"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 23 de febrero de 2025
TOMAS TRANSTRÖMER
Sol
de noviembre…
Mi sombra nada, enorme:
se hace espejismo.
Versión de Roberto Mascaró
ANNE CARSON
Tres
Tres
mujeres silenciosas en la mesa de la cocina.
La cocina de mi madre es oscura y pequeña pero del otro lado de la ventana
está el páramo, paralizado con hielo.
Se extiende hasta donde alcanza la vista
a lo
largo de kilómetros planos hasta un cielo blanco sólido no iluminado.
Mamá y yo estamos masticando lechuga cuidadosamente.
El reloj de la pared de la cocina emite un bajo zumbido irregular que salta
una
vez en el minuto justo de las doce.
Tengo a Emily pág. 216 abierta y apoyada sobre la azucarera
pero furtivamente estoy observando a mi madre.
Miles
de preguntas chocan contra mis ojos desde adentro.
Mi madre está estudiando su lechuga.
Paso a la pág. 217.
“En
mi fuga a través de la cocina tropecé con Hareton
quien ahorcaba una camada de cachorros
desde el respaldo de una silla en la puerta. . .”
Es
como si a todas nos hubieran bajado dentro de una atmósfera de vidrio.
De tanto en tanto un comentario atraviesa el vidrio.
Impuestos en el lote de atrás. No es un buen melón,
falta
para los melones.
La peluquera del pueblo encontró a Dios, cierra la tienda cada martes.
De nuevo hay ratones en el cajón de los repasadores.
Pequeñas bolitas. Mordieron
los
bordes de las servilletas, si supieran
lo que cuestan las servilletas de papel hoy en día.
Esta noche llueve.
Mañana
llueve.
Ese volcán en las Filipinas otra vez activo. Esa que no me acuerdo el nombre
Anderson se murió no Shirley no
la
cantante de ópera. Negra.
Cáncer.
No estás comiendo tu guarnición, ¿no te gustan los pimientos?
Por
la ventana puedo ver hojas muertas que atraviesan las tierras planas
y residuos de nieve herida por la mugre de los pinos.
En el centro del páramo
donde
la tierra desciende hacia una depresión,
el hielo ha comenzado a abrirse.
Llegan aguas abiertas y negras
cuajadas
como la ira. Mi madre habla repentinamente.
Esa psicoterapia no te está ayudando tanto, me parece.
No lo estás superando.
Mi
madre tiene esa manera de resumir las cosas.
A ella nunca le había gustado Law
pero le gustaba la idea de que yo tuviera un hombre y que continuara con mi
vida.
Pues
él es de los que toman y tú de las que dan espero que funcione,
era todo lo que dijo después de haberlo conocido.
Dar y tomar eran sólo palabras para mí
en
ese momento. Nunca antes había estado enamorada.
Era como una rueda que bajaba rodando una colina.
Pero temprano esta mañana mientras mamá dormía
y yo
estaba abajo leyendo la parte de Cumbres Borrascosas
donde Heathcliff se aferra a la celosía durante la tormenta sollozando
¡Entra! ¡Entra! al fantasma del tesoro de su corazón,
caí
de rodillas sobre la alfombra y también sollocé.
Ella sabe cómo ahorcar cachorros,
esa Emily.
No
es como tomarse una aspirina, sabes, le respondo débilmente.
La Dra. Haw dice que el duelo es un proceso prolongado.
Ella frunce el ceño. ¿Y qué se logra
con
todo ese remover el pasado?
Oh —extiendo las manos—
¡Yo me impongo! La miro directamente a los ojos.
Ella sonríe. Sí lo haces.
RICARDO CARBALLO
Alto nombre
Nombre
de suave lienzo y blanco lino,
paisaje donde nevó rosas heladas,
primavera cuajada en amor joven.
Cuántas huidas, cuántos escalofríos
entre tú y yo levantaron nuestro puente.
Puente de plata o tela de araña, dulce,
donde al amanecer la niebla se columpia.
Mi vida es un acercarse a la tuya.
Al morder la primera fruta de oro,
el zumo por los labios resbalaba.
Era la pasión como una novia antigua.
Nombre de limpio vidrio y aire tamizado,
en soledad arrodillada encendido,
de campana en campana por los campos vuelas.
Como un animal sagrado vagabas;
alto zumbido de otoños olvidados
bajo tus pies, arcángel de los pies blancos.
Esparciendo luz y oliendo a flor,
Planeas sobre mí, ángel en ruinas.
¿Qué brisa, qué amor, qué pena deshojada,
qué fuente dorada o qué cristal de estrella
sueña tus sueños cuando estoy dormido?
Al latirte el corazón de viento,
florezco bajo tus alas desnudas.
TERE MEDINA
Violación
Esta
soledad de ti
que me florece las venas
palpitantes, que me abruma
bajo cálidas arenas
la epidermis sensitiva,
que las entrañas me quema.
Este
crearte en mi cuerpo;
este imaginarte espuela
que le impone a mis corceles
desenfrenada carrera;
este océano de espumas
en que me ahoga, esperma
de intimidades soñadas
con que me viola tu ausencia.
De: “Rimas eróticas”
JAROSLAV SEIFERT
La columna de la peste
Nuestras
vidas se deslizan
como los dedos sobre el papel de lija;
días, semanas, años, siglos,
y había épocas en que pasábamos llorando
largos años.
Hoy
todavía camino alrededor de la columna
donde con tanta frecuencia esperé
y escuché, cómo murmura el agua
de las fauces apocalípticas,
sorprendido cada vez
por la amorosa coquetería del agua,
que estallaba en la superficie de la fuente
mientras caía la sombra de la columna en tu rostro.
Esta
era la hora de la Rosa.
Versión de Clara Janés
MARIO VEGA
Oración de Penélope
Toda
el agua del mar
para calmar la sed de los que viven
más allá de la orilla.
Aquí las rocas y mi cuerpo frente
a las rocas de Léucade
donde suelo gozar la libertad.
Antes gozaba a plena luz del día
más de cincuenta amantes —eran días
como la vida largos— sin amar a ninguno.
Pero llegó la noche y con ella la muerte,
la vida fue otra vez una mentira
y la noche fue eterna.
Sus
ojos son oscuros, y su lengua
ha rozado la lengua gruesa y blanca
de la sombra del Érebo.
Sus manos se tiñeron del color
del bronce y de su rostro.
Le temo, yo le temo
cerradas ya las puertas de palacio
donde mi cuerpo es suyo y mi voz
ya nunca pide auxilio, pues los ruegos,
los gritos y palabras son grilletes
y a él le satisfacen.
Ya
no sé qué es condena, ni qué absolución
aunque las dos me atan a estas rocas.
Yo vivo en una sola y gran oscuridad,
mi vida tiene dueño: es un hombre
y no los inmortales.
Las
olas siempre vuelven a la playa,
igual que el pájaro en los meses cálidos,
pero no quise nunca su regreso,
pedí que su camino fuera largo
y ahora pido que el aire me abandone
y no regrese nunca.
Que
los dioses concedan mi plegaria.
De: “La mala conciencia”