sábado, 16 de marzo de 2019


LOUIS ELISABETH GLÜCK





El iris salvaje



Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte
lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.


De: "Iris salvaje"

TÉOPHILE GAUTIER





Las palomas



En el collado aquel de los sepulcros
una palmera y su penacho verde
se yerguen donde acuden las palomas
a anidar por la noche y guarecerse.

Con el alba desertan de las ramas:
como un collar que se desgrana, vemos
-blancas, dispersas, en el aire azul-
que algún tejado buscan aún más lejos.

Todas las noches es un árbol mi alma
donde se posan con las alas trémulas
enjambres blancos de visiones locas
para echar a volar cuando clarea.


Versión de Carlos Pujol


NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN





Oda a los ojos de Dorisa



Ojos hermosos
de mi Dorisa:
yo os vi al reflejo
de luces tibias...
¡Noche felice,
no te me olvidas!
Turbado y mudo
quedé a su vista,
susto de muerte
me atemoriza,
y sólo huyendo
pude evadirla.

Ojos hermosos:
yo así vivía,
cuando amor fiero
gimió de envidia.
Quiso que al yugo
la cerviz rinda,
y os me presenta
con pompa altiva,
una mañana,
cuando ilumina
Febo los prados
que abril matiza.
Vi que con nuevas
flores se pinta
el suelo fértil,
la cumbre fría;
los arroyuelos
libres salpican,
sonando roncos,
la verde orilla.
Gratos aromas
el viento espira,
cantan amores
las avecillas.

Ojos hermosos:
yo me aturdía,
cuando me ciega
luz improvisa,
con más incendios
y más rüinas
que si centellas
Júpiter vibra.
Nunca posible
será que diga
que pena entonces
me martiriza.
¡Qué feliz era,
qué bien hacía
mientras huyendo
sus fuegos iba!

Ojos hermosos:
si conocida
a vos os fuese
vuestra luz misma,
o en el espejo
la reflexiva
tanto mostrara,
conoceríais
qué estrago al orbe
se le destina,
bien con enojos
bien con delicias.
¡Ay cómo atraen,
cómo desvían,
cómo sujetan,
cómo acarician!

Piedad, hermosas
lumbres divinas,
de quien amante
os solemniza.
Y si a mi verso
la suerte amiga
da, que en el mundo
durable exista,
aplauso eterno
haré que os siga,
y en otros siglos
daréis envidia.


TRISTAN TZARA





Si hubieses sido costurera o no, esto no me importa...



Si hubieses sido costurera o no, esto no me importa
Amor provinciano al tanto con la vida literaria
T u alma es tan pura y bien informada -esta es
la parte principal para el canto sentimental

Amor repartido entre visitas con discusiones y charlas
Esperaba que te dijera con dicción mi declaración
que encuentre el instante propicio para comparaciones adecuadas
versificadas según antiguas reglas como las flores del jardín

Te has engañado te has engañado, lo esperado no se ha cumplido
Pensabas que me avergüenzo de empezar con un trémolo de mandolinas
Si supieras lo que pasó -estoy enamorado solamente de ti
Nos hemos buscado y estoy muy Contento de habernos amado sin principio y sin fin

La primavera se pasea en carroza, yo vengo a caballo
Cantante de nuevas cuerdas del campo y traigo al perro el ladrillo del atardecer
que recibe a su rey vencedor con flores y mozas


Versión de Darie Novácenau



ARLETTE LUÉVANO





¿Qué dolor habrá para mí,
qué lagrimas, qué flores, después de ella?
¿Alcanzará alguien a rezar mi muerte?
¿Qué pasará si alguien más muere mañana?
¿Habrá un sobrellanto compartido?
¿Nacerán nuevos llantos diferentes?
Has dicho antes que sólo hay un amor verdadero en esta vida.
Dime               ¿hay también para la muerte un solo corazón?
¿Y si mi muerte es un desierto
y si caigo en un pantano a donde todos se olviden?

Caigo

sin fuerza para volver la mirada hacia la luna


FÉLIX MARÍA SAMANIEGO





Fábula XIII

13. El ciervo en la fuente



Un Ciervo se miraba
En una hermosa cristalina Fuente;
Placentero admiraba
Los enramados cuernos de su frente,
Pero al ver sus delgadas, largas piernas,
Al alto cielo daba quejas tiernas.
«¡Oh dioses! ¿A qué intento,
A esta fábrica hermosa de cabeza
Construir su cimiento
Sin guardar proporción en la belleza?
¡Oh qué pesar! ¡Oh qué dolor profundo!
¡No haber gloria cumplida en este mundo!»
Hablando de esta suerte
El Ciervo, vio venir a un lebrel fiero.
Por evitar su muerte,
Parte al espeso bosque muy ligero;
Pero el cuerno retarda su salida,
Con una y otra rama entretejida.
Mas libre del apuro
A duras penas, dijo con espanto:
«Si me veo seguro,
Pese a mis cuernos, fue por correr tanto;
Lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,
Haga mis feos pies el cielo eternos:»

Así frecuentemente
El hombre se deslumbra con lo hermoso;
Elige lo aparente,
Abrazando tal vez lo más dañoso;
Pero escarmiente ahora en tal cabeza.
El útil bien es la mejor belleza.