martes, 5 de octubre de 2021


 

LI QINGZHAO


 

 

Orgullo de los pescadores
dentro de la nieve
la primavera anuncia su venida:
una flor de ciruelo asoma
entre heladas ramitas de mármol
y su rostro perfumado
a medio abrir, purísimo,
como si después del baño una mujer muy bella
entrara en el jardín con su vestido nuevo
la Gran Naturaleza
quizás ha puesto en ella todo su deseo
para que la luz brillante de la luna luzca más aún
veamos tú y yo
cómo se deslizan hasta el fondo de la copa
los posos verdes del vino delicioso y no digamos no a la ebriedad
porque esta flor
es única y sin igual entre las flores

 


VICENTE GAOS

 

  

Tus quince años

  

Sólo tú, sólo tú puedes salvarme
y darme libertad si me encadenas.
Dame la sangre virgen de tus venas,
acude con tu vida a libertarme.

A encadenarme, a desencadenarme,
así mis horas fluirán serenas
por el caudal feliz en que e ordenas.
En tu inocencia pueda yo ampararme.

tu voz, tu voz... ay, oigo que me llamas,
y tus ojos me miran tan profundos,
-ojos que no han mirado aún a la vida-.

Salvado estoy sabiendo que me amas.
Oh, luz divina de no sé qué mundos,
purísima promesa concedida.

 

REINALDO BUSTILLO

 

 


Canto al libertador Simón Bolívar          

 


Tres centurias hacía, que la raza aborigen

de este lado del mar,      

en las fértiles tierras, que llamamos América,

bajo el peso gemía de opresoras cadenas;

la sonrisa de otrora se cambió en un rictus  

de macabro dolor;

y el fulgor de su danza se cambió por desfiles

de luctuoso color.

El temor a la vida,

el desprecio a sí mismo, la renuncia al esfuerzo,

en el alma del hombre

arraigaron del modo, que las lianas se abrazan            

en la selva cuajada.

Mas el dios del nativo, se cansó del estado

de abyección y bajeza que el tirano imponía

al esclavo de América;

y brotó de la tierra

y del mar y la selva,

un guerrero mestizo que del Guaire venía,

¡centellantes los ojos y en la espada mil fuegos!,          

a romper las cadenas que abrasaban las carnes

del rebelde oprimido:

de Alejandro, los sueños, la grandeza del César,

y del Cid el valor.

Los centauros de Grecia le quedaron pequeños

al medir con sus pasos las distancias enormes

que separan sus pueblos.

Gigantescos los Andes, sólo fueron oteros,

y las selvas inmensas, fueron cotos no más,

a sus ansias divinas de llevar estandartes                            

con marciales arrestos, a los pueblos rebeldes,

que impacientes miraban sus desgracias correr.

Su grandeza no tuvo, ni tendrá en el futuro

la manera precisa de poderla medir:

Por el norte Jamaica, con su carta rebelde;            

y en la Heroica Ciudad

la proclama guerrera

que invitaba a los pueblos a buscar libertad.

En su patria, con triunfos, anunció en Carabobo,

derrotero final.  

Por el sur fue Junín

y Ayacucho también

que mostraron su gloria, para siempre inmortal.

Boyacá por el este,

Angostura y el llano                        

para darle linderos, como nunca jamás

se pudiera soñar;

y el dolor de Berruecos,

por el lado poniente, donde el sol agoniza,

demarcó su tristeza, para darle contornos

a los campos inmensos do nació su grandeza,

¡su grandeza inmortal!.

En Bolivia las leyes, sus conceptos recogen,

para dar el impulso que su Pueblo requiere

de llegar con altura, por caminos de paz,

a un futuro triunfante donde el orden impere

y también libertad.

De regreso del triunfo, lo manchó la ruindad

que en el alma del hombre

ha existido por siempre;

y el río de la Patria, le prestó sus caminos

y en champán primitivo, que baquianos expertos

con pericia impulsaban, recontaba sus penas

de recuerdos ingratos de su vida pasada:

recorrió las ciudades, hasta un monte sagrado

reflejado en las aguas de sus costas de amor.

La ciudad de Bastidas recogió sus tristezas

y las puso en el templo que guardó su memoria,

compartiendo cenizas con Caracas del Guaire

que el sepulcro y la cuna serán para siempre.

 

 

EFRAÍN BARTOLOMÉ

 

  

Mujer

 

Viajar en ti
quiere decir quedarse.

 

JOSÉ MÁRMOL

 


 

Para cuando regreses

 


Llegas sin por qué, así no más,

como suelen ocurrir los accidentes.

Llegas y te instalas en mi plexo

una hierba silvestre, un frágil de amarillo,

un surtidor de augurios en vacaciones muertas.

Tu llegada es señal de victorias y derrotas,

indeciso acontecer de inequívocos fracasos.

Vienes de mares desbordados y monstruos de neblina.

Vienes del centro de la noche y sus caminos ciegos.

De la nada vienes, la ruta más precisa del hastío al furor.

De todas partes vienes, porque sí, por un tal vez,

por lo inesperado del destino y sus conciertos.

Llegas sin por qué ni para qué, así no más,

como suelen llegar los accidentes.

De inadvertida te disfrazas, con harapos de ti misma.

Llegas sin venir, como las premoniciones.

Llegas y no estás y no te has ido y nunca más por siempre y para qué.

 

De: “Torrente sanguíneo”

 

 

JAVIER VICEDO ALÓS

 

 


Sin saber

 

 

Eres nuestra, y te dejamos escapar como a un pájaro exótico o como a un agua que no nos perteneciese. No te escapas en el cumplimiento de tu naturaleza, cuando te arremolinas sobre el desagüe último del pacto. Eso es el solo fluir rítmico de lo que brilla y después se satura de tiniebla –como tantas veces hemos visto-. Te escapas en las horas que vivimos sin saber, frente a los ojos conocidos o los mecanismos del nosotros cotidiano. Es en ese no percibirte hasta ya pasada, cuando parece que te nos escapas. ¿Vive el que no sabe a su tiempo? Nosotros nunca supimos, nunca a tiempo. Y acaso eso sea el vivir: no hallar el tiempo en que clavar una palabra segura; aunque fuera para decir: vida, nuestra.