martes, 31 de marzo de 2020


DULCE MARÍA LOYNAZ





Siempre, amor



Siempre, amor:
Por arriba del beso
que fué comida de gusanos
y de la rosa que se pudre,
cada mañana azul,en la caja del muerto.
Por arriba mil lunas de este hilo
de baba que en el suelo
dejó el molusco pálido;
por arriba del pan mezclado con ceniza,
de la mano crispada junto al hierro.
Siempre, amor... Más allá de toda fuga,
de toda hiel, de todo pensamiento;
más allá de los hombres
y de la distancia y del tiempo.
Siempre, amor:
En la hora en que el cuerpo
se libra de su sombra... Y en la hora
en que la sombra va chupando el cuerpo...
Siempre, amor... (¡Y estas dos palabras naúfragas,
entre alma y piel clavadas contra el viento!)


MASAOKA SHIKI





Gente que viene, gente que va
Sobre el páramo primaveral,
¿Para qué, me pregunto?


De: “Primavera”


TAHAR BEN JELUN






El día claro
suspenso
entre el alba y la piedra
se yergue
adentro de la soledad del niño
que habita la gacela
y olvida el sueño


Versión de Sergio Ernesto Ríos.    



CARL SANDBURG





Listo para matar



Diez minutos llevo mirándolo.
Por aquí he pasado antes muchas veces y me ha extrañado.
He aquí un monumento en bronce, recuerdo de un famoso
            general
a caballo, con la bandera y la espada y revólver en mano.
Cuánto me gustaría hacer añicos todo ese catafalco,
            reducirlo a un montón de escombros, que se lo
            lleven a la chatarrería.
Te lo diré con toda claridad:
luego de que el granjero, el minero, el tendero, el obrero,
            el bombero y el camionero
hayan sido recordados en sus monumentos de bronce,
dándoles la forma del trabajo de conseguirnos a todos,
algo que comer, algo que vestir,
cuando apilen unas cuantas siluetas
                     recortadas contra el cielo
                     aquí en el parque,
y rememoren a los auténticos forzudos que hacen el trabajo
              del mundo, que dan de comer a la gente en vez de
              aniquilarla,
entonces, a lo mejor sí que me plantaré aquí
a contemplar con tranquilidad a este general del ejército
              que enarbola su bandera al viento
y cabalga como un demonio en su montura,
listo para matar a todo el que se le ponga por delante,
listo para que corra la sangre roja por la hierba nueva y
              tierna de la pradera, y que la empapen las entrañas
              de los hombres.


De: "Poemas de Chicago"
Versión de Miguel Martínez-Lage


JUAN CARLOS SUÑEN






24



El que ahora acompaña
a la pequeña al parque. Me ha pegado
ese niño, papá: nada que pueda
no arreglarse con una coca-cola.


De: "La prisa"

PEDRO GANDIA





Paraíso sin ti, ni imagino ni quiero



Su orgullosa belleza
por la que el mundo era
ya no es verdad.

………………..Un ángel
con su espada de olvido
……………………te envenene de muerte
………………………………………eterna
atravesándote.


……………………(1986)


lunes, 30 de marzo de 2020


YANKO GONZÁLEZ




  
pessoa



la belleza es griega. pero la conciencia de que sea griega es chilena.
nada es, todo se otrea.


JACK KEROUAC





Escuchando a los pájaros usando
diferentes voces, perdiendo
mi perspectiva de la Historia


De: “American Haiku”


GIACOMO LEOPARDI






CANTO IX. Último canto a Safo



Plácida noche, y verecundo rayo
de la poniente luna; y tú que apuntas
en la tácita selva sobre el risco,
nuncio del día; oh deleitosas, caras
—Mientras las Furias ignoré y el hado—,
apariencias al alma; no sonríe
dulce visión al desolado afecto.
Sólo se aviva nuestro gozo insólito
cuando en el éter líquido se vuelven
y por campo trepidantes, las ondas
polvorientas del Austro, y cuando el carro,
grave carro de Jove, a nos en lo alto
tronando, el tenebroso aire divide.
Nos por barrancos y profundos valles
nada place entre nimbos, y la vasta
fuga de grey turbada, y de hondo
río y dudosa orilla
el son de la onda y la ira victoriosa.
Bello tu manto, ¡oh divo cielo!, y bella
eres tú, perlada tierra. Ay, de aquesta
infinita beldad parte ninguna
a la mísera Safo concedieron
el numen e impía suerte. En tus soberbios
reinos, vil, ¡oh natura!, y grave huésped
y despreciada amante, a tus graciosas
formas en vano el alma y las pupilas
suplicante vuelvo. No me ríe
la abierta margen, ni de etérea puerta
el matutino albor: ni a mí ya el canto
de coloreados pájaros, ni de hayas;
el murmullo saluda: y do a la sombra
de los sauces inclinados despliega
lúbrico pie las flexüosas linfas
desdeñado sustrae,
y oprime en fuga las olientes playas.

Mas, ¿qué falta, qué tan nefando exceso
manchó mi nacimiento, que tan torvo
me fuera el cielo y de fortuna el rostro?
¿En qué pequé de niña, cuando ignara
de crimen es la vida, que menguado
de juventud, marchito, en el huso
de la indómita Parca se torciera
herrumbrado mi estambre? Incautas voces
tu labio expande: el destinado evento
mueve arcano consejo. Arcano es todo,
salvo nuestro dolor. Prole olvidada
nacimos para el llanto, y en el regazo
del Dios yace el motivo. ¡Ay anhelos
de la más tierna edad! A la apariencia,
a la amena apariencia eterno reino
aquí dio el Padre; y por magnas empresas,
por docta lira o canto,
virtud no luce en un desnudo manto.

Moriremos. Dejado el velo indigno,
desnuda el ánima huirá hacia el Hades,¹
y el crudo fallo enmendará del ciego
dispensador del sino. Y tú a quien largo
amor en vano, y larga fe, e inútil
furor me ató de un fuego inaplacado,
vive feliz, si pudo en este mundo
feliz vivir mortal. Ya no escanció
de su ánfora avara el licor suave
Jove, cuando murieron los engaños
y sueños de mi infancia. Los más gayos
días de nuestra edad vuelan primero.
Siguen los males, la vejez, la sombra
de la gélica muerte. Así de tantos
gratos errores y esperadas palmas,
el Tártaro² me resta; el bravo ingenio
va a la tenaria Diva,³
la oscura noche y la silente riba.



1 Plutón, el dios infernal.
2 Según Hesíodo, la parte más profunda y oscura del infierno, cárcel perpetua para el alma de los criminales.
3 Hécate, la diosa infernal, llamada así por el río Ténaro, cerca de cuya desembocadura se imaginaba la entrada a los infiernos.


JULIO HERRERA Y REISSIG





La ausencia meditativa

                                                  Je me souviens
                                                   des jours anciens
                                                   et je pleure.
                                                           Verlaine



Tu piano es un enlutado misterioso y pensativo...
hay un sueño de Beethoven desmayado en el atril;
su viudez es muy antigua y en su luto intelectivo
tiene lágrimas muy negras su nostalgia de marfil.

En la abstracción somnolienta del espejo, está cautivo
el histérico abandono de tu tarde juvenil,
su metafísica extraña cuenta un cuento extenuativo
a la alfombra, a la cortina y al dolor de tu pensil.

Tus glorietas me abandonan. Hoy los pálidos violines
me anunciaron la agonía de tus últimos jazmines...
Fue mi llanto a la ribera. Mientras el hada Neblina

abdicó frívolamente su corona de algodón...
¡En el clorótico espanto de la vela sibilina,
tus ausencias meditaban en mi gran desolación!


ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ





La sopera



Madre tenía una sopera de aluminio brillante, sin ninguna abolladura, que lucía sólo con las visitas distinguidas, y eso para una naranjada o un bole de naranjas, de ésas que daba nuestra tierra. Mentira que fuéramos terratenientes latifundistas, como dijo uno por allí, sino que teníamos un miniminifundio bien cultivado de qué comer, allá, antes de la Alianza para el Progreso de los Somozas. Bueno, pues la sopera relumbraba en el aparador como un artefacto de Benvenuto. Pero los niños somos (o fuimos) aristotélicos y nos intrigaba, no podíamos concebir, que una sopera no sirviera para la sopa diaria. Por eso, cuando llegó Mama Rosa, una Argüello grande y rosada, señorita del siglo XIX que fumaba puros chilcagre y todo el día estaba rosario en mano con una baraja española llena de reyes, de bastos y de oros, y vimos la sopera humeante en la mesa, también hubo desconcierto, y alguien dijo, y estoy seguro que fui yo: Mama Rosa, es la primera vez que esta sopera sirve para sopa, será porque hay visitas. Mama Rosa sonrió como rosa en su otoño y Madre nos lanzó una mirada conmovedora, que tenía del rencor y el disimulo de la clase media cogida infraganti, descubierta en no sé qué esencial falta de elegancia, en pecado mortal contra la distinción que no permite bajar peldaño, ni morirse de risa.


De: “Poemas familiares”


ENRIC SÓRIA





Un cuerpo



Un cuerpo preciso
como un teorema.

Cuerpo de piernas rectas, delineadas,
con la tensa armonía de un compás.
Cuerpo de líneas claras, luz y límite.
Tan angustioso y bello como los teoremas.

Delante de mí, ahora,
bajo cualquier excusa.




domingo, 29 de marzo de 2020


THOMAS BERNHARD




13 de julio



Tengo días grises y momentos negros. No soy feliz.
A pesar de todo, no conozco a nadie con quien quisiera cambiarme;
el corazón se me encoge al imaginar que yo pudiera ser tal o tal otro de mis conocidos.
No, no quisiera ser ninguna otra persona.
En mi primera juventud sufrí mucho por el hecho de ser feo, y en mi abrasador deseo
de ser guapo me tenía por un monstruo de fealdad. Ahora sé que mi aspecto es
más o menos el de todo el mundo. Lo cual tampoco me pone muy contento.
No me hago grandes ilusiones sobre mí mismo, ni en la cáscara ni en las entrañas.
Pero no quisiera ser otra persona.
Queremos ser amados, a falta de esto admirados, a falta de esto temidos, a falta de esto
odiados y despreciados. Queremos suscitar en los demás alguna especie de sentimiento.
El alma aborrece el vacío, y quiere tener contactos a cualquier precio.


De: "Doktor Glas"
Versión de Gabriel Ferrater

GUNNAR EKELÖF





3. Te hablo a ti
Hablo de ti
desde el fondo de mí mismo
Sé que no contestas
¡Cómo ibas a poder hacerlo
siendo tantos los que te imploran!
Todo lo que pido
es poder quedarme aquí expectante
y que me ofrezcas una señal
desde dentro de mí,
una señal de ti!


De: “Dïwān del Príncipe de Emigion” 


GERMAN BLEIBERG





Retorno póstumo



Con las primeras violetas viene,
tan acostumbrado al ruido del tiempo,
él, nuestro sueño inhabitable,
transitando solo,
de nube en nube,
nuestro sueño confundido con el mar,
con el sediento desierto,
después de haber besado con labios infinitos
el último horizonte de la vida.

Viene desnudo, pensativamente,
bajo el peso de una palabra
horadando su conciencia de lirio incesante,
el sueño que forja palabras verdaderas,
palabras perennes,
el sueño agobiado por una palabra
que nunca osó pronunciar,
ni siquiera frente a un espejo,
la palabra que desde niño
enturbia secamente su voz segura,
su jadeante aliento,
como una flor desfallecida
entre las fauces de un grito,
palabra que se derrumba,
entre músicas sin aposento,
entre silencios velocísimos
devorando palabras nunca dichas.

Y retorna desnudo, sueño muerto,
el ritmo de angustiosos poemas,
poemas virginales de la muerte
y los amigos que por él oraban
en el funeral radiante de sombras,
apenas recuerdan su vaporoso tránsito,
y las ortigas, sin lastimar su piel transparente,
han olvidado aquellas manos soñadoras
antaño heridas por sus aguijones.

Orlaba el laurel su frente de sueño rubio,
y ahora se avergüenza, tímido,
de las frágiles alas suscitando sus vivos vuelos,
porque la única palabra que hubiere querido decir,

no pudo decirla nunca,
-Dios sabe qué misterios anudan los sueños-,
palabra aún por inventar
definitiva como el amor o como el odio.

Porque había un viento negro,
una mañana de tétricos, nocturnos vientos,
y su palabra quedó muerta,
insepulta en los abismos insondables,
germinando en el corazón del sueño,
y hoy regresa,
él, el sueño,
para pronunciar su palabra severamente,
la misteriosa,
cuando ignora que le cercan viejos huracanes,
oh sueño inmortal,
sueño muerto del poeta.

El Señor le ha concedido su póstumo retorno,
bajo el sol que irradia sobre el parque
el fuego vivo nutriendo las estatuas,
pero él, sueño agitado desde el origen de los cielos,
siente que su palabra se anega en silencio calcinante,
y que su voz es nada,
y que su cántico es inútil,
porque no encuentra su palabra última,
y el sueño sonríe,
acariciando húmedas violetas matinales,
para soñarse a sí mismo,
lejos, cada vez más lejos
de este ruido feroz de las horas.


ALEKSANDR BLOK





La bruma nocturna



La bruma nocturna me sorprendió en el camino.
Tras la espesura la luna lanzó su mirada.
El caballo fatigado daba inquietos golpes con las pezuñas;
tranquilo de día, extrañaba la noche.
Sombrío, inmóvil, soñoliento,
el conocido bosque me aterraba
y hacia el claro plateado por la luna
dirigí el paso del caballo resoplante.
Se extiende en la lejanía la neblina del pantano,
pero de plata fulgura la iglesia de la colina.
Y detrás de la colina del bosquecillo del valle,
en la oscuridad se oculta mi casa.
El caballo fatigado acelera el paso hacia su destino.
Centellean las luces de un pueblo extraño.
A la orilla del camino prenden en rojo
las hogueras de los pastores, como faros.


De: "Los doce y otros poemas".
Versión de Clara Janés


MARTINE BRODA





estallando inmóvil. sin memoria ni.



el gris encuentra
una historia. se esfuma
en el sueño de las piedras

con tal que se calle
abrumado de huesos blanqueados.

que sea yacente y pesado.


LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR





A Nueva York
Para una orquesta de jazz: solo de trompeta



I

¡Nueva York! Desde el principio me turbó tu belleza, esa
muchacha de ojos grandes y de largas piernas.
Muy tímido al principio ante tus ojos de metal azul, tu
sonrisa de escarcha.
Muy tímido. Y la angustia al fondo de tus calles con
rascacielos levantando los ojos de lechuza entre el eclipse
del sol.
Sulforosa tu luz y los toneles lívidos, en los que las cabezas
fulminaban el cielo.
Los rascacielos que desafían los ciclones sobre sus músculos
de acero y su piel de piedra patinada.
Más quince días sobre las aceras baldías de Manhattan
al fin de la tercera semana es cuando te agarra la fiebre
en un salto de jaguar.
Quince días sin un pozo ni pasto, todos los pájaros del
aire
Cayendo de repente muertos bajo las altas cenizas de las
terrazas.
Ni una risa de niño en flor, su mano en mi mano fresca.
Ni un seno maternal, las piernas de naylon. Las piernas
y los senos sin sudor ni olor.
Ni una palabra tierna en la ausencia de los labios, sólo
corazones pagados con moneda fuerte
Y ningún libro donde leer la sabiduría. La paleta del pintor
florece de los cristales del coral.
¡Noche de insomnio, oh, noche de Manhattan! Tan agitadas
por fuegos fatuos, mientras que los claxon aúllan las
horas vacías.
Y las aguas oscuras acarrean amores higiénicos, cual ríos
crecidos con cadáveres de niños.


II

¡He aquí el tiempo de los signos y de las cuentas,
Nueva York! He aquí el tiempo del maná y del hisopo.
No resta sino escuchar los trombones de Dios, el latir de
tu corazón al ritmo de la sangre, tu sangre.
He visto Harlem zumbante de ruidos de colores solemnes y
olores resplandecientes.
—Es la hora del té en la casa del repartidor-de-productos-
farmacéuticos.
He visto los preparativos de la fiesta de la Noche cuando
declina el día. Yo proclamo la Noche más verídica que
el día.
Es la hora pura en las calles, Dios hace germinar la vida
anterior a la memoria.
Todos los elementos anfibios radiantes como soles.
¡Harlem, Harlem! ¡He aquí lo que vi Harlem, Harlem!
Una brisa verde de trigo que brota entre los adoquines
labrados por los pies desnudos de los danzantes Dams
sumergiéndose
En ondas de seda y senos de hierro en lanza, ballets de
nenúfares y de máscaras fabulosas
A los pies de los caballos de la policía, los mangos del
amor ruedan de las casas bajas.
Y he visto a lo largo de las aceras, los arroyos de ron
blanco, los arroyos de leche negra entre la neblina azul
de los cigarros.
He visto el cielo nevar al atardecer flores de algodón y
alas de serafines y penachos de brujos.
¡Escucha, Nueva York! Oh, escucha tu voz de macho de
cobre, tu voz vibrante de oboe, la angustia reprimida de
tus lágrimas caer como coágulos de sangre.
Escucha a lo lejos el latir tu corazón nocturno, ritmo y
sangre del tam-tam, tam-tam, sangre y tam-tam.


III

¡Nueva York! Digo Nueva York, deja fluir la sangre negra
en tu sangre
Que limpie de moho tus articulaciones de acero, como un
aceite de vida.
Que dé a tus puentes la curva de las grupas y la flexibilidad
de las lianas.
He aquí que regresan los tiempos más antiguos, la unidad
reencontrada, la reconciliación del León de Tauro y
del Árbol
La idea unida al acto, la oreja al corazón, el signo al
sentido.
He aquí tus ríos bullentes de caimanes perfumados y
manatíes con ojos alucinados. Y no habrá necesidad de
inventar las Sirenas.
Pero basta abrir los ojos al arcoíris de abril
Y las orejas, sobre todo las orejas a Dios que con una
risa de saxofón creó el cielo y la tierra en seis días.
Y al séptimo día durmió el gran sueño negro.



sábado, 28 de marzo de 2020


KENNETH PATCHEN





Mi religión es amarte



Ya que el tiempo endurecerá nuestros cuerpos
En un solo sueño, el hambre satisfecha, roto el corazón
Como una botella abandonada por los ladrones

Amada, ya que se encuentran tan tarde nuestros labios,
inclinados
Nuestros rostros muy juntos, los ojos cerrados

Allá afuera
detrás de la ventana donde se agitan las ramas
en el suave viento, donde los pájaros sacuden
las súbitas alas
Dentro de ese aire lisiado, amor, nos estamos muriendo

Observemos cómo llega ese sueño, y crucemos nuestros
dedos
A través del aliento que sale de nosotros

Viviendo, podemos amar aunque la muerte ande cerca
Es su canción desesperada la que no debemos escuchar

Es que tenemos que permanecer unidos, sin morir ahora
que estamos abrazados



PAUL ELUARD





Algunas palabras que, hasta ahora, me estaban misteriosamente prohibidas

a André Breton



La palabra cementerio
A los otros de soñar con un cementerio ardiente
La palabra casita
Se la encuentra a menudo
En los avisos de los periódicos en las canciones
Tiene arrugas es un viejo disfrazado
Tiene un dedal en el dedo es un papagayo maduro
Petróleo
Conocido por ejemplos preciosos
En las manos de los incendios
Neurastenia una palabra que no tiene afrenta
Una sombra de casís entre dos ojos parecidos
La palabra criolla toda de corcho sobre raso
La palabra bañadera que es arrastrada
Por caballos perfectos más feos que muletas
Bajo la lámpara esta noche glorieta es un nombre
Y domina un espejo donde se inmoviliza
Hiladora palabra que se derrite hamaca vid saqueada
Olivo chimenea con tambor de resplandores
El teclado de los rebaños se apaga en la llanura
Fortaleza malicia vana
Venenoso telón de caoba
Velador mueca elástica
Hacha error jugado a los dados
Vocal timbre inmenso
Sollozo de estaño risa de buena tierra
La palabra gatillo estupro luminoso
Efímera el azur en las venas
La palabra bólido geranio en la ventana abierta
Sobre un corazón batiente
La palabra contextura bloque de marfil
Pan petrificado plumas mojadas
La palabra frustrar alcohol marchito
Pasillo sin puertas muerte lírica
La palabra muchacho como un islote
Mirtilla lava galón cigarro
Letargo azulina circo fusión
Cuántas quedan de esas palabras
Que no me conducían a nada
Palabras maravillosas como las otras
Oh imperio mío de hombre
Palabras que escribo aquí
Contra toda evidencia
Con la gran preocupación
De decir todo