"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 19 de octubre de 2017
JUAN JOSÉ MACÍAS
23
lo que
permanece
duda
ante el ser de la nube
pero
nada permanece
ni
siquiera el sol antiguo
se está
en el mundo
para
abandonar el mundo
se
olvida la llovizna que recuerda
el
próximo diluvio
y en un
instante
se
pierde de vista un río:
oh,
dios, esas aguas
perpetuamente
corren contra
la
eternidad
De: “Deo volente”
MIGUEL FLORIANO
The last poem
En solo
unos segundos quemaré
mis últimos poemas. Hasta entonces,
mientras dure esta música postrera
–Trouble in mind, interpretada
por The Killer–, un Chivas
sin hielo y unos cuantos
cigarros, tres o cuatro. (Si ejerciesen
ahora el portento de su imaginación,
les sería posible contemplar
cómo el humo, aprehendido a mi presencia,
asciende por el aire vertebrando
esta indócil penumbra). Pero no
quisiera traicionarles. He afirmado
que en solo unos segundos quemaría
mis últimos poemas. Aproximo
ya entonces el mechero con la mano
izquierda, lo sostengo
trémulo, y prendo
su llama. Mis papeles
tiritan levemente. Los enciendo
por una esquina. Ardo con ellos.
mis últimos poemas. Hasta entonces,
mientras dure esta música postrera
–Trouble in mind, interpretada
por The Killer–, un Chivas
sin hielo y unos cuantos
cigarros, tres o cuatro. (Si ejerciesen
ahora el portento de su imaginación,
les sería posible contemplar
cómo el humo, aprehendido a mi presencia,
asciende por el aire vertebrando
esta indócil penumbra). Pero no
quisiera traicionarles. He afirmado
que en solo unos segundos quemaría
mis últimos poemas. Aproximo
ya entonces el mechero con la mano
izquierda, lo sostengo
trémulo, y prendo
su llama. Mis papeles
tiritan levemente. Los enciendo
por una esquina. Ardo con ellos.
ADOLFO BURRIEL
ANDRÉS TRAPIELLO
El río
Para mí qué encanto tiene un río
con barcas en la orilla.
Estarse junto al agua y ver correr
voluptuosas nubes en su ancho caudal.
Hacerse un sitio allí, en la maleza
azulada, un hueco donde ver
cómo es cosa de poco nuestra vida
y no ser vistos. Y mirar las barcas
tensando y destensando
una cuerda de esparto en la verde
corriente, con el agua de la lluvia
pudriéndose en sus tablas. Esperar
la tormenta y contemplar el cielo
vagabundo y morado. Oír el ruido
de gotas en el río, sus castillos
como timbales delicados.
Y pensar, si se puede,
en quien amamos mucho
o si entonces no amamos, no pensar,
no pensar, no pensar.
Y volver nuestros ojos
a ese mudo transcurso, y vacíos
quedar sin que sepamos
cuánto tiene de sueño
el frío y el dolor
y esas barcas sin gente
chocando unas con otras
o si podemos despertar un día.
Para mí qué encanto tiene un río
con barcas en la orilla.
Estarse junto al agua y ver correr
voluptuosas nubes en su ancho caudal.
Hacerse un sitio allí, en la maleza
azulada, un hueco donde ver
cómo es cosa de poco nuestra vida
y no ser vistos. Y mirar las barcas
tensando y destensando
una cuerda de esparto en la verde
corriente, con el agua de la lluvia
pudriéndose en sus tablas. Esperar
la tormenta y contemplar el cielo
vagabundo y morado. Oír el ruido
de gotas en el río, sus castillos
como timbales delicados.
Y pensar, si se puede,
en quien amamos mucho
o si entonces no amamos, no pensar,
no pensar, no pensar.
Y volver nuestros ojos
a ese mudo transcurso, y vacíos
quedar sin que sepamos
cuánto tiene de sueño
el frío y el dolor
y esas barcas sin gente
chocando unas con otras
o si podemos despertar un día.
De: "La vida fácil"
ARIEL MONTOYA
Ars amandi
El
presagio de la ternura viene con este poema,
a través de sus versos se escurren gotas de armonía
y en sus letras medulares sonríen los símbolos
matinales de tu nombre.
En este poema también viene impresa tu silueta.
El contorno de tu mirada,
se resbala por la mejilla de una metáfora.
Pero este poema
de solo presagio y aviso de ternura
no termina nunca del todo,
nunca nada le advierte un final,
ni la tarde que se disuelve entre las inconformidades del
(crepúsculo,
ni los pájaros cargados de levedad.
El discurre por la lechosa página que amamanta
cada una de sus sílabas,
donde no hay señales que le digan detente,
donde sin brújula tus párpados semblantean su
contenido.
Este ingrato poema no requiere presentación:
sus credenciales están enmarcadas en la plataforma de mi alegría,
en la belleza doméstica de su gramática,
en la esperanza que lo desborda.
De: Perfil de la Hoguera
a través de sus versos se escurren gotas de armonía
y en sus letras medulares sonríen los símbolos
matinales de tu nombre.
En este poema también viene impresa tu silueta.
El contorno de tu mirada,
se resbala por la mejilla de una metáfora.
Pero este poema
de solo presagio y aviso de ternura
no termina nunca del todo,
nunca nada le advierte un final,
ni la tarde que se disuelve entre las inconformidades del
(crepúsculo,
ni los pájaros cargados de levedad.
El discurre por la lechosa página que amamanta
cada una de sus sílabas,
donde no hay señales que le digan detente,
donde sin brújula tus párpados semblantean su
contenido.
Este ingrato poema no requiere presentación:
sus credenciales están enmarcadas en la plataforma de mi alegría,
en la belleza doméstica de su gramática,
en la esperanza que lo desborda.
De: Perfil de la Hoguera
VANESA PÉREZ-SAUQUILLO
Esta
mañana supe
mi extraña rendición a tus palabras,
mi irrevocable voluntad de naúfrago
de sílabas,
de filóloga ahorcada en complementos
directos o indirectos
pero tuyos.
mi extraña rendición a tus palabras,
mi irrevocable voluntad de naúfrago
de sílabas,
de filóloga ahorcada en complementos
directos o indirectos
pero tuyos.
Esta
mañana supe
que me visto en tus verbos,
desayuno tu nombre
y me quedo perdida, como tonta,
si me encuentro algún “no”
camino de la tarde,
camino de la noche.
que me visto en tus verbos,
desayuno tu nombre
y me quedo perdida, como tonta,
si me encuentro algún “no”
camino de la tarde,
camino de la noche.
Esta
mañana supe
que muy frecuentemente
me vuelvo monosílabo
de sombra
agarrado al tobillo de tus frases,
que muy frecuentemente
quisiera ser prendida en tu nevera
como “nota importante”.
que muy frecuentemente
me vuelvo monosílabo
de sombra
agarrado al tobillo de tus frases,
que muy frecuentemente
quisiera ser prendida en tu nevera
como “nota importante”.
Esta
mañana comprendí, aturdida.
Esta mañana supe, por fin vi
que me confundo en viento
cuando gritas mi nombre
y que basta un susurro,
un susurro de nada,
para dormirme en ti.
Esta mañana supe, por fin vi
que me confundo en viento
cuando gritas mi nombre
y que basta un susurro,
un susurro de nada,
para dormirme en ti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)