Qué quieres que te diga, Ángel, maestro
(Paréntesis para una razón del desasosiego)
Qué
quieres que te diga, Ángel, maestro:
como noto que mi respiración
no es ni tolerable ni llevadera,
me dispongo a estimarlas con presteza
–y me refiero, claro, a las palabras–
para así brindarles un orden tierno.
como noto que mi respiración
no es ni tolerable ni llevadera,
me dispongo a estimarlas con presteza
–y me refiero, claro, a las palabras–
para así brindarles un orden tierno.
Pero me
ocurre que a mitad
del poema me paro, rememoro
el motivo de mi osadía
pareciéndome escaso, vano. Las observo
entonces con estática inquietud y qué
quieres que te diga, Ángel, maestro:
no es que me resulten inútiles,
es que ya me aburre hasta desvestirlas.
del poema me paro, rememoro
el motivo de mi osadía
pareciéndome escaso, vano. Las observo
entonces con estática inquietud y qué
quieres que te diga, Ángel, maestro:
no es que me resulten inútiles,
es que ya me aburre hasta desvestirlas.
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