jueves, 12 de marzo de 2015

GILBERTO OWEN


 

1. Pureza

 

¿Nada de amor -¡de nada!- para mí?
Yo buscaba la frase con relieve, la palabra
hecha carne de alma, luz tangible,
y un rayo del sol último, en tanto hacía luz
el confuso piar de mis polluelos.

Ya para entonces se me había vuelto
el diálogo monólogo,
y el río, Amor -el río: espejo que anda-,
llevaba mi mirada al mar sin mí.

¡Qué puro eco tuyo, de tu grito
hundido en el ocaso, Amor, la luna,
espejito celeste, poesía!

 

De “Desvelo”

 

 

LORENZO OLIVAN


 

La trama

 

Hay días en que abro
los ojos y pareces
la simple proyección
de la luz que da en ti.
Eres esa película
de misterio en que haces
el papel de otra tú
que me tiene intrigado.
Y no hay mejor actriz
metida en otra piel
ni mejor argumento
que verte así, dormida.
Apenas si te mueves,
o no te mueves nada,
pero todo sucede
con un fatal designio.
Qué vértigo de imágenes
vagamente intuidas
temblorosas refulgen
un instante en tu piel.
¿Quién es aquella huyendo
por detrás de tus párpados?
¿a qué da esa ventana?
¿qué objeto allí destella?
Tenso, expectante, absorto,
ato cabos y pistas
intrigado en saber
el final de la trama.
Te despiertas, entonces,
perezosa y preguntas
con perfecta inocencia
un sencillo: «¿Qué miras?»

 

Se ha cometido un crimen
y tú eres, a la vez,
el escenario, el cuerpo
y quien esconde el arma.

 

De “Puntos de fuga”

 

 

 

JOSÉ SARAMAGO



Catorce de junio


 

Cerremos esta puerta.
Lentas, despacio, que nuestras ropas caigan
Como de sí mismos se desnudarían dioses.
Y nosotros lo somos, aunque humanos.
Es nada lo que nos ha sido dado.
No hablemos pues, sólo suspiremos
Porque el tiempo nos mira.
Alguien habrá creado antes de ti el sol,
Y la luna, y el cometa, el espacio negro,
Las estrellas infinitas.
Ahora juntos, ¿qué haremos? Sea el mundo
Como barco en el mar, o pan en la mesa,
O el rumoroso lecho.
No se alejó el tiempo, no se fue. Asiste y quiere.
Su mirada aguda ya era una pregunta
A la primera palabra que decimos:
Todo.

 

De "Poesía completa"
Versión de Pilar del Río

 

 

IDA VITALE




Agosto, Santa Rosa

 

Una lluvia de un día puede no acabar nunca,
puede en gotas,
en hojas de amarilla tristeza
irnos cambiando el cielo todo, el aire,
en torva inundación la luz,
triste, en silencio y negra,
como un mirlo mojado.
Deshecha piel, deshecho cuerpo de agua
destrozándose en torre y pararrayos,
me sobreviene, se me viene sobre
mi altura tantas veces,
mojándome, mugiendo, compartiendo
mi ropa y mis zapatos,
también mi sola lágrima tan salida de madre.
Miro la tarde de hora en hora,
miro de buscarle la cara
con tierna proposición de acento,
miro de perderle pavor,
pero me da la espalda puesta ya a anochecer.
Miro todo tan malo, tan acérrimo y hosco.
¡Qué fácil desalmarse,
ser con muy buenos modos de piedra,
quedar sola, gritando como un árbol,
por cada rama temporal,
muriéndome de agosto!
 

SALVADOR DÍAZ MIRÓN

 


Date Lilia

 
 
¡Clava en mí tu pupila centellante
en donde el toque de la luz impresa
brilla como una chispa de diamante
engastada en una húmeda turquesa!

¡Tal fulgura una perla de rocío
en el esmalte azul de una corola!
¡Tal radia en el crepúsculo sombrío
la estrella del amor, pálida y sola!

Deja que ruede libre tu cabello
como la linfa que desborda el cauce,
para que caiga en torno de tu cuello
como el follaje alrededor del sauce;

para que flote, resplandor de aurora
sobre tu rostro que el sonrojo empaña
como esas tintas con que el sol colora
la nieve que circunda la montaña;

para que al soplo de mi aliento vuele
y tu ígneo labio, cuya esencia adoro,
ría a través cual la amapola suele,
roja y vivaz, en el trigal de oro.

¡Habla! ¡Mas sólo de placer! Exhala
el arrullo nupcial de la paloma!
¡Fuera el temor! ¡La rosa de Bengala
no tiene espinas, mas tampoco aroma!

Tu acento de sirena me embelesa...
Tu palabra es miel híblea derramada...
Tu boca, que cerrada es una fresa,
se abre como se parte una granada.

Pero guardas silencio y te estremeces.
¿Por qué te aflige la mundana insidia?
¡Consuélate pensando que los jueces
que nos condenen, nos tendrán envidia!

¿No me oyes? ¿Cuál ha sido nuestra falta?
¿Es culpable la sed que apura el vaso?
¿Comete un crimen el raudal que salta
cuando halla un dique que le corta el paso?

¿Por qué triste y glacial como la muda
estatua del dolor bajas la vista,
mientras tu mano anuda y desanuda
las puntas del pañuelo de batista?

¿Por que esa gota en que expiró un reproche
corre por tu mejilla ruborosa
corno un hilo de aljófar de la noche
por un tímido pétalo de rosa?

¿Por qué tu pecho en que el candor anida
tiembla con ansia cual batiendo el vuelo
palpita el ala de la garza herida
que pugna en vano por alzarse al cielo?

¡Ya está, vamos! ¡Que cese tu quebranto!
¡Alza tu bella cabecita rubia,
quiero ver tu sonrisa entre tu llanto
como un rayo de sol entre la lluvia!

La palma vuelve su cogollo espeso
a aspirar aire con gentil donaire
y ebria de amor en el festín del beso,
estalla en flores, perfumando el aire.

¡Imita al árbol del desierto! ¡Sacia
tu afán de dicha y que tu canto vibre!
¡Ave María, en plenitud de gracia:
joven, hermosa, idolatrada y libre!
 

PEDRO SALINAS

 

Nadadora de noche, nadadora...

 

Nadadora de noche, nadadora
entre olas y tinieblas.
Brazos blancos hundiéndose, naciendo,
con un ritmo
regido por designios ignorados,
avanzas
contra la doble resistencia sorda
de oscuridad y mar, de mundo oscuro.
Al naufragar el día,
tú, pasajera
de travesías por abril y mayo,
te quisiste salvar, te estás salvando,
de la resignación, no de la suerte.
Se te rompen las alas, desbravadas,
hecho su asombro espuma,
arrepentidas ya de su milicia,
cuando tú les ofreces, como un pacto,
tu fuerte pecho virgen.
Se te rompen
las densas ondas anchas de la noche
contra ese afán de claridad que buscas,
brazada por brazada, y que levanta
un espumar altísimo en el cielo;
espumas de luceros; sí, de estrellas,
que te salpica el rostro
con un tumulto de constelaciones;
de mundos. Desafía
mares de siglos, siglos de tinieblas,
tu inocencia desnuda.
Y el rítmico ejercicio de tu cuerpo
soporta, empuja, salva
mucho más que tu carne. Así tu triunfo
tu fin será, y al cabo, traspasadas
el mar, la noche, las conformidades,
del otro lado ya del mundo negro,
en la playa del mundo que alborea,
morirás en la aurora que ganaste.