miércoles, 25 de enero de 2017


ESTHER GIMÉNEZ




Anti-dormeuse



Deja dormir en paz, necio guisante.
Desiste en tus esféricas razones,
que ya me tienes hasta los colchones
de lo que te mandara hacer Violante.

¿Qué va a pensar mi dueña y qué mi amante?
A qué tanto pinchar reputaciones
si no te salvará ni Indiana Jones
cuando en la senda estés del elefante.

Tu sola presunción me es tan molesta
que crudos ni cocidos ni al jamón
consigo soportaros en la siesta.

Y ahí sigues, germinando en mi edredón,
robándole a mi paz lo que te presta,
haz sediento de luz y desazón.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI




Autorretrato



Lo mejor de mi cara es la lechuza. Vive impasible, subida a unas zarzas blancas. A veces noto el roce de su plumaje amarillo en la frente, o de sus uñas negras que dan cuerda al tiempo en mis arrugas. Me desvela las noches en que caza demasiado, y las mujeres me consolaron al oír su graznido lúgubre cuando volaba. Si me pongo delante de un espejo, no puedo sostenerle la mirada.


De: “Los hombres intermitentes”




JUANA CASTRO





Apocalipsis



Ella no es Pomona. Ni, como las Danaides,
una daga dorada oculta entre los senos.
Ella no es Calíope, aunque sea la voz y la belleza.
Y aunque, como las Náyades, ame fuentes y bosques,
no es Estigia, ni Dafne,
ni es la bella Afrodita
ni el sueño de los héroes.
Pero Ella ha nacido.

Como ananás fragante, se levanta
ungida de romero,
como custodia viva, derramando
cuatro copas dulcísimas:
Abrazo de la tierra,
música del aire,
luz violenta del fuego
y el almíbar del agua.
Ya no habrá nunca noche, porque Ella
se ha manifestado
con sus cuatro trompetas y su gloria.
Y así es la gran nueva, la alegría:
Porque Ella ha nacido
y esta es la señal, aleluya.
Que su gracia
sea con todos vosotros, aleluya.


De: “Narcisia”

  

PORFIRIO BARBA JACOB




El hijo de mi amor, mi único hijo...



El hijo de mi amor, mi único hijo,
lo engendré sin mujer y es hijo mío;
me escribe a la distancia: estoy tan triste;
me faltas tú. Te miro en el esfuerzo
por mí, por ti, por el retorno
del polluelo a su sombra familiar,
no tengo un pan ni un techo que me cubra;
hoy habito en los muros de la mar...


VICENTE NÚÑEZ




18. La azucenas me recuerdan -¡lástima
que carezcan de aroma!-
lo robusto y oscuro de tus brazos.



CÉSAR ANTONIO MOLINA




Caminemos entre la blanca nieve...



Caminemos entre la blanca nieve
atravesando el más afilado silencio
con pasos tan suaves y tan lentos
que nunca dejaremos de caminar.
Pisemos su pecho de gaviota blanca,
de colmillo de ballena sin tallar.
Y a donde quiera que no lleguemos,
el silencio se esparcirá como el rocío
sobre el aún más blanco y blando silencio.
Caminemos entre la blanca nieve...