martes, 28 de abril de 2020


ANA PÉREZ CAÑAMARES





Seguridad social



Frente a las charlas siniestras
de las salas de espera siempre
levanto un libro como una muralla.


Pero hoy de repente el olor del acero
la intuición de lo frío y punzante.
La certeza de lo inútil en perseguir
la enfermedad, que conoce todos
los recovecos donde esconderse.


La anciana a mi lado ha roto a llorar.
“No llore, mujer”, le digo,”¿qué le pasa?”
“Nada”, contesta ella, encogiéndose.


Y se queda sin saber cuánto le agradezco
que calle y no me cuente nada.
Porque no llevo kleenex en el bolso
y estoy tan cansada que la enfermedad
me parece una tregua deseable.


Así morimos, así nos matan.



FRANCISCO ESPADA





Espinos contra la esperanza



La esperanza es un camino de ida
y de no retorno, una mirada al frente
dejando atrás los calcinados
campos de la desolación,
un avanzar lento con los ojos puesto
en el objetivo de una vida superable,
vivible, habitable, donde el sol salga cada día
y amase con esfuerzo y sudor del trabajo
un trozo amargo de pan con el que saciarse,
con el que acallar en las tripas la música
de un larguísimo desentreno agónico.

El Sur se abrasa de sol y miseria
y prefiere abrazarse a los espinos
y a los aceros asesinos,
que vivir una noche interminable
donde sólo se sueña la escapatoria
de que la luna es un queso fresco;
porque, tras la noche, tras cada noche,
espera una noche más larga,
más interminablemente infinita.

No hay espinos, no hay vallas, no hay cuchillas
capaces de contener la desesperación
de ese desierto que va fagocitando
a los más débiles y debilitando a los fuertes:
cuando se acaba el pasto, las cabras ramonean
las acacias, los elevados espinos
y las conciencias  de los que vivimos
alrededor de la opulenta mesa del Norte,
a pesar de nuestras quejas y lamentos.



ERNESTO KAHAN





A las ocho el alto el fuego



A las ocho el alto el fuego. Paisaje de ciudad

14 de Agosto, 2006, día del alto el fuego en la Guerra del Líbano

Van 9 minutos y en el horizonte hay silencio,
el árbol que toca mi balcón trina con jilgueros y nuevo color.
Los oigo bien, muy bien, son el fondo de la brisa que anuncia
la vida y camino despacio para no despertar las fuerzas del mal,
pero camino,
es mi manera de sentir que no es mentira.
Tres pantallas muestran los frentes en la televisión:
No hay hongos de humo en Haifa, no hay llamas en Tiro
y en la frontera
¡Oh los bordes alambrados! sigue la tensión
y ahora el alto el fuego…

Camino despacio…
Pienso en esas dos ciudades que están sobre el mar
¡Oh el mar, que se enamora rítmicamente de ellas!
Y camino para escuchar el silencio que tienen las notas
de "La Pastoral"
Pero el hombre es hombre y no se olvida
y en el norte cada uno canta lo que cree es su victoria
y en el sur un misil nos recuerda que allí todavía hay guerra.

Camino haciendo círculos en regreso
y llego a mi taza de café
¡Oh el café, aroma de mañanas para los que despiertan
con planes y programas!
Aroma de pena para los enlutados sin consuelo,
los padres que entierran a sus hijos soldados.

Ocho horas y 33 minutos,
una cadena de tanques de guerra regresa a casa,
una cola sin fin de estrategas golpea las puertas de la prensa,
en las oficinas de los partidos políticos se preparan los discursos,
los obreros de reconstrucción llevan palas y cemento
para la ciudad, nuevas comisiones,
nuevos comités de evaluación
y la preparación para próxima guerra.

La ciudad despierta para continuar su evolución humana
testigo del ser gregario sin compasión,
asfalto, brisa de mar del mediterráneo,
soldados que se abrazan a las ocho y cuarenta
y yo sigo caminando
y David Grossman el escritor por la paz enterrará su hijo
esta tarde y no sus escritos,
y tomaré otro café ciudadano
y cuando esté convencido,
y sonriendo y con panes saliendo del horno,
daré volumen a las notas de La Pastoral.

Nueve horas y treinta minutos,
las bombas siguen en silencio ¡QUE BUENO!
Pero están siendo guardas en la ciudad.

Paisaje del hombre gregario…
Siglo XXI, desde que ayer comenzamos a contar.



ANTONIO GARCÍA VARGAS





Inmigrante. Número fatídico

Números, números… el número 68, 265, 500…
No me salen las cuentas.

La matemática viaja por mi mente
sin encontrar acomodo.

Treinta cuerpos aparecen bajo las aguas.

Dormimos cientos de noches con tranquilidad,
soñamos con la nueva hipoteca,
el coche del vecino, la comunión de la niña.
Ellos también solo que el sueño
se rompe en mil aristas silenciosas.

¿Quién decide mi frontera?
¿Quién mi destino?
Negro sobre blanco;
blanco sobre negro.
Sin unirse…
Contrincantes en un torneo llamado vida
en el que compiten desnudos.

Cuarenta cuerpos, uno tras otro,
aparecen en la playa una inocente mañana.
Cuarenta vidas segadas.
Las lápidas dicen solo: inmigrante 43, 86, 29...
Sin nombre.
Sin cara.
Sin origen.
Apenas leve brizna de aire incierto
que roza imperceptible nuestras caras maquilladas.


Abril de 2011


ANNA VENTURA





Las espigas cruzadas





Lejos, en las estancias de la cebada,
pasan las almas muertas.
El polvo recubre
las espigas de trigo cruzadas,
signo de una fertilidad improbable,
inútil conjuro.
Sobre las camas de hierro el sueño es avaro, difícil la vigilia
‒duras vírgenes miran desde lo alto‒.
Fuera la noche transcurre, triturando el hielo de los viejos tejados.
También mañana será breve el día, ahora que es invierno
y los viejos se sientan junto al fuego con sus grandes manos,
la nieve cubre las casas,
pasa el tiempo sin razón.






GOYA GUTIERREZ





  
XV. Y cuando de los ojos de la memoria
Se aleje la flor de los almendros
Y las ramas colmadas de los cerezos:

Sin ninguna inocencia
Quisiera que la bondad triunfara,
Poder reconocerla en la mirada
De las fotografías que guardemos,
Y una pequeña sombra de misterio,
Como cuando la abuela me contaba
Historias
De endiabladas y hechiceras al calor
Del fuego,
En los tiempos que las flores sucumben
Tras el rocío, a las fuertes heladas
De un invierno.


De: “La Flor del Hibisco” en "El cantar de las amantes".