Para
cuando regreses
Llegas
sin por qué, así no más,
como
suelen ocurrir los accidentes.
Llegas
y te instalas en mi plexo
una
hierba silvestre, un frágil de amarillo,
un
surtidor de augurios en vacaciones muertas.
Tu
llegada es señal de victorias y derrotas,
indeciso
acontecer de inequívocos fracasos.
Vienes
de mares desbordados y monstruos de neblina.
Vienes
del centro de la noche y sus caminos ciegos.
De
la nada vienes, la ruta más precisa del hastío al furor.
De
todas partes vienes, porque sí, por un tal vez,
por
lo inesperado del destino y sus conciertos.
Llegas
sin por qué ni para qué, así no más,
como
suelen llegar los accidentes.
De
inadvertida te disfrazas, con harapos de ti misma.
Llegas
sin venir, como las premoniciones.
Llegas
y no estás y no te has ido y nunca más por siempre y para qué.
De:
“Torrente sanguíneo”
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