"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 1 de mayo de 2022
AURELIA CASTILLO DE GONZÁLEZ
Pacto
Para Obdulia
Fabregat, la del bellísimo corazón
Dolor!
Bajo tu garra enconosa y terrible
me
tienes derribada casi en tierra y vencida.
Como
gato maligno juegas con mi persona.
Tu
poderío es grande, tu austeridad temible,
Tú
eres el negro pájaro, vengador, duro y feo,
y
yo, bajo tu pico, el triste, pero altivo, rebelde Prometeo.
Más
nunca de mis labios el anatema brote.
Tú
eres para los grandes envidiable corona,
ya
se forme de rosas, ya se forme de espinas.
Para
el villano eres el merecido azote.
Al
justo le circundas con aureolas divinas.
Como
perla magnífica te llevaba en su seno,
piadoso,
por el mundo, el joven nazareno.
No
conoció los goces de los vulgares nombres;
flameando
ese amor en las entrañas puras,
hizo
de él una pira para edades futuras.
Y
entonces tu reinado incontrastable vino.
Se
buscaba con ansía, con voluptuoso empeño,
tu
caricia de tigre, y tu macabro ensueño.
En
el circo terrible de la terrible Roma,
como
al azar jugóse el pavor del destino.
La
doncella cristiana, hacia el cielo la frente,
ante
bestias feroces aparecía sonriente.
Rodaban
sus despojos sangrientos por la arena.
Para
abonar la idea siempre la sangre es buena.
La
matrona surgía, y quedaba la prole
abandonada
al mundo que a no dudar la inmole.
Su
prole era de príncipes, de dignidades altas
que
encontraban refugio o prematuras tumbas
en
aquellas chorreantes y oscuras catacumbas,
donde
tú hasta el martirio, la confortas y exaltas.
Aquellos
perseguidos hoy son perseguidores.
El
duro bíceps está armado y dispuesto
para
el fraterno gesto,
aplastar
al hermano.
Entre
hombres y hombres no los hay ni mejores,
ni
tampoco peores.
No
existen entre ellos insondables abismos.
Los
de ayer y los de hoy son hombres, son los mismos.
Lo
que hay de eterno es ¡oh, triste Soberano!
el
pacto del dolor con el género humano!
Camagüey, 12 de julio
de 1920
HORACIO CASTILLO
Anquises sobre los hombros
Todos
llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
Pero luego se vuelve cada vez más liviano,
Hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
En un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.
ZÉNO BIANU
A contrasombra
A Bernard Noel
a
contrasombra
tú escuchas
la voz sin voz
la voz viva
de una corteza viviente
entre los taludes del ser
hacia la falla del amor
a
contrasombra
para tallar
el virus de la vida
franquear
la linde de los comas
aferrarse
a la nuca del mundo
a
contrasombra
acuérdate
de pintar todo el cielo
acuérdate
de recitar las estrellas
acuérdate
de dejar brillar la lluvia
a
contrasombra
la palabra sopla
el soplo habla
yo quiero
unir el cielo a tus párpados
yo quiero
explorar el alfabeto de tu vida
a
contrasombra
mi día se posa sobre tu noche
tu noche se posa sobre mi día
yo escribo
en el fin del mundo
con un cuerpo esparcido
que el soplo reúne
a
contrasombra
acuérdate
de devorar mi somnolencia
acuérdate
de plantar mis ojos en la tierra
acuérdate
de enseñarme a morir
a
contrasombra
una sola palabra
una sola palabra
en la punta de tu lengua
la palabra del fin de todo
una fuga
para habitar lo inagotable
a
contrasombra
intensamente
devastado de silencio
para no ser jamás colmado
hasta la piel
hasta el polvo
repetir cada nombre del mundo
ARMANDO RUBIO HUIDOBRO
Distancia
Indiferencia
del mundo
y de las cosas
hacia mí;
indiferencia mía
hacia el mundo y las cosas:
mutua correspondencia.
Transito
y caigo
de pie.
La
misma puerta
entreabierta
en un desierto
marchito de sol.
La
gaviota extraviada
en un espejismo de mar,
abre sus alas,
yerta,
sobre el vacío de las cosas.
GONZALO ARANGO
Poema tristísimo
Si
muero
te invito al sol
alma mía
y no olvides
llevar tu cuerpo
Sufriremos
felices
y juntos seremos
carne de luz
en la memoria de Dios
Y si
no hay Dios
lo mismo da
Recordaremos
el sol
que tanto nos gustaba
allá en Cali Colombia
Nuevo Mundo ¿Recuerdas?
¿O
era en la luna?
¡Lo olvidé!
TERESA AMY
Poema 20
comprendí
perfectamente
después de un tiempo, que no sabía
trabajar el cuerpo
del texto, ni buscar el espesor
de las palabras, ni dejarse tomar
por el murmullo de las hojas ni
por la mejor
música inglesa del 70;
comprendí que no debía molestarme
que no se pareciera en nada a Scott Fitzgerald, y
razonablemente pensé que no debía
molestarle que yo (también)
quisiera ser un faro para
tener, por lo menos, barcos
que me miren
aunque nada ilumine:
es un camino lleno de desastres, desastrado,
le expliqué
