"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 15 de septiembre de 2017
ARIEL MONTOYA
La germinada caricia
Sobre
tu rostro caen cerúleas transparencias
agobiadas por un firmamento que te pertenece,
luciérnagas puras
clausuradas únicamente por tus párpados.
Sobre la superficie de tus senos
(girasoles atrapados por mi mano)
se desmembran todas las herejías posibles
ante la pontificia dignidad
del insolente roce de mi lengua.
Existe un territorio
fijado por la residencia de tu sexo
donde navegan peces de mil colores,
donde el viento se estaciona
destornillando las aspas masculinas de mis sueños.
Bajo la interrogación de tu espalda
en dos comarcas divinas mis caricias se hospedan,
descubriendo siempre praderas insondables.
Tu cintura es el inicio de toda llama.
Bajo su pendiente
trasiegan nuestras manos,
y respiran ángeles confidentes que nos protegen.
Entonces soy lo que tú cantas,
nota de guitarra hundida entre mis venas.
agobiadas por un firmamento que te pertenece,
luciérnagas puras
clausuradas únicamente por tus párpados.
Sobre la superficie de tus senos
(girasoles atrapados por mi mano)
se desmembran todas las herejías posibles
ante la pontificia dignidad
del insolente roce de mi lengua.
Existe un territorio
fijado por la residencia de tu sexo
donde navegan peces de mil colores,
donde el viento se estaciona
destornillando las aspas masculinas de mis sueños.
Bajo la interrogación de tu espalda
en dos comarcas divinas mis caricias se hospedan,
descubriendo siempre praderas insondables.
Tu cintura es el inicio de toda llama.
Bajo su pendiente
trasiegan nuestras manos,
y respiran ángeles confidentes que nos protegen.
Entonces soy lo que tú cantas,
nota de guitarra hundida entre mis venas.
De: “Perfil de la hoguera”
JUAN JOSÉ MACÍAS
9
esta
lluvia no es real
llamarla
real es omitir que existe
de otro
modo:
como un
arroyo que brota sin remanso
ahí
donde el razonamiento deshidrata
De: “Deo volente”
ESTEFANÍA ANGUEYRA
Vaso con agua
Siempre
habrá alguien
corrigiendo
o burlándose
de
quienes dicen vaso de agua
Ellos,
amantes de la lógica
nos
prohíben el juego
de
imaginar que el vaso
fue
alguna vez un cilindro
que
derritió su centro
para
darnos de beber.
HAMLET AYALA LUGO
Rompeolas
Era el
amor la casa
y un
telar de borrascas
fulgor
incandescente contra el cielo.
Una alfombra de ariscado tiento
se
apegaba brillante a la tersura y temblor de la epidermis;
esa
cama inmensa de cristales
diminutos
y ciegos
que
soportaba las danzas
y el
revés repetido del mar.
Cantos en lenguas imprecisas y lúbricas
andaban
contra el viento
al
tacto arenado de los cuerpos en sed
imitando
aquel abatimiento con descaro carnal: esa visitación
el agua
del origen contra un suelo siempre nunca el mismo
donde
nada persiste nada.
La
muestra está en la sed
que
acabó por tragar a sus sedientos,
los
rastros del arrojo
deslavados
en un solo vaivén
por la
mínima espuma.
Las aguas que azotaron la casa
—
piedras rompeolas
que
declaramos nuestras —
ya no
volvieron nunca.
KARL MARX
III
¡Ah!,
ahora estas páginas pueden volar
acercándose
a ti, temblando, una vez más.
mi
espíritu ha descendido
Por
tantos temores y desgarrado dolor.
Me
engaño a mí mismo, me extravío
a lo
largo de los más audaces senderos.
En vano
no puedo ganar eso que está tan alto
y
pronto no recordaré más esperanza.
Cuando
regrese de distantes lugares,
lleno
de deseo, hacia el amado hogar,
un
esposo te estrechará en sus brazos.
Sobre
mí descenderá el fuego del relámpago,
de la
miseria y del olvido.
De: “Concluyendo Sonetos a Jenny”
MANUEL BECERRA
Grafología para Gonzalo Rojas
La
firma de Gonzalo Rojas
se
escribe siempre sobre una arena
azulada
por el paso del Mediterráneo.
Cada
vez que firma lo hace en una alfombra marina.
No es
de sorprenderse que donde lo haga
antes
haya sido un alud o un huracán
sea
esto, ahora, una página o una mujer del sur.
La G de
Rojas se escribe antes
de la
aparición de la espuma.
Los
trazos de la R y la J son más furiosos
porque
son caligrafiados en Verano,
justo
cuando la isla se encuentra en mortal silencio.
Pero
cuando llega el mar
y
deslava la playa y los intervalos incisivos de sus grafemas
y se
los lleva como una rosa ardiendo,
una
sirena muerta,
nadie
recuerda en su totalidad
su
altitud vocálica ni la sílaba en combustión,
pero la
podrían reconocer, infaliblemente,
entre
la piel de los tigres,
o en
una pared lastimada
después
de un choque de espadas.
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