"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 25 de septiembre de 2025
SHOLEH WOLPÉ
Cuenta
III
Todos
los viernes el abuelo nos lleva a mí y a mis hermanos a un circo lleno de
tigres, elefantes, caballos y hombres sin camisetas con mallas relucientes. Hay
mujeres más pequeñas que mi cuerpo de niña, animales más grandes que mi cuarto.
Todo es extremadamente divertido hasta que aparece el gigante de cuatro caras.
Mis brazos empiezan a temblar. Los escalofríos me recorren hasta la punta de
los dedos. El abuelo me toca el hombro y me dice: Es solo una máscara en su
cabeza.
Pero
yo sé que no
porque
todo lo que se ama
—un
hermoso día con el abuelo
en
aquel circo de Teherán,
el
algodón de azúcar pegajoso derritiendo
su
canción rosada en mi boca,
mis
hermanos, traviesos, con dientes de alegría—
arde
siempre hacia un futuro
aún
por llegar,
fuegos
artificiales en mi mente,
chispas
soldadas a cada recuerdo.
De:
“Ábaco de la pérdida: Memorias en verso”
Versión
de Corina Oproae
JOSIP KOCEV
Mar
exhausto
Han
florecido miedos en los que debo adentrarme
para
coger algo de tu dolor,
experimentarlo,
y
poder por fin llamarte mar exhausto,
esparcir
sobre ti las cenizas
de
este abrasador día que se fuga.
Sé
que tu rostro se deslizará
de
mis manos,
y
que algún día te hallaré
entre
copos de nieve tardíos.
Tu
olor será un nuevo nacer,
te
sostendré sin lamentos,
y te
cuidaré
hasta
la próxima pérdida.
De:
“Dos mares”
Versión
de Marco Vidal González
NOE VERA
Primera
droga
en
el juego del gatito ciego
te tapa alguien los ojos por primera vez
con un pañuelo y ves el cosmos
girás girás girás
hasta el mareo, te saca del presente
tridimensiona del espacio
lo que sabe el cuerpo
ahora
con ese vértigo miro el pasado
trato de ver el tiempo
te vi serio esa primera vez
te envolví en un halo de misterio
¿escribir
sin distancia se puede?
¿escribir desde el amor cuando está siendo?
me
conociste en la versión desmemoriada
señora que ya no guarda que se deja
que encontró su flotación en este mundo
té de las cinco sobre el pasto
sonrisa tatuada brownie loco
ahora creo en todo lo que es simple, digo
te da risa lo alelada me da risa
tu furia fútil porque sé de dónde viene
del fuego de lo terco que es bebé
se enciende para aprender y prende
te echo agua es fácil
toda
entera me tomaste
desprevenida me vendaste los ojos
para ver a oscuras más es más
suben al pelo desde el cuello
las conexiones profusas
hasta la cima sensorial
uno por uno los dedos del planeta.
ROLANDO ROSAS GALICIA
Los
sonidos del cuerpo
La
gacela más fugaz no es la luz
Ni la pantera más luminosa es la mirada
Si acaso escuchas el estruendo de la lluvia
cuando estrujas tus palabras, sabrás lo que hablo
Escucha su cuerpo, su trayectoria de aire
mira sus ojos, te están diciendo
tantas cosas que presientes
ENRIQUE DE RIVAS
Voz
del Tíber
Más
que en mí, estás conmigo, en una cita
que el tiempo convocó sin consultarnos;
hoy que nos encontramos sin buscarnos,
el lienzo, en su silencio, nos medita.
Nos
medita y nos crea, nos incita
una vez más a ser, y siendo, a darnos
mutuamente lo mismo que, al hallarnos,
quisimos ocultar; como quien quita
de
sí mismo la carga que más quiere
para añadirla al ser que tiene lejos,
la música intuyendo de su modo:
tu
cuerpo es mi dolor que mi agua hiere,
y al herir al pintor nuestros reflejos,
suena, viva en su luz, la luz del Todo.
SHARON OLDS
El
gremio
Cada
noche, cuando mi abuelo se sentaba
en
la sala en penumbra frente al fuego,
el
alcohol como lumbre en la mano, su ojo
que
brillaba sin sentido a la luz
de
las llamas, su ojo de vidrio aciago y pétreo,
un
joven se sentaba con él
en
el silencio y la oscuridad, un universitario de
piel
blanca, tersa, una cara angosta
y
bella, una frente ancha
y
abovedada, y unos ojos ambarinos como la resina
de
los árboles demasiado tiernos para ser cortados.
Era
su hijo quien se sentaba, como un aprendiz,
noche
tras noche, su copa de brasas
junto
a la copa de brasas del viejo,
y
bebía cuando bebía el viejo, y aprendía
el
oficio del olvido —ese joven
aún
no cruel, su pelo oscuro como la
tierra
que nutre las raíces del árbol,
ese
hijo que llegaría a ser, en su turno,
mejor
en esas cosas que su maestro, el aprendiz
que
superaría al maestro en la crueldad y el olvido,
que
bebería sin cesar frente a las llamas en la penumbra,
ese
joven, mi padre.
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