martes, 28 de abril de 2020

ANA PÉREZ CAÑAMARES





Seguridad social



Frente a las charlas siniestras
de las salas de espera siempre
levanto un libro como una muralla.


Pero hoy de repente el olor del acero
la intuición de lo frío y punzante.
La certeza de lo inútil en perseguir
la enfermedad, que conoce todos
los recovecos donde esconderse.


La anciana a mi lado ha roto a llorar.
“No llore, mujer”, le digo,”¿qué le pasa?”
“Nada”, contesta ella, encogiéndose.


Y se queda sin saber cuánto le agradezco
que calle y no me cuente nada.
Porque no llevo kleenex en el bolso
y estoy tan cansada que la enfermedad
me parece una tregua deseable.


Así morimos, así nos matan.



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