"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 12 de julio de 2016
EDUARDO GARCÍA
Pero tu llanto
Es inútil que llores, mujer, ven
a mis brazos, olvida
la fría hostilidad de los pasillos,
la asepsia de las gasas, el goteo
mecánico del suero. Ven. No traigas
las sombras a esta casa donde fuimos
felices, que su aliento
se quede tras la puerta:
no rezume en tus ojos y me rompa,
no calcine mis labios si te beso.
Pero si hay que llorar lloremos juntos
y que entre la desgracia en nuestra casa.
Es inútil que llores, mujer, ven
a mis brazos, olvida
la fría hostilidad de los pasillos,
la asepsia de las gasas, el goteo
mecánico del suero. Ven. No traigas
las sombras a esta casa donde fuimos
felices, que su aliento
se quede tras la puerta:
no rezume en tus ojos y me rompa,
no calcine mis labios si te beso.
Pero si hay que llorar lloremos juntos
y que entre la desgracia en nuestra casa.
De: "Horizonte o frontera"
Hiperión 2003
LEONEL RUGAMA
Biografía
Nunca apareció su nombre
en las tablas viejas del excusado escolar.
Al abandonar definitivamente el aula
nadie percibió su ausencia.
Las sirenas del mundo guardaron silencio,
jamás detectaron el incendio de su sangre.
El grado de sus llamas
se hacía cada vez más insoportable.
Hasta que abrazó con el ruido de sus pasos
la sombra de la montañaa.
Aquella tierra virgen le amamantó con su misterio,
cada brisa lavada su ideal
y lo dejaba como niña blanca desnuda,
temblorosa, recién bañada.
Todo mundo careció de oídos y el combate
donde empezó a nacer
no se logró escuchar.
Nunca apareció su nombre
en las tablas viejas del excusado escolar.
Al abandonar definitivamente el aula
nadie percibió su ausencia.
Las sirenas del mundo guardaron silencio,
jamás detectaron el incendio de su sangre.
El grado de sus llamas
se hacía cada vez más insoportable.
Hasta que abrazó con el ruido de sus pasos
la sombra de la montañaa.
Aquella tierra virgen le amamantó con su misterio,
cada brisa lavada su ideal
y lo dejaba como niña blanca desnuda,
temblorosa, recién bañada.
Todo mundo careció de oídos y el combate
donde empezó a nacer
no se logró escuchar.
HEBERTO PADILLA
Los viejos poetas,
los viejos maestros realmente...
Los viejos poetas, los viejos maestros realmente
duchos en el terror de nuestra época, se han puesto
todos a morir.
Yo sobrevivo, lo que pudiera calificarse de milagro,
entre los jóvenes.
Examino los documentos:
los mapas, la escalada, las rampas de lanzamiento,
las sombrillas nucleares, la Ley del valor,
la sucia guerra de Viet Nam.
Yo asisto a los congresos del tercer mundo y firmo
manifiestos y mi mesa está llena de cartas y
telegramas y periódicos;
pero mi secreta y casi desesperante obsesión
es encontrar a un hombre,
a un niño,
a una mujer
capaces de afrontar este siglo
con la cabeza a salvo, con un juego sin riesgos
o un parto, por lo menos, sin dolor.
Los viejos poetas, los viejos maestros realmente
duchos en el terror de nuestra época, se han puesto
todos a morir.
Yo sobrevivo, lo que pudiera calificarse de milagro,
entre los jóvenes.
Examino los documentos:
los mapas, la escalada, las rampas de lanzamiento,
las sombrillas nucleares, la Ley del valor,
la sucia guerra de Viet Nam.
Yo asisto a los congresos del tercer mundo y firmo
manifiestos y mi mesa está llena de cartas y
telegramas y periódicos;
pero mi secreta y casi desesperante obsesión
es encontrar a un hombre,
a un niño,
a una mujer
capaces de afrontar este siglo
con la cabeza a salvo, con un juego sin riesgos
o un parto, por lo menos, sin dolor.
De: "El justo tiempo humano" 1962
MICHEL LEIRIS
Presagios
En torno a mi ojo
la tierra
En torno de la tierra
tu aire
el cielo que respiras mientras lo envenenamos
Oh mundo
escuché tu derrumbe de rayos
a través de la silenciosa hucha
donde duerme el pan dorado de los milagros solares
en la prisión del día cuyo río es el cántaro
Oh aire mío
¿se detendrán los rumores del corazón
porque habla la que conoce mi medida
como la playa conoce sus granos de arena
como la ciudad conoce sus calles y mansiones
como la mar mide en la grupa de sus golfos
el arco iris de las medusas
y la resaca de los muertos violentos?
Oh estación
¿se colmará el vacío del corazón
porque la tibia lluvia de un rostro
apareció entre las hojas?
Uniéndose dos bocas restañarán su desgarrón
estación de tempestad
estación de sombra
En torno a mi ojo
la tierra
En torno de la tierra
tu aire
el cielo que respiras mientras lo envenenamos
Oh mundo
escuché tu derrumbe de rayos
a través de la silenciosa hucha
donde duerme el pan dorado de los milagros solares
en la prisión del día cuyo río es el cántaro
Oh aire mío
¿se detendrán los rumores del corazón
porque habla la que conoce mi medida
como la playa conoce sus granos de arena
como la ciudad conoce sus calles y mansiones
como la mar mide en la grupa de sus golfos
el arco iris de las medusas
y la resaca de los muertos violentos?
Oh estación
¿se colmará el vacío del corazón
porque la tibia lluvia de un rostro
apareció entre las hojas?
Uniéndose dos bocas restañarán su desgarrón
estación de tempestad
estación de sombra
Versión de Antonio Martínez Sarrión
JOSÉ MARÍA DE HEREDIA
Estinfalia
Y aves mil, asu paso, por entre los fangales,
aquí y allá, del valle donde el héroe posa,
al escaparse en brusca ráfaga premurosa
agitaban en lúgubres lagos ondas letales.
Otras, cuando cruzaban los negros matorrales,
la frente acariciaron que en Onfalia reposa,
cuando ajustando al nervio la flecha victoriosa
el arquero divino traspasó los juncales.
De las nubes atónitas que de entonces horada,
y por rayos mortíferos de fuego coronada,
llovió una lluvia horrible con estridente grito.
Por fin el sol miró, detrás de los jirones
en que el arco del héroe trocó los nubarrones,
a Hércules sangrante sonriendo al infinito.
Versión de Otto de Greiff
Y aves mil, asu paso, por entre los fangales,
aquí y allá, del valle donde el héroe posa,
al escaparse en brusca ráfaga premurosa
agitaban en lúgubres lagos ondas letales.
Otras, cuando cruzaban los negros matorrales,
la frente acariciaron que en Onfalia reposa,
cuando ajustando al nervio la flecha victoriosa
el arquero divino traspasó los juncales.
De las nubes atónitas que de entonces horada,
y por rayos mortíferos de fuego coronada,
llovió una lluvia horrible con estridente grito.
Por fin el sol miró, detrás de los jirones
en que el arco del héroe trocó los nubarrones,
a Hércules sangrante sonriendo al infinito.
Versión de Otto de Greiff
JULIO LLAMAZARES
En
llamas va la leyenda creciendo, en
la espiral del humo y las uvas de hierro.
Los ojos de la anciana son blancos como
nieve: cien años hace ya que no nos mira.
Sólo por no olvidar el viejo río
de los muertos.
Sólo por no olvidar su cuajada esperanza.
Sólo por no olvidar las lánguidas riberas
del país de las abejas.
Sólo por no olvidar, cien años hace ya
que no nos mira.
la espiral del humo y las uvas de hierro.
Los ojos de la anciana son blancos como
nieve: cien años hace ya que no nos mira.
Sólo por no olvidar el viejo río
de los muertos.
Sólo por no olvidar su cuajada esperanza.
Sólo por no olvidar las lánguidas riberas
del país de las abejas.
Sólo por no olvidar, cien años hace ya
que no nos mira.
De: "Memoria de la nieve" 1982
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