"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 27 de julio de 2020
RUDYARD KIPLING
Si
Si
puedes mantener la cabeza cuando todo a tu alrededor
pierde
la suya y por ello te culpan,
si
puedes confiar en ti cuando de ti todos dudan,
pero
admites también sus dudas;
si
puedes esperar sin cansarte en la espera,
o
ser mentido, no pagues con mentiras,
o
ser odiado, no des lugar al odio,
y
-aun- no parezcas demasiado bueno, ni demasiado sabio.
Si
puedes soñar -y no hacer de los sueños tu maestro,
si
puedes pensar -y no hacer de las ideas tu objetivo,
si
puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre
y
tratar de la misma manera a los dos farsantes;
si
puedes admitir la verdad que has dicho
engañado
por bribones que hacen trampas para tontos.
O
mirar las cosas que en tu vida has puesto, rotas,
y
agacharte y reconstruirlas con herramientas viejas.
Si
puedes arrinconar todas tus victorias
y
arriesgarlas por un golpe de suerte,
y
perder, y empezar de nuevo desde el principio
y
nunca decir nada de lo que has perdido;
si
puedes forzar tu corazón y nervios y tendones
para
jugar tu turno tiempo después de que se hayan gastado.
Y
así resistir cuando no te quede nada
excepto
la Voluntad que les dice: «Resistid».
Si
puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o
pasear con reyes y no perder el sentido común,
si
los enemigos y los amigos no pueden herirte,
si
todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si
puedes llenar el minuto inolvidable
con
los sesenta segundos que lo recorren.
Tuya
es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y
-lo que es más-, serás Hombre, hijo.
LORD BYRON
Canción del corsario
En
su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario
y perdido, que yace reposado;
mas
a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como
antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo
en lenta llama, eterna pero oculta,
hay
en su centro a modo de fúnebre velón,
pero
su luz parece no haber brillado nunca:
ni
alumbra ni combate mi negra situación.
¡No
me olvides!… Si un día pasaras por mi tumba,
tu
pensamiento un punto reclina en mí, perdido…
La
pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es
pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
escucha,
locas, tímidas, mis últimas palabras
-la
virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame…
cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la
sola recompensa en pago de tu amor!…
LUIS DE GÓNGORA
A cierta dama que se dejaba
vencer
Poco
después que su cristal dilata,
Orla
el Dauro los márgenes de un Soto,
Cuyas
plantas Genil besa devoto,
Genil,
que de las nieves se desata.
Sus
corrientes por él cada cual trata
Las
escuche el Antípoda remoto,
Y
el culto seno de sus minas roto,
Oro
al Dauro le preste, al Genil plata.
Él,
pues, de rojas flores coronado,
Nobles
en nuestra España por ser Rojas,
Como
bellas al mundo por ser flores,
Con
rayos dulces mil de Sol templado
Al
mirto peina, y al laurel las hojas,
Monte
de musas ya, jardín de amores.
PAUL VERLAINE
Te ofrezco
Te
ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas,
Mi
corazón ingenuo que a tu bondad se humilla;
No
quieran destrozarlo tus manos cariñosas,
Tus
ojos regocije mi dádiva sencilla.
En
el jardín umbroso mi cuerpo fatigado
Las
auras matinales cubrieron de rocío;
Como
en la paz de un sueño se deslice a tu lado
El
fugitivo instante que reposar ansío.
Cuando
en mis sienes calme la divina tormenta,
Reclinaré,
jugando con tus bucles espesos,
Sobre
tu núbil seno mi frente soñolienta,
Sonora
con el ritmo de tus últimos besos.
SEAMUS HEANEY
Un sueño de celos
Caminando
contigo y otra dama
por
un parque boscoso, la susurrante hierba
corría
sus dedos a través de nuestro silencio sospechoso
y
los árboles se abrían hacia un sombreado
claro
e inesperado donde nos sentamos.
Creo
que el candor de la luz nos desalentó.
Hablamos
sobre deseo y ser celoso,
nuestra
conversación una simple bata suelta
o
un mantel de pic-nic blanco desplegado
como
un libro de modales en el desierto.
«Muéstrame,»
dije a nuestra compañera, «lo que
tanto
he deseado, tu estrella malva del pecho.»
Y
ella consintió. Oh ni estos versos
ni
mi prudencia, amor, pueden curar la herida de tus ojos.
AMOS OZ
Solo
Una
flecha atrapada en un arco tensado:
él
recuerda el contorno
de
sus muslos. Adivina el movimiento de sus caderas hacia él.
Se
contiene. Sale del saco de dormir. Respira
a
pleno pulmón el aire de nieve. La niebla pálida,
diáfana
y lechosa se va retirando, una fina túnica
sobre
las curvas de la montaña.
Versión de Raquel
García Lozano
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