martes, 28 de abril de 2020

FRANCISCO ESPADA





Espinos contra la esperanza



La esperanza es un camino de ida
y de no retorno, una mirada al frente
dejando atrás los calcinados
campos de la desolación,
un avanzar lento con los ojos puesto
en el objetivo de una vida superable,
vivible, habitable, donde el sol salga cada día
y amase con esfuerzo y sudor del trabajo
un trozo amargo de pan con el que saciarse,
con el que acallar en las tripas la música
de un larguísimo desentreno agónico.

El Sur se abrasa de sol y miseria
y prefiere abrazarse a los espinos
y a los aceros asesinos,
que vivir una noche interminable
donde sólo se sueña la escapatoria
de que la luna es un queso fresco;
porque, tras la noche, tras cada noche,
espera una noche más larga,
más interminablemente infinita.

No hay espinos, no hay vallas, no hay cuchillas
capaces de contener la desesperación
de ese desierto que va fagocitando
a los más débiles y debilitando a los fuertes:
cuando se acaba el pasto, las cabras ramonean
las acacias, los elevados espinos
y las conciencias  de los que vivimos
alrededor de la opulenta mesa del Norte,
a pesar de nuestras quejas y lamentos.



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