lunes, 6 de enero de 2014

JOSEFINA PLA


 
Las puertas

 

...Un cerrarse de puertas,
a derecha e izquierda;
un cerrarse de puertas silenciosas,
siempre a destiempo,
siempre un poco antes
o un momento demasiado tarde;
hasta que solo queda abierta una,
la única puntual,
la única oscura,
la única sin paisaje y sin mirada.
 

CARLOS VILLAGRA MARSAL


 
 

El desterrado

 

Yo necesito,
volver allá,
donde colman de duelo
el cuenco de las madres,
donde llenan de sal nuestras heridas.
Tengo que regresar.
A mi tierra,
donde saquean el agua a los secanos,
donde demarcan las hambres
con alambre de púa.
De vuelta debo estar.
En mi tierra,
donde unos pocos mandan,
en tanto que en sus ojos le relucen las armas,
cuando a los demás sólo nos queda
sangre sajada en las espaldas
y sed amordazadas
y rabia.
Precisamente quiero
volver allá,
porque todos sabemos
que cuanto más ciega sea
la sombra que soporta la patria,
más cercano estará,
a punto de asomarse
el resplandor seguro,
el goce incontenible de la madrugada.

 

LISANDRO CARDOZO


 

III



Estar con ella era una fiesta,
era como escuchar música
venida de algún lugar del universo
Con ella podía ver los colores
refulgentes de las estrellas
en las cosas más simples,
como por ejemplo, en una cucharilla
de azúcar entre mis dedos
o en el fondo de una copa
de vidrio barato.

 

 

DELFINA ACOSTA


 

Yo, Otelo

 

Te celo de las niñas imposibles,
rostros de brasa y lágrimas de nieve.
Me encuentras a tu madre parecida,
y de razón mudable cuando llueve.
Te quiero y tú me quieres, mas no basta,
ni esta promesa de quererse siempre.
Mi amor lleva mi letra simple y triste.
El tuyo es una carta que se enciende.
A veces miras sin notar el cielo
y dices, por ejemplo, que me quieres.
Yo juego a que estoy muerta y me distraigo
mirando cómo el pasto se oscurece.
Y por amarme y por besarme tanto,
y por morderte y luego por lamerte,
cayó el adiós, cayó después la lluvia,
en esta última tarde de diciembre.


LOURDES ESPÍNOLA


  

La música del agua

  

La música del agua:
vienen las palomas,
ritual de la tarde.
Baten alas casi enloquecidas,
suben brazos, torso, nuca
de transeúnte ausente
o acaso confundido.
Turistas, forasteros sorprendidos,
son el amigo casual,
por una tarde.
A las ocho se alejan las palomas
dejando solo a Nelson
y sus leones. 

 

La pequeña ciudad
se despereza, boca arriba, al sol,
las columnas extendidas
como catedral rusa con plaza al fondo.
Viejitos aldeanos con pasos diminutos,
o tal vez un granjero sonriendo
entre sandías gigantescas.
Codiciosos arbustos extienden
sus miembros a la brisa,
y tu pelo oliendo a lana dormida,
con semáforos amarillos hacia la felicidad.

 

 

SUSY DELGADO





Yo volveré



Yo volveré
a buscar otra vez
tu fuego,
Cuba.
Repetiré aquel mágico febrero
que me llevó a tus playas,
paloma adolescente llegada desde el sur,
desorientada,
encandilada sin piedad,
para siempre,
rendida, seducida.
Y acamparé bajo tu sol
el tiempo necesario
para beber
toda tu música
de azúcar y latido.
Caminaré
otra vez tus calles
de antigua poesía,
de pobreza,
resuelta puro grito de vida
en los balcones,
estallando en la risa de los niños,
bailando, toda ojos y músculos morenos,
desnuda flor
venciendo a las termitas,
al hambre y al silencio.
Yo buscaré
la casa de Lezama
para empaparme del olor
de sus fantasmas,
y el bar donde bebía
su fiebre impenitente, Hemingway.
El pueblo en que vivía
la cubana más dulce,
Dulce María tibia
aun desde muy lejos.
Y buscaré el color
exuberante de Guillén en los mercados.
Me internaré una tarde
en su más vieja librería
y compraré todos sus libros
para leerlos frente al mar,
mientras la vida pasa
un trecho generoso, a mi costado,
con el saber de una sal nueva.
Yo volveré
a buscar
tu antiguo fuego
y tu sal nueva,
Cuba.

De: Antología Primeriza