"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 20 de abril de 2021
SANTA TERESA DE ÁVILA
Hermosura
de Dios
¡Oh,
Hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
Y sin dolor deshacéis
El amor de las criaturas.
¡Oh,
ñudo que así juntáis
Dos cosas tan desiguales!
No sé por qué os desatáis,
Pues atado fuerza dais
A tener por bien los males.
Juntáis
quien no tiene ser
Con el Ser que no se acaba:
Sin acabar acabáis,
Sin tener que amar amáis,
Engrandecéis vuestra nada
EMILY BRONTË
Frío
en la tierra, y la nieve apilada sobre ti…
Frío
en la tierra, y la nieve apilada sobre ti,
Lejos, muy lejos, el frío en la tumba triste.
¿Me he olvidado de amarte, mi único amor,
Cortada al fin por la implacable ruptura del Tiempo?
Ahora,
en soledad, ¿mis pensamientos ya no flotan
Sobre los montes, en esa orilla del norte,
Descansando sus alas en las hojas de helecho
Que cubren tu noble corazón eternamente?
Frío
en la tierra, y quince diciembres salvajes
Desde los cerros marrones se han derretido en primavera;
¡Fiel, de hecho, es el espíritu que recuerda
Después de esos años de cambio y sufrimiento!
Dulce
amor de la juventud, perdonad, si me olvido de ti,
Mientras la marea del mundo me arrastra hacia adelante;
Otros deseos y esperanzas me atormentan,
¡Las esperanzas que oscurecen, pero no pueden borrarte!
Ninguna
luz tardía ha iluminado mi cielo,
Ninguna mañana ha vuelto a resplandecer para mí;
Toda mi felicidad vino de tu vida,
Toda mi felicidad yace en la tumba contigo.
Pero
cuando los días de sueños dorados perecieron,
E incluso la desesperación fue impotente para destruir,
Aprendí como la existencia podía ser apreciada,
Fortalecida, alimentada sin la ayuda del placer.
Entonces
probé las lágrimas de una pasión inútil;
Destetada mi joven alma de tu anhelo póstumo;
Severamente negó su ardiente deseo de acelerar
El descenso hacia esa tumba que será mía.
Y,
aún así, no me atrevo a dejarlo languidecer,
No me atrevo a caer en el dolor entusiasta de la memoria;
Una vez bebida profundamente la divina angustia,
¿Cómo podría anhelar el mundo vacío otra vez?
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Poema
desde un caracol
Yo
he visto el mar. Pero no era
el mar retórico con mástiles
y marineros amarrados
a una leyenda de cantares.
Ni
el verde mar cosmopolita
-mar de Babel- de las ciudades,
que nunca tuvo unas ventanas
para el lucero de la tarde.
Ni
el mar de Ulises que tenía
siete sirenas musicales cual siete islas rodeadas
de música por todas partes.
Ni
el mar inútil que regresa
con una carga de paisajes
para que siempre sea octubre
en el sueño de los alcatraces.
Ni
el mar bohemio con un puerto
y un marinero delirante
que perdiera su corazón
en una partida de naipes.
Ni
el mar que rompe contra el
[muelle
una canción irremediable
que llega al pecho de los días
sin emoción, como un tatuaje.
Ni
el mar puntual que siempre tiene
un puerto para cada viaje
donde el amor se vuelve vida
como en el vientre de una madre.
Que
era mi mar el mar eterno,
mar de la infancia, inolvidable,
suspendido de nuestro sueño
como una Paloma en el aire.
Era
el mar de la geografía,
de los pequeños estudiantes,
que aprendíamos a navegar
en los mapas elementales.
En
el mar de los caracoles,
mar prisionero, mar distante,
que llevábamos en el bolsillo
como un juguete a todas partes.
El
mar azul que nos miraba,
cuando era nuestra edad tan frágil
que se doblaba bajo el
peso de los castillos en el aire.
Y
era el mar del primer amor
en unos ojos otoñales.
Un
día quise ver el mar
-mar de la infancia- y ya era tarde.
GIUSEPPE UNGARETTI
Vagabundo
En
ninguna
parte
de la tierra
me puedo
arraigar
A
cada
nuevo
clima
que encuentro
descubro
desfalleciente
que
una vez
ya le estuve
habituado
Y me
separo siempre
extranjero
Naciendo
tornado de épocas demasiado
vividas
Gozar
un solo
minuto de vida
inicial
Busco
un
país inocente
Versión
de Jesús López Pacheco
STÉPHANE MALLARMÉ
Angustia
Hoy
no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo el tedio incurable que mi labio derrama.
Pido
a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras el telón ignoto de los remordimientos,
tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.
Porque
el Vicio, royendo mi majestad innata,
con su esterilidad como a ti me ha marcado;
pero mientras tu seno sin compasión recata
un
corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!
Versión
de Andrés Holguín