lunes, 8 de mayo de 2017


ANTONIO PORCHIA




El amor, cuando cabe en una sola flor, es infinito.


De: “Voces”


EDUARDO CARRANZA




Soneto con una salvedad

A Pedro Laín



Todo está bien: el verde en la pradera,
el aire con su silbo de diamante
y en el aire la rama dibujante
y por la luz arriba la palmera.

Todo está bien: la frente que me espera,
el agua con su cielo caminante,
el rojo húmedo en la boca amante
y el viento de la patria en la bandera.

Bien que sea entre sueños el infante,
que sea enero azul y que yo cante.
Bien la rosa en su claro palafrén.

Bien está que se viva y que se muera.
El Sol, la Luna, la creación entera,
salvo mi corazón, todo está bien.



BAUDELIO CAMARILLO




Ciudad en ruinas



He de contar ahora que existió una ciudad
con avenidas, con torres,
con relojes.
La sola brisa hacía repicar campanas
y los maitines agujereando el sueño,
despertando al sonámbulo,
indicaban la hora de dar gracias al dios
benevolente.

El tiempo no corría: danzaba.
Cada minuto caía como diamante en el espejo
donde el agua se movía tornasolada
por la aurora.

Esa era mi ciudad.
Ese mi canto.
Ahí los nobles corazones me sitiaban
y aprendí a dar frutos con alas de libélula
que escapaban en todas direcciones.

Algo pasó después.
Cayeron las campanas,
los relojes,
las avenidas se cubrieron de musgo
y he aquí que ahora, mientras duermo,
es mi sombra la que busca alimento
lamiendo el frío reflejo de unos cristales
rotos.


CÉSAR MORO




Electra



Trenzad los despojos el brillo funerario
Elegido a la caída de la tarde de los cráteres enmudecidos
El agrio humo cuya espiral ilustra
La paz nocturna

El manantial del grito se ha callado
Bajo el metal
Las hojas brillan atrozmente
En el silencio

La noche el alba desatinada
Busca la salida de los palacios
Y sale ay hacia el tiempo
Eternamente a las angustias del mutismo celeste

Única la onda recoge las lágrimas
Pues el sol debe brillar
Sobre la líquida gravidez
En esta hora mágica del día

Mediodía
Tal el grito del cazador asaltado
Suena rojo y azul
Bajo la bóveda de la duración.
     

Versión de Ricardo Silva-Santisteban


AURELIO ARTURO




Morada al sur



I

En las noches mestizas que subían de la hierba,
jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo.
La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles.
(Reyes habían ardido, reinas blancas, blandas,
sepultadas dentro de árboles gemían aún en la espesura).

Miraba el paisaje, sus ojos verdes, cándidos.
Una vaca sola, llena de grandes manchas,
revolcada en la noche de luna, cuando la luna sesga,
es como el pájaro toche en la rama, "llamita",
["manzana de miel".

El agua límpida, de vastos cielos, doméstica se arrulla.
Pero ya en la represa, salta la bella fuerza,
con majestad de vacada que rebasa los pastales.
Y un ala verde, tímida, levanta toda la llanura.

El viento viene, viene vestido de follajes,
y se detiene y duda ante las puertas grandes,
abiertas a las salas, a los patios, las trojes.
Y se duerme en el viejo portal donde el silencio
es un maduro gajo de fragantes nostalgias.

Al mediodía la luz fluye de esa naranja,
en el centro del patio que barrieron los criados.
(El más viejo de ellos en el suelo sentado,
su sueño, mosca zumbante sobre su frente lenta).

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño
se enredaba a la pulpa de mis encantamientos.
Y si al norte el viejo bosque tiene un tic-tac profundo,
al sur el curvo viento trae franjas de aroma.

(Yo miro las montañas. Sobre los largos muslos
de la nodriza, el sueño me alarga los cabellos).


II

Y aquí principia, en este torso de árbol,
en este umbral pulido por tantos pasos muertos,
la casa grande entre sus frescos ramos.
En sus rincones ángeles de sombra y de secreto.

En esas cámaras yo vi la faz de la luz pura.
Pero cuando las sombras las poblaban de musgos,
allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos,
sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.

* * *

Entre años, entre árboles, circuida
por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa,
casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas,
a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.

En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
el alto grupo de hombres entre sombras oblicuas,
demoraba entre el humo lento alumbrado de
[remembranzas:

Oh voces manchadas del tenaz paisaje, llenas
del ruido de tan hermosos caballos que galopan bajo
[asombrosas ramas.

Yo subí a las montañas, también hechas de sueños,
yo ascendí a las montañas donde un grito
persiste entre las alas de palomas salvajes.

* * *

Te hablo de días circuidos por los más finos árboles:
te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:

te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria
que cae eternamente en la sombra, encendida:

te hablo de un bosque extasiado que existe
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.

Te hablo también: entre maderas, entre resinas,
entre millares de hojas inquietas, de una sola
hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde es de todos los
colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.

Te hablo de noches dulces, junto a los manantiales,
[junto a cielos,

que tiemblan temerosos entre alas azules:

te hablo de una voz que me es brisa constante,
en mi canción moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur,
[tan dulcemente,
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.

III

En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
un viento ya sin fuerza, un viento remansado
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos
que tardara quince años en recorrer, volvía.

Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando,
temblando temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando
me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,
con tanta angustia, una ave que agoniza, cual pudo,
mi corazón luchando entre cielos atroces.


IV

Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las
[batallas.
Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran
las abejas doradas de la fiebre, duerme.
El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca,
y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.
Y le dices, repites: ¿Eres mi padre? Llenas el mundo
de tu aliento saludable, llenas la atmósfera.
—Soy el profundo río de los mantos suntuosos.

Duerme quince años fulgentes, la noche ya ha cosido
suavemente tus párpados, como dos hojas más,
[a su follaje negro.

* * *

No eran jardines, no eran atmósferas delirantes.
[Tú te acuerdas
de esa tierra protegida por una ala perpetua de palomas.
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía
con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas
[ardientes.
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa,
[tu sangre?

Todos los cedros callan, todos los robles callan.
Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa,
hay un caballo negro con soles en las ancas,
y en cuyo ojo líquido habita una centella.
Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice:
"Es el potro más bello en tierras de tu padre".

* * *

En el umbral gastado persiste un viento fiel,
repitiendo una sílaba que brilla por instantes.
Una hoja fina aún lleva su delgada frescura
de un extremo a otro extremo del año.
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida".


V

He escrito un viento, un soplo vivo
del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas; he narrado
el viento; sólo un poco de viento.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas
ramas, entre follajes, nidos rotos —entre años—
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.


ELVA MACÍAS




El regreso




Supe de mi regreso
desenvolviendo nombres y señales
asignando regalos a la curiosidad.
Reproduje las voces anteriores,
traté de restaurar la imagen extraviada
y se desvaneció en el lienzo
sin matices.
Y me sentí más grande que el olvido.