"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 23 de julio de 2020
JULIO TRUJILLO
XVIII
Fatiga el mar
como el aire la saeta,
acorta entre ella y su destino la distancia,
devoraleguas,
siempre acercándose,
siempre causando la primera el horizonte,
los otros mástiles,
las picas de la muerte.
De:
“Proa”
MARIO LUZI
La oscura y
alta llama en ti recae
La oscura y alta llama en ti recae,
figura todavía desconocida
¡ah, por tan largo tiempo suspirada
tras ese velo de años y estaciones
que acaso un dios se apresta a desgarrar!
La incólume delicia, la penosa ansiedad
de existir nos incendia y nos calcina
igualmente a los dos. Mas cuando calla
la música entre nuestros rostros desconocidos
se alza un viento cargado de promesas.
Igual a dos opacas estrellas en lenta vigilia
en la cual a un planeta reanima íntimamente
el luminoso espíritu nocturno,
nos alzamos ahora penetrantes,
deseosos de un futuro ilimitado.
Así alienta y alea en el alma vehemente
un deseo tan próximo al espanto,
una esperanza semejante al miedo,
mas la mirada se extiende y entra en la sangre
más fértil el aliento de la tierra.
Asumido en la helada mesura de las estatuas
todo lo que parecía ya perfecto
se reanima y desata, vibra
la luz, tiemblan fructíferos arroyos
y zumban las ciudades augúrales.
La fiel imagen palidece
y me yergo, levito y atormento
queriendo hacer de mí un Mario inalcanzable
para mí mismo, en el ser incesante
un fuego que reengendra su ardimiento.
figura todavía desconocida
¡ah, por tan largo tiempo suspirada
tras ese velo de años y estaciones
que acaso un dios se apresta a desgarrar!
La incólume delicia, la penosa ansiedad
de existir nos incendia y nos calcina
igualmente a los dos. Mas cuando calla
la música entre nuestros rostros desconocidos
se alza un viento cargado de promesas.
Igual a dos opacas estrellas en lenta vigilia
en la cual a un planeta reanima íntimamente
el luminoso espíritu nocturno,
nos alzamos ahora penetrantes,
deseosos de un futuro ilimitado.
Así alienta y alea en el alma vehemente
un deseo tan próximo al espanto,
una esperanza semejante al miedo,
mas la mirada se extiende y entra en la sangre
más fértil el aliento de la tierra.
Asumido en la helada mesura de las estatuas
todo lo que parecía ya perfecto
se reanima y desata, vibra
la luz, tiemblan fructíferos arroyos
y zumban las ciudades augúrales.
La fiel imagen palidece
y me yergo, levito y atormento
queriendo hacer de mí un Mario inalcanzable
para mí mismo, en el ser incesante
un fuego que reengendra su ardimiento.
LUIS LLORÉNS TORRES
Amanecer
Guíñale al sol la cabaña.
El río es brazo que se pierde
por entre la manga verde
que cuelga de la montaña.
El yerbazal se desbaña.
La luz babea la colina.
Y más que el veloz caballo,
hiere la paz campesina
la puñalada honda y fina
del cantío de mi gallo.
El río es brazo que se pierde
por entre la manga verde
que cuelga de la montaña.
El yerbazal se desbaña.
La luz babea la colina.
Y más que el veloz caballo,
hiere la paz campesina
la puñalada honda y fina
del cantío de mi gallo.
ELIZABETH BARRETT BROWNING
Dilo, dilo
otra vez…
Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo
que me quieres, aunque esta palabra repetida,
en tus labios, el canto del cuclillo recuerde.
Y no olvides que nunca la fresca primavera
que me quieres, aunque esta palabra repetida,
en tus labios, el canto del cuclillo recuerde.
Y no olvides que nunca la fresca primavera
llegó al monte o al llano, al valle o a los
bosques,
en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.
Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,
en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.
Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,
clamo: «¡Vuelve a decir que me quieres!» ¿Quién
teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
o un exceso de flores ciñendo todo el año?
teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
o un exceso de flores ciñendo todo el año?
Di que me quieres, di que me quieres: renueva
el tañido de plata; mas piensa, amado mío,
en quererme también con el alma, en silencio.
el tañido de plata; mas piensa, amado mío,
en quererme también con el alma, en silencio.
EEVA KILPI
Cuando has
visto una nube…
Cuando has visto una nube
en el regazo de un lago;
y la luna
entre los nenúfares;
inevitablemente estás a la merced
de tu propia alma.
en el regazo de un lago;
y la luna
entre los nenúfares;
inevitablemente estás a la merced
de tu propia alma.
Version
de Luis López Nieves
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