muda y soñolienta el alma,
vagando va por el erial escueto
detrás de veinte cabras
que las tristezas del silencio ahondan
con la música opaca
del repicar de sus pezuñas grises
sobre grises fragmentos de pizarras...



JUAN CLEMENTE ZENEA Y FORNARIS

 

 

 

Oda á México

 

  

Y asi está escrita toda esta inmensa silva, sin
que se detenga un punto el raudal descriptivo,
que ora resbala entre flores, ora ruge con la voz
de las tempestades y de los volcanes.

 

El poeta
lo recorre todo, desde el inquieto hervor sañudo

 

del eléctrico incendio, que aún trabaja
las visceras gigantes de la tierra,

 

hasta el diamante de los lagos , engarzado en cerco
de verduray

donde Natura reservarse quiso
tálamo á sus deleites prodigioso,
cuyo cielo arrancó del Paraíso.