sábado, 11 de junio de 2016


CÉSAR ANTONIO MOLINA




En el mar de ánforas



I

No es el alma la que tiene
alas
sino el deseo.
El duro deseo de durar,
el duro durar del deseo.
Bajo la luna de rápido parto
el horizonte oculta su silueta
en una sábana de cardos.


II

En los tálamos de las duraciones,
en la paz de tu pez,
volver hacia atrás y regresar a pisarte
antiguo rostro.
Besar en tu boca muerta
la espina luciente de estrellas.
Esa llaga que, de cierto, es la puerta estrecha.


III

En la paz de tu pez,
en los tálamos de las duraciones
a la deriva de los imanes
cardar eclipses en el atolón de ánforas.
Oír al claro de luna
el serrallo de las ánimas en lágrimas.


IV

Mientras en las conchas de tortugas
arde el aceite de ballena,
las ánforas llenas de panales
esperan a que suba la marea de obsidiana.
¡Oh, los bordes, el resplandor que las orla!
Tocar sus vientres: centro o mediodía.
Y pensar que las tomarán como dianas
unos arponeros que no saben asaetear al deseo.


El duro deseo de durar.



AQUILINO DUQUE



  
Campo de girasoles



Campo de girasoles.
buscaré el girasol de tu sombrilla.

Mi corazón de caza va husmeando
tu paso intacto por el agua limpia.

Llegaré a rescatarte
con mi sable infantil, con mi alegría
de panderos muy altos
y leyendas antiguas.

Ente los girasoles, tú, morena,
disimulada flor de la sombrilla.

Nunca sabré qué atardecer romántico
pondrá en tus ojos dos estrellas fijas,
ni qué constelación de girasoles
hará cielo la tierra, noche el día.


(Verso y canción del Sur)




ANTONIO MACHADO



  
La primavera besaba...



La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

Hoy en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!


FABIÁN RIVERA



  
Aclaración preparatoria



Busca ahogar tus penas con los libros.
Prueba llorar como los héroes
de los que incansablemente hablas.
No requieres compañía:
las letras son tu bálsamo,

¿podrás apagar tu sed con tanto polvo?

Escribe, escribe, escribe,
escribe como escribo esto:

¿Qué se siente tener a tu merced todos mis versos?





CINTIO VITIER




Donde la brisa...



Porque tal es el rostro del fracaso
que el espejo devuelve ciegamente
aun antes de llegar, dulce y demente,
el último rescoldo del ocaso:

frente de la obsesión y del rechazo,
ojos que sólo vieron lo renuente,
nariz que impide el aire, boca ausente
en su amargo sabor: extraño vaso

a punto de volverse puro hueso:
porque tal es el fin, tal la ceniza
cuyo suave huracán todo lo arrasa,

dejar de letras quise un ramo grueso
que ardiera un poco más donde la brisa
orea la aridez, sonríe y pasa.



JOSÉ ASUNCIÓN SILVA




Los maderos de San Juan



          ¡Aserrín!
          ¡Aserrán!

      Los maderos de San Juan,
      piden queso, piden pan,
        los de Roque
        alfandoque,
        los de Rique
        alfeñique
        ¡Los de triqui,
        triqui, tran!

Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están;
la abuela le sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

        Los maderos de San Juan
        piden queso, piden pan.
        ¡Triqui, triqui,
        triqui, tran!

Esas arrugas hondas recuerdan una historia
de sufrimientos largos y silenciosa angustia
y sus cabellos, blancos, como la nieve, están.
De un gran dolor el sello marcó la frente mustia
y son sus ojos turbios espejos que empañaron
los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron
de cosas y seres que nunca volverán.

      Los de Roque, alfandoque
      ¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda,
lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra,
donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están,
del nieto a la memoria, con grave son que encierra
todo el poema triste de la remota infancia
cruzando por las sombras del tiempo y la distancia,
¡de aquella voz querida las notas vibrarán!

      Los de Rique, alfeñique
      ¡Triqui, triqui, triqui, tran!

Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos conmovidos y trémulos están,
la Abuela se sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.

        ¡Aserrín!
        ¡Aserrán!
      Los maderos de San Juan
      piden queso, piden pan,
        los de Roque
        alfandoque
        los de Rique
        alfeñique
      ¡triqui, triqui, triqui, tran!
      ¡triqui, triqui, triqui, tran!