miércoles, 25 de octubre de 2017


JUAN JOSÉ MACÍAS




22


por momentos quisieras esconderte
embaularte en algún lugar innominable
como un fantasma doblado en el ropero
un rótulo de identidad en tu escritorio

los escritorios suelen guardar
incluso en sus gavetas
las llaves que los abren

habitar esas gavetas
con el alma inubicua de las llaves:

las llaves nunca están donde se buscan


De: “Deo volente”


MIGUEL FLORIANO




Qué quieres que te diga, Ángel, maestro
(Paréntesis para una razón del desasosiego)



Qué quieres que te diga, Ángel, maestro:
como noto que mi respiración
no es ni tolerable ni llevadera,
me dispongo a estimarlas con presteza
–y me refiero, claro, a las palabras–
para así brindarles un orden tierno.

Pero me ocurre que a mitad
del poema me paro, rememoro
el motivo de mi osadía
pareciéndome escaso, vano. Las observo
entonces con estática inquietud y qué
quieres que te diga, Ángel, maestro:
no es que me resulten inútiles,
es que ya me aburre hasta desvestirlas.



ADOLFO BURRIEL





Huerto de la media legua

                                                   Para Julio Palazón



Principio de la danza,

rosas abiertas
a infinitud de labios.

De "Furtivos días"
 


ANDRÉS TRAPIELLO




En la sala apagada



Ha quedado todo al fin
recogido: vida, sueño.
Hasta la carcoma duerme
con sus monólogos secos.

El reloj en la pared
y en el tic-tac mi miedo
como pisadas que vienen
a marcar más los silencios.

Lo mismo todas las noches.
En voz baja por el precio
de mi muerte con la muerte
discuto. Nunca hay acuerdo.

Y al despuntar, como amigos
nos deseamos los buenos
días y para esa misma
noche quedamos en vernos.

Silencio de los pianos
y de los sonidos negros.


De: "La vida fácil"


ARIEL MONTOYA




Refrán



Dime,
hasta donde
querías llegar,
y te diré
donde
debí quedarme.


De: Perfil de la Hoguera


VANESA PÉREZ-SAUQUILLO




A enemigo que huye…
… puente de plata
(Anónimo)



no sé cómo no vi
que un río me nacía de los pies
desde hace tanto tiempo.
Ni cómo te mojabas los tobillos
y mirabas la tierra más allá.
Ni cómo poco a poco
habías ladrado el puente,
noche a noche,
en la monotonía de las noches
que pesan
hasta que se le rompen las asas al sentido
pero que sólo entonces, sólo muchos después,
revelan su desgarro o su creación.
No sé. No me di cuenta.
Sólo falta la plata.
Es fácil. Me dijiste. Llora un poco.
Tanto amor para acabar así,
orfebre de desdicha
brindándole un espejo a tu pisada.