sábado, 1 de abril de 2017


ALFONSO CORTES




Sueño



Su voz lejana da la Ninfa
de los recuerdos en la linfa
del hondo sueño;
saltan peces en los claros,
y caen como chasquidos raros
como un Empeño.
Y, en un silencio antiguo, queda
corriendo el agua en la honda seda
de mi alma:— "Dea",
dice la Ninfa al borde ahita
y oigo doblar la campanita
de alguna aldea…


ALFREDO R. PLACENCIA




Mi Cristo de cobre



Quiero un lecho raído, burdo, austero
del hospital más pobre; quiero una
alondra que me cante en el alero;
y si es tal mi fortuna
que sea noche lunar la en que me muero,
entonces, oíd bien qué es lo que quiero:
quiero un rayo de luna
pálido, sutilísimo, ligero…
De esa luz quiero yo; de otra, ninguna.

Como el último pobre vergonzante,
quiero un lecho raído
en algún hospital desconocido
y algún Cristo de cobre agonizante
y una tremenda inmensidad de olvido
que, al tiempo de sentir que me he partido,
cojan la luz y vayan por delante.
Con eso soy feliz, nada más pido.

¿Para qué más fortuna
que mi lecho de pobre,
y mi rayo de luna,
y mi alondra y mi alero,
y mi Cristo de cobre,
que ha de ser lo primero…?
Con toda esa fortuna
y con mi atroz inmensidad de olvido,
contento moriré; nada más pido.


SALVADOR DIAZ MIRON

  


Los Peregrinos



Ambos justos recorren la campiña serena
y van por el camino conducente a Emaús.
Encórvanse agobiados por una misma pena:
el desastre del Gólgota, la muerte de Jesús.

El soplo de la tarde perfuma y acaricia,
y aquellos transeúntes hablan de la pasión.
Y en cada tosco pecho desnudo de malicia
se ve saltar la túnica, latir el corazón.

A los cautos discípulos la fe insegura enoja
y los míseros dudan, como Pedro en el mar.
Ocurre que aun los buenos olvidan de congoja
que la virtud estriba en creer y esperar.

Cadena de montículos, cuadros de sembradura
y sangrando en la hierba la lis y el ababol,
y entre filas de sauces de pródiga verdura,
la vía que serpea, encharcada de sol.

La pareja trasuda, compungida y huraña,
en la impúdica gloria de tan pérfido abril,
y el susurro que suena en las hojas amaña
siseos cual de turba profanadora y vil.

Los pobres compañeros se rinden al quebranto
y de súbito miran a su lado al Señor...
Pero los ojos, turbios al arbitrio del Santo,
se confunden, no aciertan a pesar del amor.

El Maestro, venido en sazón oportuna,
acrimina y exhorta más dulce que cruel,
y enseñando cautiva, pues en la voz aduna
armonía y fragancia y resplandor y miel.

Y pregunta y responde a la gente sencilla...
Marcha rizos al viento y razona la cruz.
El pie bulle y se torna, y la planta le brilla
como al remo la pala, que surgida es de luz.

Los andantes arriban al villorio indolente
que salubre y bucólico huele a mística paz,
y las mozas, que acuden al pretil de la fuente,
los acogen con risas de indiscreto solaz.

Y los tres se introducen en humilde casona…
Y en la rústica mesa, la Sagrada Persona
parte, bendice y gusta la caliente borona…
y disípase luego, como el humo fugaz.


JORGE CARRERA ANDRADE




Lugar de origen



Yo vengo de la tierra donde la chirimoya,
talega de brocado, con su envoltura impide
que gotee el dulzor de su nieve redonda.

Y donde el aguacate de verde piel pulida
en su clausura oval, en secreto elabora
su substancia de flores, de venas y de climas.

Tierra que nutre pájaros aprendices de idiomas,
plantas que dan, cocidas, la muerte o el amor
o la magia del sueño o la fuerza dichosa,

animalitos tiernos de alimento y pereza,
insectillos de carne vegetal y de música
o de luz mineral o pétalos que vuelan,

capulí —la cereza del indio interandino—
codorniz, armadillo cazador, dura penca
al fuego condenada o a ser red o vestido,

eucalipto de ramas como sartas de peces
—soldado de salud con su armadura de hojas,
que despliegan en el aire su batallar celeste—

son los mansos aliados del hombre de la tierra
de donde vengo, libre, con mi lección de vientos
y mi carga de pájaros de universales lenguas.



JORGE CUESTA




La flor su oculta exuberancia ignora



La flor su oculta exuberancia ignora,
y que es por una vigilante usura
de un mismo azar, que evade su clausura
la miel, y la embriaguez, que se evapora.

Que no agota su pérdida de ahora,
sino que otra mayor dicha futura
la fruta embriagará cuando madura,
no lo sabe la flor, y se devora.

Extrema el polen como vivo grano,
y ella misma se siembra y restituye
a sí misma la vida que le huye.

No mira que su gozo es hondo en vano
y no lo niega al fin si lo disputa al más profundo
al más abismo de la fruta.



ISABEL FRAIRE




El tiempo vuelto a perder



intento varias veces releer un párrafo de Proust

sentada en una banca del tren subterráneo

junto a dos jóvenes mal vestidos
que hablan alborotadamente en un idioma extraño

frente a carteles enormes que anuncian inversiones
y pomadas para el pelo

no entiendo nada

CONCLUSIONES
no hay que intentar leer a Proust en el tren subterráneo

no se puede leer a Proust en 1974

Proust ya no es válido

lo que no es válido es el tren subterráneo

no entiendo a Proust porque no entiendo el tren subterráneo
no entiendo el tren subterráneo porque estoy llena de Proust

todos estos sentidos son proustianos

Proust es el ojo el tren subterráneo es el objeto

nunca hubo identidad entre ojo y objeto

1974 es la fusión de Proust y el tren subterráneo
en el ojo de su incompatibilidad