viernes, 18 de enero de 2019


JORGE DÁVILA VÁZQUEZ





9



Peregrino en la noche
Henry Klein
solo
y callado
—tal vez un poco
triste—
apagas tu lámpara
acá abajo
y allá arriba
se extingue
una estrella.


De: “Peregrino en la noche”


HERNÁN LAVÍN CERDA





1. Los boyardos



La boyarda se desnuda con sutileza
y el boyardo, enfermo de piedad, no puede,
no sabe, no podría desnudarse y sonríe
como un caníbal enfermo de cordura
que de pronto brinca, riéndose sin mucha sutileza,
a la manera de una pulga en el siglo XV.

Avergonzada por casi todo, la boyarda llora
como una pulga que no puede, no podría saltar
porque su propia desnudez no lo permite.
Algo dogmática en su dolor, la boyarda llora
y su llanto, como si estuviese enferma de piedad,
es aún más sublime que el temor de Dios
a comienzos del siglo XV.

Estamos en Transilvania, hemos abandonado Rusia,
la más antigua Rusia, la Santa Rusia,
y hay un poco de sangre en la boca del boyardo
que no deja de sonreír junto al cuerpo desnudo
de la boyarda que lo observa sutilmente,
habiendo perdido, por exceso de piedad,
el poder no siempre equívoco del amor.

Ahora empieza de nuevo la lluvia, siempre la lluvia.
Lo más probable es que nunca deje de llover
sobre los bosques de Transilvania,
allí donde un pope ha descubierto a los boyardos
que sonríen como bufones con algo de vergüenza.

De improviso, también el pope se desnuda
con suspicacia, sonríe
junto a ellos, brinca a la manera de una pulga,
y los tres acaban por burlarse de su propia desnudez
que algún día tuvo condición de dogma.


De: “Visiones de la antigua Rusia”



CARLOS MANUEL VILLALOBOS





Hacer el amor volando



Algunas especies son capaces de aguantar varios soles antes de que la urgencia de restregarse la piel las enloquezca, pero hay otras que no pueden esperar ni siguiera más allá de misma tarde en que nacieron. Parece como si vinieran con una orgía incontenible en cada célula: no piensan otra cosa más que amar con toda el alma. Si unas ganas así nos ocurrieran a nosotros, ni Dios con todos sus profetas y sus curas, serían capaces de parar el relajo. Pero como se trata de unos pequeños insectos llamados efímeras o cachipollas, los puritanos se hacen de la vista gorda y prefieren no mencionar el tema. Pero aunque no quieran admitirlo, el carnaval nudista de estas criaturas recién nacidas existe. Salen del agua como resurrecciones de la tarde, y sin haber probado bocado, y habiendo perdido la virginidad, minutos después mueren abrazadas a las pozas y a los lagos. Pasado algún tiempo, al caer otra tarde de verano, estas pozas y estos lagos estallan otra vez en un incendio de alas y de besos; y otra vez, sin haber probado una pizca de alimento, vuelven a morir con un orgasmo en la mirada.

¿Dónde aprendieron estas niñas primitivas
el sagrado ritual del Kamasutra?

¿Dónde aprendieron las prohibidas danzas
que solo saben los gatos cuanto están en celo?

¿Quién las hizo princesas del ocaso
y les dio por reino la libertad de amar volando?

¿Qué fuego las hizo gritar del agua
y volverse un canto de caricias en el aire?

¿Son acaso los lirios que las recogen al morir
los padrinos nupciales de esta orgía?

¿Quién les ha dicho a estas doncellas de una tarde
que la vida es un brindis y un incendio de abrazos
y que la muerte es una fiesta de acrobacias y alegrías?


KAREN VALLADARES





Movimiento
  

Hay cosas demasiado puras

para ser dichas
Pere Quart



la luz,
el tiempo,
la oscuridad,
la sombra,
la lluvia.

Movimiento
el cuerpo andando,
los caminos en silencio,
la palabra alzada.

Un beso,
el abrazo.
Movimiento,
el aire,
una  mano deteniéndose en el bolsillo,
la mirada sosteniéndose en otra mirada.

Movimiento,
la luz,
el calor
un cuerpo sosteniéndose en otro cuerpo.
Movimiento todo.
La traición
los amigos,
el amor,
la ciudad,
los transeúntes,
las casas.

Movimiento,
nada.
Los ojos,
la sangre
en constante  movimiento,
sin detenerse.
Como la mirada,
o el pensamiento.


DANIEL TÉLLEZ





XXV



Para no desaparecer asido
de las escaramuzas colectivas
indecisos pues de la manzana
dices –dejáramos- la raíz secreta
alcanzada en la navaja de las batallas:
         era caer, digo caer por no decir desierto
         digo luz por las campanadas de la pérdida (el tiempo,
         las huellas de sus ojos, por supuesto)
         yo era el aire por aquello de la sima física
         yo era un yo por aquello de la continuidad
         y las aguas y los asideros
         y  las ruecas.


GIOVANNY GÓMEZ





Tiempos



Hablo de los días y las noches
del trepidar  de  calles
del sol  que perjura en sus navajas
Hablo de una llaga en mi espalda
donde  el peso del mundo duele
de  lo único que no  dejan ver  los cristales
del rencor y su transparencia en la sangre

Hablo de un animal dormido
y  compases de vals con mariposas en mi alberca
Hablo de no poder  ignorar 
las auroras con sus  muertos
de mis manos sudorosas
de las paredes donde se oculta el amor
del dios que canta en esas orillas
donde se rompen las olas