sábado, 13 de febrero de 2016


JUAN RAMÓN ORTIZ GALEANO



  
Tan lejos, a un paso luz...
  
  "Siguen clavándole esos clavos en los ojos
ardientes,
aunque sigue mirando
morena, mutilada, revoltosa y sangrante
velando por los hijos (esas sombras anónimas
que la siguen llevando)"
Elvio Romero



Parados uno frente al otro,
nos reflejamos,
pero en el reflejo estamos de espaldas
(o en el reflejo hay algo que nos confunde);
tan lejos, hermano americano,
tan lejos, a un giro, a un paso luz...


Busco tus ojos y no los encuentro,
y pienso: “Tal vez estén ocupados
en busca los míos...”
y tal vez estén tan lejos,
hermano americano, tan lejos,
a una mirada, a un paso luz.


Entonces busco tu atención,
pero no la consigo;
te hablo, te llamo,
te grito y no me oyes;
y pienso: “Quizá sus gritos
le impiden oír los míos”


... y si los gritos con que intentas responderme
te impiden escucharme,
y si los gritos mutuos nos impiden entendernos,
es que estamos tan lejos, hermano americano,
tan lejos, a una pausa de distancia,
a un paso luz.


A veces te encuentro callado,
ensimismado y cabizbajo,
y no me atrevo a importunarte,
y los dos, permanecemos en silencio...


y me pregunto: “¿No será él
quien no se atreve a importunarme,
pues también me ve callado,
ensimismado y cabizbajo?”
estamos tan lejos, hermano americano,
tan lejos, a un llamado de distancia,
a un paso luz.


Otras veces te encuentro lastimado,
y no me contengo,
y me atrevo, y me acerco
a limpiar tus heridas;
y mientras lo hago veo sin sorpresa
que tu sangre
también brota de mis manos,
y lo veo sin sorpresa,
hermano americano,
porque tus heridas, hermano mío,
tus heridas… también son mías.


("Tan lejos, a un paso luz...", poema Ganador ex-aequo del "Premio Latin Heritage Foundation" de Poesía 2011-Washington, Estados Unidos- y publicado en las antologías "Una isla en la isla" y "Poemas Inolvidables" pertenece al libro de próxima edición "Patria Sangrante Aldea Enloquecida")




CARMEN INÉS PERDOMO




Cábalas



Dormita el vagabundo
sobre hilares de invierno;
al filo de la bruma,
resbalan sus sueños.

Antes que su rostro se diluya
la noche esboza
una leve sonrisa.




LUIS ARMENTA MALPICA



  
Elocuencia del humo
  
Todo ese ropaje de polvo, ese velo de piel
ferroviaria oscurecida…
Allen Ginsberg



Los rieles, afianzados al suelo, se estremecen
con el presagio de una locomotora insumisa de ruedas
acercándose, con desmedido impulso
a la estación de origen.

Ya se escucha el piafar de sus caballos
con sus crines al viento.
Esos humos oscuros, tan remotos
trotaban por el aire; en las nubes añiles
(de reflejos metálicos porque, tal vez, las ruedas destellaban
el acero cromado, el manganeso
esa armazón de rayos primeriza, luego placa, al fin rotor
que probaba correr a ciento veinte kilómetros por hora
dejando en los durmientes un suave hollín por rastro y pesadilla)
unas coces violentas reseñaban la huida
de quién
por qué
hacia dónde…

Uncidos por una larga brida de cuero, herraje y clavos
los vagones se avientan con premura, se abrazan y jadean
se estorban, pisan, saltan sin que jinete alguno los controle
(no hay un caballerango que sostenga el cabestro
la montura está suelta, el ronzal cuelga a un lado de la locomotora;
no hay pie sobre la espuela, ni manos en la albarda).

Qué sería del jinete
en cuál vagón buscarle
y desde cuándo…

Los rieles se encabritan ante un muro de piedra que pregona
con un fuete de polvo, el final del camino.

Un relincho angustioso relampaguea en las nubes.

Es el humo que tose y asfixia a la caldera.
El humo en que se inmola
el tren de mis caricias
por mi cuerpo.

No recordaba —torpe— que a partir de mi infancia
juré prestar ese tren de vapor
a mis amigos.

con Steve Reich


(Poemas tomados de Cantara, incluido en El mundo era un prodigio. UNAM, colección El Ala del Tigre, 1998.)


CESAREO MARTINEZ




Como ríos de Luz
Sobre el heno
O a ras del centeno
Extienden sus cuerpos
Los amantes adolescentes
Como ríos de luz
Brillan los cuerpos de3 los amantes
Sobre el heno o ras del centeno
Un enano ciego camina por el cieno
Buscando la estela de Dios
Un ciego enamorado atisba en su cielo
Los cuerpos de los adolescentes
Brillando brillando
Como dos ríos de luz



ADALBERTO GARCÍA LÓPEZ



  
Nadie



Nadie, la noche, la luz del faro
y el ladrido que entran por las grietas de la pared;
nadie bebe un poco de mi sangre
siquiera; nadie ata los cordones del sueño
y desaparece el insomnio.
Esta voz que se repite: nadie.
Infranqueable, polvo de lo que se deja por el día,
palabra pronunciada por el silencio de una queja
y que escapa por el mismo resquicio
por donde entraron la luz y el ladrido.
A estas horas, en este cuarto vacío
es fácil de pronunciar,
de cerrar los ojos y pronunciarla
porque no hay temor,
porque la muerte es incorruptible
y nadie vendrá, nadie cerrará la cortina,
nadie vendrá y se acostará conmigo
y contará mi sueño y soplará el mal viento
para que no me atemorice por mi condición.
Sólo este conjunto de sombras,
esta presencia plena de presencias: nadie.



TOMÁS COHEN



  
Legado por un pelo



¿Un fósforo tomo o
una brizna de vaharido?
¿La brasa de abrazo
o un simple pelo caído?

Lo desenredo de un botón
como el cable a una audición
o como si abriera un viejo archivo.

Antes de tragármelo, lo miro—
Me enhebra y ahorca
su hilo de vino
color alazán que
no es ni fuera mío.

Por un prado entre cojines y latidos
que taladran mi corazón y mi oído
oiré galopar sin pozón su jamás, mío.