miércoles, 8 de enero de 2025


 

LUZ MARY GIRALDO

 


 

Alambre de púas

 



El obispo ordena tapar los nidos con alambre de púas

para alejar los pájaros de la Catedral Primada.

Prohíbe alimentar la paloma de la paz

en la Plaza de Bolívar.

 

En las noches la sangre se desliza hasta el altar

y los esqueletos sorprenden con su canto herido.

Cada mañana el sacerdote oficia el ritual

y los feligreses no pueden respirar.

Las sílabas se paralizan y las palabras se esconden.

 

A la memoria llegan las púas de un campo de batalla.

 

Nos tapamos la boca con el puño cerrado

y cerramos los ojos para no ver el miedo

ni sentir el dolor de las alas amputadas.

 

 

 

BIBIANA COLLADO CABRERA

 

  

 

Entusiasmo

 


Recuéstate sobre mi vientre,

aquí, sobre los centros

donde confluyen tantas veces los dolores,

donde se siembran entre espasmos las delicias.

 

Acércate aún más

y palpa mi piel con el asombro

de quien llega a la tierra

sobre la que edificará su casa.

 

Apoya tu mejilla en el costado

y huele conmigo la ferocidad dulce del deseo,

la vida aconteciendo entre chispitas de carne,

el regalo de la salud en nuestras ganas.

 

Guarda estos instantes en ti

porque volverán a pasarnos por el corazón

cada vez que dudemos.

 

Ven,

deja que mi cuerpo se arquee

y te proyecte, como una flecha, hacia el futuro.

 

 

 

STEFHANY ROJAS WAGNER

 

 

 

Rock and roll a diez mil pies de altura

 



Elvis toca sobre la línea ecuatorial

en un avión que viaja al sur,

huye de un país con hambre,

huye del cementerio.

Se sienta en mis piernas como un niño,

con la nariz rota y un infarto irremediable.

Mira la piel metálica de este buitre;

los picos de las montañas alumbran

a través de la ventana de polietileno.

Todo es bello cuando se oxida

y se pierde en el espacio.

Es este reflejo pálido de la noche

lo que me pone neurótica

entre la sangre y la niebla.

Le digo: espera hago una llamada, cariño,

espera que hay un hombre al otro lado de la línea.

Sí, estoy enamorada, sí, es como la cocaína.

 

Hola, te llamé con mi caja negra,

¿Ves la luna desde la tierra?

Aquí estoy con Elvis y la vemos.

Suponemos que salimos de la atmósfera,

suponemos que lo distante es nuestro reino,

los muros de la capital que nos vomitan.

Dime, ¿ves los satélites?

solitarios como nosotros,

hostiles en el tiempo como nosotros,

perdidos en el firmamento

entre esquirlas y astronautas.

Te estoy abrumando, ¿verdad?

Vuelve a la cama.

Adiós.

 

Elvis pregunta por qué vuelo con él

kilómetros lejos de casa,

no es por la montaña blanca de mis pulmones,

no es por el aceite bajo el músculo muerto,

no es por el agua envenenada del hígado;

hay esperanza,

hay una ducha con sales minerales,

hay palabras de fantasía en la boca

de este hombre en el teléfono.

Lo siento, Elvis, tengo que dejarte en este asteroide.

Tengo que marcharme de este manicomio.

 

 

 

 

 

 

MARIALUZ ALBUJA BAYAS

 

 

  

Vértigo



Mi especialista me aconseja ser la Venus de Tiziano

mientras me mira sobre un lienzo que no existe.

Que no me deje desplomar, dice, en mi duda

que si algún día… (esa es la parte que no escucho)

sus ojos tocan mi zumbido

sus gestos silban en mi frágil caracol

entre los huesos que desbordan el canal del laberinto.

Ruedo hasta el piso en un millón de ruidos verdes

clavo las uñas en su piel

consigo anclar.

 

  

 

De: “Doble filo”

 

 

ENRIQUE SOLINAS

 

  

Desde el pozo

mira hacia la estrella,

enciende la luz del sueño.

 

 

“¿Adónde vas?, dijo una voz

que provenía del cielo.

 

Entonces,

me detuve a responder:

 

 

 

Abrir

 

Que se abra el mundo

como esta voz

dispuesta a decir

lo que no es posible.

 

Que se abra la voz

del silencio

y que la oscuridad

desborde su cauce.

 

Que se abra la oscuridad

para que podamos ver

la verdad de todo.

 

Que podamos encontrar

el final del camino

para que el mundo

se abra

de nuevo

otra vez.

 

 

DOMENICO INGENITO

 

 


 

 

II

 


Así habló el inconsciente:

–en el vacío que la lengua subtiende,

el plumaje de Gabriel acaricia tu mente.

no hay signo ni sentido en esto,

puesto que la luz sin anunciar sus fines, sucede.

Yo afirmo que esta piel nos pertenece,

mas la idea misma de sí

le pertenece a imaginarias sensaciones

que se estiran más allá de los gestos no vistos:

no dichos, indecibles, despreciables fulgores de gloria.

Me aguanto la respiración, y tiemblo,

Ve a mí lado y escucha

mientras contemplo la noche

y sus resplandores,

los cuales ya no son más.

Ven, te lo pido:

hay que observar los hologramas,

su poder desconocido

 

 

 Versión de Ariel Miller