lunes, 3 de febrero de 2020


ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ





1



Ensayé la palabra, su medida,
el espacio que ocupa. La tomé
de los labios, la puse con cuidado
en tu mano. Que no se escape. ¡Empuña!
Cuenta hasta dos [lo más difícil].
Ábrela ahora: una
estrella en tu mano.


De: “La carne contigua”


MARIO LUZI





Mujer en Pisa



No siempre estabas sola conmigo. A menudo veías
largas fiestas marchitándose en los canales,
fluyendo bajo los puentes, perseguidas por el tiempo
entre racimos, en lánguidos prados y la luz
de la tarde horadando las aguas
y los aros del río.

Y a veces no supimos quién de los dos era el ausente:
con frecuencia mirabas los límpidos torneos
librándose en las vías bajo soles invernales,
entre verandas, flores brumosas y el hielo
de las murallas arrollando los trofeos
en luces infernales.

Mujer de otra manera —lo más semejante a la vida—
cálida en imperceptibles pasiones,
velada por un vapor de lágrimas ideales,
en el viento, en los últimos puentes surgías
por los portales al fuego de las estrellas,
detrás de amarillentos vidrios.



SANTIAGO KOVADLOFF





Trasposiciones



Imaginemos tu nombre en una boca desconocida:
la de Amalia Nunes Gama que, en Lisboa,
oye hablar de ti.

Imaginemos que tus amigos o amigos de tus amigos
ponen a su alcance ciertos rasgos tuyos:
tu sentido del humor,
tu afición a las caminatas,
tus preferencias políticas y musicales.

Algo entonces serás en ella,
algo,
en la mujer de Lisboa,
en Lisboa.

No un perfil propiamente,
pero un signo,
una modalidad,
indicios de un temperamento
que por algunos instantes,
                                       mientras ella escuche
                                       y especule con lo que
                                                               [escuche,
sonriendo,
indagando,
comparando tus hábitos a los de Afonso Coelho,
de quien nada sabes,
te darán cierta consistencia,
cierta realidad en su mente.

Ya lejos de la mesa donde fuiste evocado,
la mujer se internará en Lisboa:
                Travessa das águas livres, primero,
                circunstanciales calles de Alfama, después.

Amalia Nunes se irá y te irá dejando,
apartándote,
devolviéndote a lo impensable,
perdiéndote.

(Olvidas,
te olvidan,
          eso es todo.)


De: “Zonas e indagaciones”


MASAOKA SHIKI





Siguiendo el río,
Ningún puente aparece;
¡Qué largo es el día!


De: “Primavera”


JULIO HERRERA Y REISSIG





Plenilunio



En la célica alcoba reinaba
un silencio de rosas dormidas,
de tímidas ansias, de ruegos callados,
de nidos sin aves, de iglesias en ruinas;
mas de pronto se siente que salta,
que salta agitado, que llama o palpita,
el vital corazón de una virgen:
campana de fuego que al goce convida.

En su lecho de escarchas de seda,
cual cisne entre espumas, la virgen dormía:
¡eran alas de su ángel custodio
los leves encajes de la alba cortina!
En su boca entreabierta mostraba
una hermosa y extraña sonrisa
que la noche anterior en sus labios,
pensando en un rezo, quedóse dormida.

Miréla y de pronto quédeme extasiado,
admirando sus formas benditas,
y sus senos: ¡las cúpulas blancas
del templo de carne de Santa Afrodita!
—¡Besadla, Poeta —me dijo mi Musa—,
panal es su boca, bebed ambrosía
y sea la lengua de ardientes rubíes
la hostia de fuego de su eucaristía!

Su frente tan blanca, tan pálida y tersa,
semejaba la página nívea
en que Psiquis pintaba sus sueños
con sangre nevada de rosas lascivas…
Yo miraba en sus curvas ojeras
las sendas que atraen, las sendas prohibidas,
las manchas sensuales, los arcos de gloria
¡que adoran la eterna ciudad de la Vida!

Mi Musa me dijo: Pedidle a Cupido
su flecha de fuego, su flecha divina:
¡en el cuerpo sensual de la virgen
hay dos aves muy blancas, dormidas!
Oh Poeta, la virgen os llama;
que sea su cuerpo la lúbrica lira:
los ritmos más dulces los tiene su boca.
¡Su aliento es un verso de blanda armonía!

¡Oh luna de amores! Fogoso y brillante
radiaba en la noche de sedas bruñidas,
en el bosque de sombra, aromado,
que el negro cabello tendido esparcía,
semejando la Venus de fuego,
esa reina de crencha encendida,
que es fúlgido faro en el mar de las noches,
¡y blanca azucena en la frente del día!

Acerquéme temblando: la virgen
ostentaba la misma sonrisa
que es novia del beso y hermana del llanto,
que es pena y reproche, palabra y caricia;
ostentaba las mismas ojeras:
las sendas que atraen, las sendas prohibidas,
las manchas sensuales, los arcos de gloria,
que adornan la eterna ciudad de la Vida.

¡Gran Dios! Ya eran ríos de vino mis venas,
serpientes mis brazos, serpientes mordidas.
¡Mi fatal corazón se agitaba
cual fiera convulsa sintiéndose herida!
¡Y, oh solemne momento, oh milagro;
apenas la virgen despierta y me mira,
la fiera y las sierpes quedaron exánimes…
y sólo un arcángel sus alas batía! 



De: “Las pascuas del tiempo”


TAHAR BEN JELUN





Cicatrices del sol



Que me perdone mi pueblo

Tú que no sabes leer
toma mis poemas
toma mis libros
haz con ellos una hoguera para calentar tus soledades
que cada palabra alimente tu brasa
que cada soplo dure en el cielo que se abre

Tú que no sabes escribir
que tu cuerpo y tu sangre me cuenten la historia del país
habla.

Es acaso ilusión del arco iris
pertenecerte
pertenecer a ese cuerpo que mutilan

Leeré los libros al revés
para leer mejor un campo florido en tu rostro

Hablaré la lengua de los bosques y de la tierra
para entrar en la multitud que se levanta

Desembarcaré en las heridas de tu memoria
y habitaré tu cuerpo que se calla
Juntos diremos la primavera a los niños de los
terrenos baldíos
Diremos el sol moribundo al astro que se vacía
Pediremos cambiar la vida a la montaña anónima
la montaña que avanza

Mientras clasifican los asuntos cotidianos
bailan sobre la espalda uniforme de hombres y mujeres
ríen y comen el hígado de las madres enlutadas
Devolveremos la bestia desfigurada a los archivos de los
ministerios

La historia ya no tiene intenciones de moverse
se aferra a las fibras de la muerte
y preside la sesión de apertura en el matadero de la ciudad

Nuestra historia es un territorio de heridas que cierra
una primavera de euforia

Acuérdate
íbamos a sembrar la esperanza por los campos
revolvíamos la ciudad igual que la tierra preñada

descubríamos árboles silvestres dispuestos a atravesar el
cielo
y miles de hombres voluntarios para llevar a este
país a la cumbre del sol
creíamos en la aurora de diamante
el alba despuntaba al llamado de los niños
la calle danzaba en nuestros brazos
olvidábamos que la luz podía engendrar un
alma extraña
nos embriagábamos con el fuego para estrechar mejor
el candil del sol

Y luego la ciudad y el cielo se desintegraron
el sueño roto dejaba correr su pena por las callejuelas
[desiertas

El pueblo ha atado la esperanza a la espera
alarga los viernes
bebe el tinto
fuma kif
come lombrices
y se apodera del sol

los demás
manos y sexos corrompidos
se juegan nuestra memoria en el póker

nuestra memoria se marchita
nuestra memoria dormita

Pueblo
la cabeza me pesa
es carroña
hiede el verbo
cae

la entrego a la víbora maldita

nuestra locura
nuestra rabia
entrelazadas a la víbora maldita.


De: “Cicatrices del sol”