viernes, 15 de septiembre de 2017

HAMLET AYALA LUGO




Rompeolas



Era el amor la casa
y un telar de borrascas
fulgor incandescente contra el cielo.


Una alfombra de ariscado tiento
se apegaba brillante a la tersura y temblor de la epidermis;
esa cama inmensa de cristales
diminutos y ciegos
que soportaba las danzas
y el revés repetido del mar.


Cantos en lenguas imprecisas y lúbricas
andaban contra el viento
al tacto arenado de los cuerpos en sed
imitando aquel abatimiento con descaro carnal: esa visitación
el agua del origen contra un suelo siempre nunca el mismo
donde nada persiste nada.

La muestra está en la sed
que acabó por tragar a sus sedientos,
los rastros del arrojo
deslavados en un solo vaivén
por la mínima espuma.


Las aguas que azotaron la casa
— piedras rompeolas
          que declaramos nuestras —
ya no volvieron nunca.



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