Cuenta
III
Todos
los viernes el abuelo nos lleva a mí y a mis hermanos a un circo lleno de
tigres, elefantes, caballos y hombres sin camisetas con mallas relucientes. Hay
mujeres más pequeñas que mi cuerpo de niña, animales más grandes que mi cuarto.
Todo es extremadamente divertido hasta que aparece el gigante de cuatro caras.
Mis brazos empiezan a temblar. Los escalofríos me recorren hasta la punta de
los dedos. El abuelo me toca el hombro y me dice: Es solo una máscara en su
cabeza.
Pero
yo sé que no
porque
todo lo que se ama
—un
hermoso día con el abuelo
en
aquel circo de Teherán,
el
algodón de azúcar pegajoso derritiendo
su
canción rosada en mi boca,
mis
hermanos, traviesos, con dientes de alegría—
arde
siempre hacia un futuro
aún
por llegar,
fuegos
artificiales en mi mente,
chispas
soldadas a cada recuerdo.
De:
“Ábaco de la pérdida: Memorias en verso”
Versión
de Corina Oproae
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