jueves, 2 de enero de 2025


 

FLORENCIA ABADI

 



 

VIII

 



Te adoraré

como se adoraba al sol

para arrodillarse

no hace falta la fe.

 

 

IKKYU SOJUN

 

 

 

 

La luna es una casa

que regla el pensamiento.

Observa con cuidado:

sólo ha permanecido

lo pasajero.

Este mundo fluctuante

y fugaz pasará.

 

ROBERTO GARCÍA DE MESA

 

 


 

Esta noche




Esta noche he abandonado mis dedos delante de un piano,

he interpretado los cantos de los muertos

y he sonreído después del murmullo,

después de la conciencia, después de las sombras suicidas.

Esta noche he leído las palabras entre los restos de mi cuerpo,

la luz negra de mis días luminosos,

los relámpagos de mi piel que me bendicen antes de morir.

Todos los verdugos del mundo me han condenado discretamente.

Y mientras escucho el murmullo del viento,

mi mente ha sido barrida por unos labios extraños.

Yo sé que mi escondite secreto se encuentra bajo la sombra del mar.

Los líquenes me han confesado su impaciencia.

Bajo las aguas no se pueden escuchar las palabras del viento.

Entre estos restos busco mis huellas marchitas, mi propio olvido,

la naturaleza secreta de las cosas y un brote de claridad después del fin.

Soy un prisionero de esta guerra perdida,

pero nadie quiere ya supervivientes.

Así que tendré que escuchar mi propio murmullo, mi propia forma de luz.

Esta letanía oscura que me arrastra hacia los días sin salida,

hacia los témpanos de hielo, hacia la ruptura de todos los cuerpos imaginarios,

se halla entre mis dedos, cuando simulo tocar el piano a medianoche,

cuando escucho las campanas de una iglesia que anuncian el fin de la eternidad.

 

 

SILVIA RODRÍGUEZ

 

 


 


Hotel Palace

 

Bajo el árbol retoñero que os babea

                                        los cauchos

(“Mis pequeñas enamoradas”, Arthur Rimbaud)

 



Suena siempre la cascada

entre cimas verdes

y el edificio fantasma

 

el agua cristalina

canta el nombre de la selva

y no forma un lago de sangre

 

en el caucho verde

de la exuberancia vegetal

leo de nuevo a Rimbaud

 

 

PAULA NOGALES ROMERO

 

 


 

Membra Disiecta

 



Los poetas mienten. Destrozan al amante.

Aquél juega con el pequeño lóbulo de su oreja,

éste persigue un dedito y lo entierra

en la arena húmeda de la playa.

 

Los poetas arden en soberbia idílica,

sus frentes desordenadas ante el cuerpo del amado:

para eternizar ese pliegue horizontal del vientre

cuando la sombra cae de espaldas,

es preciso que no exista más su cabeza,

cercenar sus bellos muslos,

esconder lejos los brazos.

 

Los poetas, carroñeros insaciables del amante,

desprecian la última gota que implora el hueco de una mano.

Mañana habrá festín. Un ojo izquierdo

brillará con luz rara sobre la dulce carne.

 

 

 

ÁNGELA LEITE DE SOUZA

 

 


 

Mi deseo...




Mi deseo
ahora:
no tener ningún deseo
o mejor,
sentir gula
del canto de un gallo
fuera de hora
sólo por el gusto
de despertar
en este pecho ajado
alguna aurora