jueves, 30 de agosto de 2012


CARLOS MARIANIDIS





Pequeñas cosas
                        

    
Lo conocí en la escuela. Nos prestamos la infancia,
el banco, los recreos, el sol del mediodía,
los vuelos del regreso a su casa, a la mía
y compartimos tardes de olímpica vagancia.

Jugar durante horas, aun cuando llovía,
mirarnos con un gesto de estudiada arrogancia,
lanzarnos mil abrojos con cruel beligerancia
y pedazos de tierra hasta que anochecía.

Tirarnos en el suelo y sentir la fragancia
de la menta aplastada... Y ahora, a la distancia,
me pregunto por qué no guardé de algún día
un puñado de abrojos de los tantos que había,
 o un trébol, o un cascote con marcas de alegría.

Era mi amigo. El resto, no tenía importancia.

RUBÉN DARÍO





Sonatina


La princesa está triste...
¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan
de su boca de fresa,
que ha perdido la risa,
que ha perdido el color.
La princesa está pálida
en su silla de oro,
está mudo el teclado
de su clave sonoro;
y en un vaso olvidada
se desmaya una flor.

ANTONIO MACHADO





Yo voy soñando caminos



Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón."

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ




  
Fin de invierno


Cantan, cantan.
¿Donde cantan los pájaros que cantan?
Llueve y llueve. Aún las ramas
están sin hojas nuevas. Cantan, cantan
los pájaros ¿En donde cantan
los pájaros que cantan?
No tengo pájaros en jaula.
No hay niños que los vendan. Cantan.
El valle está muy lejos. Nada...
Nada. Yo no sé donde cantan
los pájaros (y cantan, cantan)
los pájaros que cantan.

JOSÉ MARÍA PEMÁN



  

En los geranios rosas



¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!
Así me gritó la niña,
la de las trenzas doradas.
-Corre a verla, corre a verla,
que se te escapa.
Por los caminos regados
del oro nuevo del alba,
corrí a los geranios y rosas,
¡y ya no estaba!
Volví entonces a la niña,
la de las trenzas doradas.
No estaba ya, iba a decirle.
Pero ella tampoco estaba.