"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 14 de julio de 2022
GILLIAN ALLNUTT
Soledad
Invento
la palabra ditheridoo y me siento.
Este
es mi jardín secreto donde puedo caminar y hablar conmigo mismo sin celular.
Nos
debemos el uno al otro para acercarnos sin expectativas.
¿Quién
puede estar solo?
Hasta
la aguileña, como un pequeño cuerpo de baile esperando en el ala del atardecer,
está lista para abrir.
Más
tarde, la luna creciente, como por error, llegará al Jardín del Amor en medio
del mío.
Versión
de Luis David Palacios
AMY BLAKEMORE
Los
huéspedes
Eres
niña, imagínate.
Te
detienes en la puerta para ver a los huéspedes
durmiendo
como caimanes en sillones y sofás cama.
Son
amantes o amigos de tus padres.
Los
ves porque yacen entre ti y la televisión.
Te
detienes porque los pliegues de sus ojos
forman
una costra amarilla como cuevas de sal,
parecen
un poco viejos, un poco sabios,
y
porque sientes el aliento de sus ronquidos;
cortados
del amargo aire de la mañana,
forman
estatuas de resina pegajosa cuando no estás ahí,
nacarados
picos de paloma o mujeres en vestido de noche
que
te dirán quiénes son estos extraños.
Versión
de Luis David Palacios
GEORGE HERBERT
El
collar
Golpeé
la mesa, grité: ¡No más!
Yo
ya me voy. ¿Qué,
acaso
siempre he de llorar?
Mis
líneas y mi vida son libres, libres como el camino,
sueltas
como el viento,
altas
como la bóveda celestial.
¿Estaré
siempre en este cuerpo? ¿No tengo más cosecha que una espina
que
me sangra y no me deja restaurar
lo
que he perdido como fruto cordial?
Ciertamente
había vino antes de que mis suspiros lo secaran,
había
maíz antes de que mis lágrimas lo anegaran.
¿Está
el año perdido para mí? ¿Acaso no tengo bayas que lo coronen,
ni
flores,
ni
guirnaldas? ¿Todo desperdiciado, todo árido?
No es así, mi amor: porque hay fruta, y tienes manos.
Recupera
la época que has perdido entre suspiros,
abandona
esa disputa entre lo que importa y lo que no;
olvida
tu celda,
tu
cuerda de arena
que
ha sido hecha para ti
un
cable firme
para
forzarte, dominarte, y ser tu ley
mientras
apenas abrías los ojos y no podías ver.
Lejos.
¡Miren todos! Ya me voy.
Llama
hacia ti a la pulsión de tu muerte; abandona los miedos;
Aquel
que se detiene
cuando
debe servir su necesidad
obtiene
lo que merece.
Pero
mientras enardecía y me volvía feroz
con
cada oración
creí
haber escuchado una voz gritándome: ¡Hijo!
y
respondí: Mi Señor.
Versión
de Sergio Eduardo Cruz
TINO BARRIUSO
La
niña
(Sonatina para Elisa)
Alondra
de mocedad,
lo que la eleva del suelo
—las alas libres del vuelo—
no es fruto de la edad:
son plumas de libertad,
suyas desde el primer día.
Eternidad sin consciencia,
¡ay, Elisa, vida mía!,
que unos llaman alegría
y que se llama inocencia.
De:
“Que asedia el mar”
EUGENIO GERARDO LOBO
Enviando
una cesta de jazmines a una dama
Envidiosa
es porción de tu blancura
esa que hoy de una verde celosía,
para honrar a tu mano, hurtó la mía,
ésta si cortesana, aquella pura.
El
alba bella entre ámbares supura
en su limpio cambray sustancia fría,
madrugando más éste que otro día
y más que a otros crecida su ventura.
Y si
ignoras el nombre a estos lozanos
jóvenes que te ofrezco a celemines
-que con serlo, se miran todos canos-
fácilmente
creeré que lo adivines
si entre ellos mezclas, Lísida, tus manos.
Si los tocas, verás que son jazmines.
ANTONIO HERNÁNDEZ
Ahora
que ya no ofrezco
Ahora
que ya no ofrezco a su seno la rosa
que la niñez entrega, ni la gracia me fluye
como de un arriate el color y el aroma,
ahora, cuando soy como un cero a la izquierda
de la pureza, ahora
que no tengo ya lengua sino para cantar
ahogado cuanto un día me dejé entre sus cosas,
a un paso de la muerte y un paso de la vida,
en medio de la tumba y de la luz, es gloria
pensar que me arrodillo en mi río y con agua
bendita me persigno, me confieso de toda
ausencia y, perdonado, tomo la luz, los aires,
el sol, la brisa, el mar de allí, como quien toma
en un domingo claro que es orilla de un dios
la eternidad de un día de la sagrada forma.
