Nadie
Nadie,
la noche, la luz del faro
y el
ladrido que entran por las grietas de la pared;
nadie
bebe un poco de mi sangre
siquiera;
nadie ata los cordones del sueño
y
desaparece el insomnio.
Esta
voz que se repite: nadie.
Infranqueable,
polvo de lo que se deja por el día,
palabra
pronunciada por el silencio de una queja
y que
escapa por el mismo resquicio
por
donde entraron la luz y el ladrido.
A
estas horas, en este cuarto vacío
es
fácil de pronunciar,
de
cerrar los ojos y pronunciarla
porque
no hay temor,
porque
la muerte es incorruptible
y
nadie vendrá, nadie cerrará la cortina,
nadie
vendrá y se acostará conmigo
y
contará mi sueño y soplará el mal viento
para
que no me atemorice por mi condición.
Sólo
este conjunto de sombras,
esta
presencia plena de presencias: nadie.
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