Canción del corsario
En
su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario
y perdido, que yace reposado;
mas
a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como
antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo
en lenta llama, eterna pero oculta,
hay
en su centro a modo de fúnebre velón,
pero
su luz parece no haber brillado nunca:
ni
alumbra ni combate mi negra situación.
¡No
me olvides!… Si un día pasaras por mi tumba,
tu
pensamiento un punto reclina en mí, perdido…
La
pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es
pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
escucha,
locas, tímidas, mis últimas palabras
-la
virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame…
cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la
sola recompensa en pago de tu amor!…
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