"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 13 de junio de 2016
JAVIER SALVAGO
Me
recosté en tu cuerpo, mientras tú preparabas
la comida. El contacto de tu piel bronceada
me despertó los tigres, dormidos un momento,
y sentí que sus uñas me arañaban por dentro.
Aunque era mediodía, nos fuimos a la cama.
Luego la casa olía a lentejas pegadas.
la comida. El contacto de tu piel bronceada
me despertó los tigres, dormidos un momento,
y sentí que sus uñas me arañaban por dentro.
Aunque era mediodía, nos fuimos a la cama.
Luego la casa olía a lentejas pegadas.
MARÍA ELENA WALSH
Ahora
Ahora
como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En
todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.
Porque
viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por
gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
JOSÉ GAUTIER BENÍTEZ
A
Puerto Rico (ausencia)
Puerto
Rico, Patria mía,
la de los blancos almenares,
la de los verdes palmares,
la de la extensa bahía:
la de los blancos almenares,
la de los verdes palmares,
la de la extensa bahía:
¡Qué
hermosa estás en las brumas
del mar que tu playa azota,
como una blanca gaviota
dormida entre las espumas!
del mar que tu playa azota,
como una blanca gaviota
dormida entre las espumas!
En
vano, patria, sin calma,
muy lejos de ti suspiro:
yo siempre, siempre te miro
con los ojos de mi alma:
muy lejos de ti suspiro:
yo siempre, siempre te miro
con los ojos de mi alma:
En
vano me trajo Dios
a un suelo extraño y distante:
en vano está el mar de adelante
interpuesto entre los dos:
a un suelo extraño y distante:
en vano está el mar de adelante
interpuesto entre los dos:
En
vano se alzan los montes
con su manto de neblina:
en vano pardas colinas
me cierran los horizontes:
con su manto de neblina:
en vano pardas colinas
me cierran los horizontes:
con
un cariño profundo
en ti la mirada fijo:
¡para el amor de tu hijo
no hay distancia en el mundo!
en ti la mirada fijo:
¡para el amor de tu hijo
no hay distancia en el mundo!
Y
brota a mi deseo
como espléndido miraje,
ornada con el ropaje
del amor con que te veo.
como espléndido miraje,
ornada con el ropaje
del amor con que te veo.
Te
miro, si, placentera
de la Isla separada,
como una barquilla anclada
muy cerca de la ribera.
de la Isla separada,
como una barquilla anclada
muy cerca de la ribera.
Do el
viento sobre las olas
te lleva en son lastimero,
del errante marinero
las sentidas barcarolas;
te lleva en son lastimero,
del errante marinero
las sentidas barcarolas;
Y céfiros
voladores
que bajan de tus montañas,
los murmullos de tus cañas,
los perfumes de tus flores.
que bajan de tus montañas,
los murmullos de tus cañas,
los perfumes de tus flores.
El
mar te guarda, te encierra
en un círculo anchuroso,
y es que el mar está celoso
del cariño de la tierra;
en un círculo anchuroso,
y es que el mar está celoso
del cariño de la tierra;
Y yo,
patria, que te quiero,
yo que por tu amor deliro,
que lejos de ti suspiro,
que lejos de ti me muero.
yo que por tu amor deliro,
que lejos de ti suspiro,
que lejos de ti me muero.
Tengo
celos del que mira
tus alboradas serenas,
del que pisa tus arenas,
del que tu aliento respira.
tus alboradas serenas,
del que pisa tus arenas,
del que tu aliento respira.
Tu
das vida a la doncella
que inspira mi frenesí,
a ella la quiero por ti,
y a ti te quiero por ella.
que inspira mi frenesí,
a ella la quiero por ti,
y a ti te quiero por ella.
Ella
es la perla brillante,
en tus entrañas formada,
tú, la concha nacarada
que guarda la perla amante.
en tus entrañas formada,
tú, la concha nacarada
que guarda la perla amante.
Es
paloma, que en la loma
lanza su arrullo sentido,
y tu, patria, eres el nido
donde duerme la paloma:
lanza su arrullo sentido,
y tu, patria, eres el nido
donde duerme la paloma:
Si yo
te vi indiferente,
si mi amor no te decía,
¡ay patria, yo no sabía
lo que es el llorar ausente!
si mi amor no te decía,
¡ay patria, yo no sabía
lo que es el llorar ausente!
Mas
hoy que te ven mis ojos
de tu mar entre las brumas,
como una ciudad de espuma
forjada por mis antojos:
de tu mar entre las brumas,
como una ciudad de espuma
forjada por mis antojos:
Hoy
que ya sé lo que vales,
hija del sol y del viento,
que helare mi sangre siento
con las brisas invernales;
hija del sol y del viento,
que helare mi sangre siento
con las brisas invernales;
Hoy
diera, en la tierra hispana,
el oro que el mundo encierra,
por un puño de tierra
de mi tierra Borincana.
el oro que el mundo encierra,
por un puño de tierra
de mi tierra Borincana.
LUIS FELIPE VIVANCO
El descampado A Dámaso Alonso
Tú estás en ese taxi parado, sí, eres Tú
-un bulto en el crepúsculo- junto al bordillo blanco
donde se acaba el campo de enfrente o descampado.
Lo sé, aunque no te he visto (y aunque dentro del taxi
no hay nadie). Está lloviendo con fuerza. Está empezando
a oler en la ciudad a campo de muy lejos...
Y tú estás en el taxi como en una capilla
que fuera entre las hazas ermita solitaria.
(Lo sé, porque esos trigos que se iluminan, lejos...,
y ese río parado, con sus aguas crecidas
de pronto...) Llueve fuerte y estás dentro del taxi
(tal vez junto a ese chofer fatigado al volante).
Sé que dentro del taxi no hay nadie, pero huele
a lluvia de muy lejos. Suena esa lluvia. Y pienso
sin ganas: ser poeta, suspender en el aire
laborioso de un día y otro día unas pocas
palabras necesarias, y quitarse de en medio.
Porque uno -su difícil vivir- ya no hace falta
si quedan las palabras. Ser poeta: orientarse,
como esa luz dudosa cruzando el descampado
y en vez de una existencia brillante, tener alma.
Por eso, algo me quito de en medio: estoy viviendo
como un taxi parado junto al bordillo blanco
(y hay un cerco de alegres sonrisas y de manos
fieles a sus celestes contactos en la sombra).
Porque Tú, el más activo -y el más ocioso- estabas
aquí, junto al farol de luz verde en la noche.
Tú, sin libros; Tú, libre con brazos, con miradas,
estabas sin testigos y medías -ocioso-
mis pasos por mi cuarto (donde caben mis años).
Y los trigos en éxtasis de Castilla la Vieja,
los ríos llameantes con sus aguas crecidas,
seguían a lo lejos relevándote (mientras
detrás de mis cristales aparece el retraso
de ese barro, esos charcos del ancho descampado,
¡yo también descampado, desterrado del campo!)
Tú estás en ese taxi parado, sí, eres Tú
-un bulto en el crepúsculo- junto al bordillo blanco
donde se acaba el campo de enfrente o descampado.
Lo sé, aunque no te he visto (y aunque dentro del taxi
no hay nadie). Está lloviendo con fuerza. Está empezando
a oler en la ciudad a campo de muy lejos...
Y tú estás en el taxi como en una capilla
que fuera entre las hazas ermita solitaria.
(Lo sé, porque esos trigos que se iluminan, lejos...,
y ese río parado, con sus aguas crecidas
de pronto...) Llueve fuerte y estás dentro del taxi
(tal vez junto a ese chofer fatigado al volante).
Sé que dentro del taxi no hay nadie, pero huele
a lluvia de muy lejos. Suena esa lluvia. Y pienso
sin ganas: ser poeta, suspender en el aire
laborioso de un día y otro día unas pocas
palabras necesarias, y quitarse de en medio.
Porque uno -su difícil vivir- ya no hace falta
si quedan las palabras. Ser poeta: orientarse,
como esa luz dudosa cruzando el descampado
y en vez de una existencia brillante, tener alma.
Por eso, algo me quito de en medio: estoy viviendo
como un taxi parado junto al bordillo blanco
(y hay un cerco de alegres sonrisas y de manos
fieles a sus celestes contactos en la sombra).
Porque Tú, el más activo -y el más ocioso- estabas
aquí, junto al farol de luz verde en la noche.
Tú, sin libros; Tú, libre con brazos, con miradas,
estabas sin testigos y medías -ocioso-
mis pasos por mi cuarto (donde caben mis años).
Y los trigos en éxtasis de Castilla la Vieja,
los ríos llameantes con sus aguas crecidas,
seguían a lo lejos relevándote (mientras
detrás de mis cristales aparece el retraso
de ese barro, esos charcos del ancho descampado,
¡yo también descampado, desterrado del campo!)
De "El descampado" 1957
LEÓN FELIPE
Colofón
Luz...
Cuando mis lágrimas te alcancen
la función de mis ojos
ya no será llorar,
sino ver.
Cuando mis lágrimas te alcancen
la función de mis ojos
ya no será llorar,
sino ver.
RENATO LEDUC
Estrofas en torno de un amor menguante
Luna impoluta que miré de niño
rodar entre el verdor de la arboleda;
verso primero escrito sin aliño
amor primero del que nada queda.
Sueños de gloria y esperanza incierta,
viajes absurdos de la fantasía
y penetrar al cielo por la puerta
estrecha del dolor, sin alegría.
Confín violáceo del venusto monte,
fogata temblorosa que agoniza,
neblina que confiere al horizonte,
grises de perla o grises de ceniza.
Turbia serenidad que otrora tuve,
perdida ya para fortuna mía.
Desgarradora condición de nube
ardida al rojo blanco, pero fría.
Marino
afán de corregir el rumbo
que Dios imprime a la perdida barca,
y quedar a merced de viento y tumbo
sobre la inmensa superficie zarca.
Cándida confesión que no hice nunca,
amor buscado y nunca conseguido,
poema nunca escrito, vida trunca,
vuelo en el acto de arrancar, fallido.
Discreta como usted, como usted blonda,
la media luz de los atardeceres.
Menguante amor prendido de la honda
noche con diamantinos almeres.
Todo el candor que nos quitó la vida,
toda la fuerza que nos dio el dolor,
todo es ahora luz desvanecida,
tibieza, soledad, último amor...
De "Algunos poemas deliberadamente románticos
y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933
que Dios imprime a la perdida barca,
y quedar a merced de viento y tumbo
sobre la inmensa superficie zarca.
Cándida confesión que no hice nunca,
amor buscado y nunca conseguido,
poema nunca escrito, vida trunca,
vuelo en el acto de arrancar, fallido.
Discreta como usted, como usted blonda,
la media luz de los atardeceres.
Menguante amor prendido de la honda
noche con diamantinos almeres.
Todo el candor que nos quitó la vida,
toda la fuerza que nos dio el dolor,
todo es ahora luz desvanecida,
tibieza, soledad, último amor...
De "Algunos poemas deliberadamente románticos
y un prólogo en cierto modo innecesario" 1933
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